“Dios no aprobaría la idea pero lo convenceré”, irrumpe Albert Einstein en el inicio de Genius (estreno de hoy por NatGeo a las 20). El físico (interpretado por Geoffrey Rush) no está fanfarroneando frente a la audiencia de un aula magna ni escribiendo una carta a algún colega, o elucubrando esa idea de que Dios no juega a los dados con el Universo; en sus manos tiene las nalgas de su secretaria, Betty, y fantasea con que la mujer se mude con él y su esposa. Debe reconocerse la provocación de esa secuencia, con el premio Nobel semidesnudo, sudoroso y despotricando contra la monogamia. A su vez, se adecua con el perfil que propone esta entrega limitada de diez episodios. Se trata de una hagiografía singular con la historia de un genio rebelde, un incomprendido y perseguido, el apasionado, elocuente, chispeante e icono que a veces es resumido a la fórmula e=mc2 o a una foto con su lengua afuera. La intención aquí es la de enaltecer esa figura dentro de su convulsionado contexto y dar luz sobre aspectos menos conocidos de su intimidad.

Se trata de una serie que presume de definitiva, condensando los 76 años del físico durante el fin del largo siglo XIX, el posterior período de entreguerras, el ascenso del fascismo en Europa y el inicio de la Guerra Fría. Por eso, el comienzo lo ubicará en plena República de Weimar, jaloneado desde varios rincones hasta que decida hacer las valijas y partir de Berlín a los Estados Unidos aunque J. Edgar Hoover lo desprecie. La narrativa tiene sus bifurcaciones con flashbacks a su juventud. En uno y otro tiempo, Einstein, más allá de su humor, nunca está demasiado tranquilo. Es el judío apátrida en el ojo de sus enemigos, el científico que molestaba al status quo, la celebridad que sabía chicanear y seducir, el estudiante que no cuadraba con el régimen pedagógico prusiano. Su carácter indomable es salpimentado en la serie con otros dos grandes ingredientes, el de su vida romántica y algunas claves de su pensamiento. Por eso se le da mucha relevancia a sus relaciones conyugales con Elsa Einstein y Mileva Mariæ, y también dándole metraje a las extra maritales. En cuanto a las bases de su pensamiento, la puesta en escena proyecta haces de luz sobre la misma pantalla, descompone objetos para llegar a la materia, y abre filones por el espacio exterior donde hay una clase y alumnos. Genius no intenta profundizar sobre su teoría, más bien la expande a nivel visual. “¿Por qué será que nadie me entiende pero todos me quieren?”, es otra de sus frases célebres y a la que esta biopic seriada se aferra con ganas.

Vale recordar que el científico iconoclasta fue objeto de otras encarnaciones particulares, como Fórmula para amar, con Walter Matheau haciendo de un Einstein celestino, o en la comedia El joven Einstein, que lo imaginaba como creador del rock & roll. Este, en cambio, es un Einstein que juega a dos bandas: canónico y de interiores. Más allá de la peluca de pelos canosos desprolijos y algunos tics gestuales, la actuación de Geoffrey Rush es contenida. Sabe que juega con una leyenda y la desmonta con gracia, como alguien que encontraba desafíos en lo más simple, parecía resolver los problemas más complejos y era un absoluto desastre para las relaciones personales. “Es un hombre bastante solitario haciendo inmensos descubrimientos, pero también estando justo en el centro de la historia a medida que se despliega el siglo XX”, graficó la actriz Emily Watson, que encarna a su segunda esposa.

Se trata de la primera ficción integral de la cadena sobre ciencia y naturaleza, que confió en Ron Howard para llevarla adelante. “El era un artista, un filósofo, un hombre realmente adelantado a su tiempo. Todos sabemos de su genialidad, pero no sabemos lo tan cerca que estuvo el mundo de no beneficiarse con su don. Esta serie es de interés humano y sobre cómo funciona la mente de un genio”, dijo el director. Howard, reconocido masivamente por su labor en Apollo 13 y El Código Da Vinci, había apadrinado para la misma señal el docudrama Mars y en esta ocasión toca algunas notas similares a las de otro de sus films más reconocidos: Una mente brillante. Sin llegar a los desmanes esquizoides de John Forbes Nash, al igual que en aquel film está la intención de proyectar el pensamiento en imagen y también la de cincelar la figura del genio incomprendido, que en este caso es el más carismático de la historia moderna.