Desde Londres

A un año del primer confinamiento británico, Boris Johnson se encuentra entre dos fuegos. El grueso de su partido, la erupción de violentas manifestaciones, la fatiga de la población y la economía tironean al gobierno hacia el calendario de salida del confinamiento anunciado el mes pasado. La tercera ola europea, el aumento de los contagios en algunas zonas del Reino Unido y los escenarios que proyectan los epidemiólogos, lo empujan en la dirección contraria.

El lunes próximo se relajan las reglas de interacción social, el 12 de abril deberían abrir de manera parcial pubs, restaurantes y comercios, el 17 de mayo la reapertura sería total en estos locales y se extendería a cines, espectáculos con público limitado y viajes al extranjero. El final de esta maratón de salida del confinamiento sería el 21 de junio con una "nueva normalidad" para los encuentros sociales.

Este es el plan que anunció Johnson el pasado 22 de febrero. Pero todo depende de la evaluación que surja a principios de abril del impacto de la reapertura de las escuelas el 8 de marzo. Si un conteo riguroso de los cuatro criterios – vacunación, contagio y hospitalización, decesos y circulación de nuevas cepas – marca una tendencia negativa, el gobierno debería postergar la reapertura parcial del 12 de abril, reordenar sus fases y sufrir la frustración política resultante.

El sombrío aniversario este 23 de marzo del anuncio del primer confinamiento es un claro alerta del riesgo sanitario y en vidas que conlleva un error de evaluación. El Reino Unido mira con mayor optimismo la situación que sus vecinos europeos debido a su programa de vacunación (más de 28 millones recibieron la primera dosis, un 43% de la población), pero desespera cuando contempla el panorama por el espejo retrovisor y cuenta sus muertes: más de 126 mil en la versión más conservadora, más de 147 mil cuando el cálculo se hace con otros criterios (certificados de defunción o muertes comparadas con años previos)

En el 2020 Johnson minimizó la pandemia desde un comienzo: el resultado fueron decenas de miles de muertes evitables. Hoy maneja una retórica mucho más cautelosa, pero no se priva de mensajes optimistas. Este lunes, en declaraciones a periodistas en Lancashire, norte de Inglaterra, enfatizó los peligros. “El continente está experimentando una tercera ola. En este país no deberíamos pensar que estamos libres de riesgo. La experiencia nos enseña que cuando la pandemia golpea a nuestros vecinos, termina llegando a nuestras orillas. Calculo que sentiremos el efecto en su debido momento”, dijo el primer ministro.

Esta muestra de prudencia desapareció en otros tramos del mismo mensaje en los que, por ejemplo, Johnson aseguró que la salida del confinamiento era irreversible, como si eso dependiera de un acto de voluntad del gobierno. Es el mismo tono que prevaleció el año pasado cuando ignoró el peligro que representaba el coronavirus hasta mediados de marzo y se apresuró en la reapertura de las actividades. El resultado fue una explosión de internaciones, contagios, muertes y otros dos confinamientos nacionales más.

Confinamiento o vacuna

Es un dilema de hierro. La reapertura simultánea de la escuela primaria y secundaria el 8 de marzo lanzó a unas 10 millones de personas a la circulación comunitaria y se ganó el mote de “Big Bang”. Al mismo tiempo, el programa de vacunación avanzó a paso redoblado con lo que hoy están cubiertas la población de riesgo y los mayores de 60 años.

El impacto de estos dos procesos en el número de contagios será clave para el plan de desescalada del confinamiento. Anne Cori, del Imperial College de Londres, le dijo al matutino The Guardian que es imposible predecir lo que pasará en las próximas semanas, pero que la progresiva reapertura producirá más contagios. “Y más hospitalizaciones y más muertes”. Según el Imperial College el impacto será menor si se mantiene el actual ritmo de vacunación. En caso de que esto no suceda, las proyecciones que hacen sus epidemiólogos son alarmantes: otras 30 mil muertes para junio.

En teoría el conjunto de la población adulta debería tener una dosis para junio. En la práctica han aparecido problemas de suministro y semanas de tensión con la Unión Europea (UE). La semana pasada el gobierno admitió que habría un retraso de por lo menos un mes para la inoculación de los menores de 50 años. Al mismo tiempo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, advirtió que están dispuestos a impedir la exportación de vacunas al Reino Unido invocando el artículo 122 del Tratado Europeo para tiempos de emergencia.

El conflicto se centra en el suministro de vacunas de AstraZeneca que tiene dos centros de producción en la UE y otros dos en el Reino Unido. La UE ha acusado a AstraZeneca de favorecer el suministro del Reino Unido, algo negado por los británicos. Este jueves una cumbre europea tiene que decidir qué rumbo se toma en medio de esta tercera ola.

El peligro de una guerra de las vacunas está en el aire: la presión política al rojo vivo. En la UE, Alemania se ha visto obligada a prolongar su confinamiento parcial hasta el 18 de abril, Austria postergó la reapertura de bares y gastronomía planeado para el 27 de marzo, Francia está duplicando el número de nuevos casos e Italia hace 9 días que se encuentra en confinamiento nacional.

En el Reino Unido los violentos incidentes este domingo en una manifestación en Bristol - sudoeste de Londres - son una clara señal del peligro de un nuevo encierro, en especial para los jóvenes por una cuestión vital y porque son los que más han sufrido el desempleo por la pandemia. A esto se suma la presión de su propio partido Conservador que, en su mayoría, mira con recelo cualquier intervención del estado.

En un intento de bajar la tensión Johnson ha exhortado a la cooperación internacional y ha dialogado con líderes de Francia, Alemania y Holanda. Al mismo tiempo, uno de sus asesores, Edward Lister está en la India donde negociará con el máximo productor de vacunas del mundo, el Serum Institute, para garantizar la continuidad del suministro.

Si no se garantiza el suministro, la alternativa será, tarde o temprano, alguna forma de confinamiento. Mientras tanto el Reino Unido avanza hacia un cierre más férreo de fronteras. Este jueves el parlamento vota una nueva ley para el control del coronavirus que incluye una multa de cinco mil libras para los británicos que intenten viajar al extranjero sin un motivo razonable que deberán especificar en una "Declaración del viajero". La ley entraría en vigencia este lunes, otro intento - manotazo desesperado dirán algunos - de mantener a raya la tercera ola que azota al continente.