Pocas disciplinas en el arte son más honestas que el cine animado. El artificio está ahí, a la vista, para recordar al espectador la dimensión irreal de lo que se cuenta. A partir de esa maravillosa paradoja se construyen películas de las que se quedan adentro con la fuerza de sus propias verdades. Y ningún festival de cine que se precie debería dejar afuera esta rama de la disciplina. Afortunadamente, el Bafici ofrece una selección amplia y transversal de propuestas animadas para adultos (para chicos también, claro, pero restringidas a su sección específica. el Baficito). En esta edición del encuentro porteño incluso hay una película animada en la competencia oficial internacional (My Entire High School Sinking Into the Sea), dos en la competencia de Vanguardia y Género y otras muchas repartidas entre Trayectorias, dos focos y alguna más suelta por allí. Además, destaca la presencia de films de glorias de la animación como Bill Plympton, una coproduccion con el Estudio Ghibli, estudios como el suizo Hélium o el revulsivo sueco Johannes Nyholm.

My Entire High School Sinking Into the Sea (“Toda mi escuela hundiéndose en el mar”) es una de esas estudiantinas ideales para quienes detestan las estudiantinas. Corrosiva de verdad, con un dibujo rabioso a mano alzada que lo emparenta con la ilustración o el cómic indie y hasta la voz de Susan Sarandon aportan lo suyo para que la película dirigida por Dash Shaw no vaya a pasar inadvertida entre los seguidores del Bafici. ¿Y de qué trata? Bueno, el mismo título lo anticipa: un grupo de amigos tratan de salvarse mientras su escuela se hunde en el mar.

La competencia de Vanguardia y Género alberga otros dos largometrajes animados muy distintos. El primero es Have a Nice Day (“Que tengas buen día”), del chino Liu Jian y narra la historia de un taxista desesperado por conseguir dinero para la cirugía plástica de su prometida. De gran impacto visual, con una fuerte impronta pop y varios cruces con lo real (se oye la voz de Trump en la radio, se ve propaganda maoísta, hay citas a El Padrino y mucho más), Jian monta un gran thriller de los bajofondos.

La otra película en esa sección competitiva, The Absense of Eddy Table (La ausencia de Eddy Table), es un corto de apenas 13 minutos que regresa al universo comiquero de Eddy Table, la creación de Dave Cooper, que aquí retoma a su personaje para el guión y el diseño, pero deja la dirección en manos del noruego Rune Spaans. Un poquito de grotesco, una animación impecablemente pesadillesca y un protagonista sometido al deseo, eso ofrecen Cooper y Spaans.

En Trayectorias hay otros dos films del rubro: Revengeance (Venganza) y The Red Turtle (La tortuga roja). La primera es fruto de la asociación entre el legendario Bill Plympton y Jim Lujan, y seguramente será una de las más requeridas por los fanáticos de la disciplina que abundan en Argentina. Hace poco el cineasta e historietista norteamericano fue a Rosario a ofrecer una charla y fueron fanáticos de todo el país a escucharlo. Con 71 años a cuestas, Plympton sigue ofreciendo su estética revulsiva y relatos exuberantes (aquí hay motoqueros, sectas, políticos y policías corruptos, y mujeres que no necesitan de ningún investigador que las proteja) para goce de todos.

The Red Turtle (La tortuga roja) es casi el completo opuesto a Revengeance: suave, poética y muda, no va por el camino de la estética de Plympton sino por una delicadeza cautivante. El holandés Michaël Dudok de Wit (ganador de un Oscar por su corto Father and Daughter) montó este largometraje asociado al monumental Studio Ghibli (el de Hayao Miyazaki). La coproducción francobelga-nipona cuenta la historia de un náufrago en una isla tropical desierta donde sólo hay cangrejos, aves, plantas y, claro, tortugas. Un relato sencillo, a todas luces, pero tan contundente como para llevarse un premio especial en la sección Un certain regard del Festival de Cannes.

En Operas Primas debuta el francés Sébastien Laudenbach, guionista y director de La jeune fille sans mains (La niña sin manos), que sorprende con su apuesta gráfica. Los personajes y los ambientes son apenas trazos inacabados y monocromos que revelan la pincelada pura. A partir de esa sutileza e inteligencia estética, Laudenbach propone un cuento fantástico sobre una chica que busca superar las contrariedades de ser vendida al diablo y encontrarse con la diosa del agua, entre otras peripecias. Laudenbach no es ya ningún niño (tiene más de 40), pero la animación que propone merece ser seguida de cerca en el futuro.

El resto del material animado para adultos del festival es enteramente de cortometrajes, pero su duración no los empequeñece como cine. La mayoría de ellos están agrupados en dos focos, como los 11 cortísimos dedicados al estudio suizo Hélium Films (responsables del largometraje La vida de Calabacín, que está en el Baficito y tiene varios premios a cuestas). En Hélium ofrecen cuentos truculentos y absurdos para fanáticos del delirio dibujado. El grupo de cortos del sueco Johannes Nyholm (haciendo especial hincapié en los dedicados a The Little Puppetboy) son de esas rarezas que cautivan apelando a la estética del feísmo, de la cosa que se antoja cruda e inacabada para, en realidad, recordarnos que en un relato de cualquier tipo es más importante la carne (o la plastilina) que el ornamento.