Hay hechos recientes en la relación del empresariado y el Gobierno que sólo se explican desde la política. El martes último, el titular de la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), Daniel Funes de Rioja, se cruzó con el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, en plena reunión de Junta Directiva de la Unión Industrial Argentina (UIA). “Ustedes no cumplen con los precios, aumentan, y se quejan de que los controles son ilegales”, disparó el funcionario, invitado a participar de manera virtual del convite. Minutos antes, Funes había expresado que la Ley de Abastecimiento es inconstitucional, entre otras críticas.

Presidente de la Copal y uno de los históricos vices de UIA, Funes nunca fue un hombre de ir a la guerra. Aún en su perfil cuestionador del rol del Estado en la economía, siempre mantuvo los modos. Por eso sorprendió la confrontación con Kulfas. Atrás de esa situación se jugaron intereses, que son el telón de fondo de la inminente elección presidencial en la casa fabril, la cámara empresaria más relevante del país: la apuesta de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) por tener una UIA más dura con el Gobierno.

A una semana de saberse quién será el reemplazante de Miguel Acevedo en el sillón de Avenida de Mayo, hay dos candidatos con chances, en lo que debería ser un acuerdo de consenso. Funes de Rioja y Miguel Ángel Gutiérrez, dueño de la fábrica de pinturas Sinteplast. Este último tiene respaldo del sector pyme y de algunos grandes que entienden que la radicalización de la UIA pone en riesgo una relación que, en general, suele ser positiva con los gobiernos. Más aún con este, que desde el inicio señaló que su modelo tiene como motor las chimeneas fabriles.

Los que apuran una posición más dura son los popes de AEA, con Techint y Arcor a la cabeza, secundados por la FIAT y la azucarera Ledesma. El eje del rompimiento viene fuerte en relación al tema de los precios de los alimentos. La Copal quiere valores liberados y atenta contra los Máximos, la canasta de congelados que se inició con la pandemia y que aún sigue, con paulatino proceso de descongelamiento.

Pero el tema se espesó y puso al Gobierno en un estado de menor paciencia ante las maniobras especulativas descubiertas por Comercio Interior. Hace unas semanas, se imputó a Mastellone, Fargo, Danone, Aceitera General Deheza, Molino Cañuelas, Bunge, Unilever y Molinos Río de la Plata por poner en góndola productos creativos, que varían muy poco en relación a los que están en precios máximos, y con los que se busca saltar el corset de Cuidados. 

Esa pelea fuerza a la alimenticias a pugnar por Funes, en horas definitorias. En la otra esquina están empresas grandes y pequeñas que consideran que la belicosidad los arrastra a un confrontación que será mala para los negocios. Son los que, en su gran mayoría, apoyan a Rodríguez, un cuadro más en la línea negociadora de Acevedo. Pero la cuestión no es tan sencilla: son pocos los que quieren exponer diferencias internas grandes, dado que luego quieren ser parte del reparto interno de cargos. 

Naturalmente, el Gobierno está más cerca de bendecir una posición negociadora, aún cuando admiten desde todos los sectores que el diálogo con Funes de Rioja "sigue siendo bueno".