Cierta actualidad dramática que atraviesa nuestro escenario político convoca, una vez más, a la expresión de Leopoldo Marechal acerca de que de todo laberinto se sale por arriba.

El desafío es acertarle a cuál es el “arriba” ése, sin caer en fraseologías ramplonas, placenteras y meramente embroncadas.

No importa el contexto poético en que Marechal incluyó la frase, sino lo provocativo de aplicarla debido a las circunstancias, aparentemente irresolubles, del conflicto que conoce todo el país. Pero que no todo el país sufre, en sus alcances geográfico-sanitarios inmediatos, porque lo involucrado es centralmente alrededor de un tercio de los argentinos: el del AMBA, con el pequeño detalle de que es desde allí donde atiende y se expande la influencia política.

Y el (presunto) Dios mediático, claro.

Neuquén y la zona del Alto Valle están sacudidas por un aprieto ya serio, que entrega imágenes impactantes, con colas de kilómetros, para proveerse de nafta. Pero es y será una lejanía, en la conciencia generalizada, si no afecta la provisión de combustible a nivel nacional y particularmente en Buenos Aires.

Si eso se produjese, los medios no hablarán de otra cosa del mismo modo en que, ahora, pareciera no haber más asunto, de ningún tipo, que el problema de las familias de los alumnos porteños, de los niños porteños desesperados por ir a clases presenciales y de los periodistas porteños que claman ante la generación de chicos analfabetizados por el kirchnerismo.

A continuación, se incurrirá en el error o carencia ortodoxamente imperdonable de no remarcar ni insistir con datos técnicos que, es evidente, sirven para solucionar nada.

A un lado, abunda el criterio empírico, del ámbito científico local y universal, demostrativo de que abrir las escuelas en medio de una ola de contagios imparable es una locura. Al otro, no se cansan de numerizar que en las escuelas pasa más poco que mucho. Y a esta altura, pretender que un lado atienda las argumentaciones del otro es casi inconcebible.

Lo anterior se afirma sin perjuicio de que, desde el viernes y clarificado que las cifras de contagios y muertos son escalofriantes, los grupos de choque mediáticos de la oposición exhiben cierto recule. Algunos de ellos, al menos. Cada vez que ponen al aire médicos, infectólogos, epidemiólogos, especialistas, terminan sin saber dónde esconderse. No encuentran uno solo que avale el machaque de dejar prácticamente todo abierto para resguardar la salud económica.

Acaban en el comentarismo indignacionista y en “los grupos de mamis” que se oponen a “los chicos como rehenes”.

No debería poderse ser demagógicamente tan berretas.

Los productos periodístico-televisivos (generalizando), sobre todo y sin entrarle a la cloaca de las redes que ese género magazinesco alimenta, cruzan el límite de lo insoportable.

No hay más que el griterío panelístico; que los conductores invariablemente sobresaltados; que ese histrionismo cursi sin, apenas, una dosis exigua de pensamiento crítico.

Vamos a entendernos: uno deja clara su posición, o eso cree, y adhiere a que el desacato del gobierno de la Ciudad frente al decreto presidencial es pasible de ser considerado un “golpe blando”.

Y a que los errores organizativos y comunicacionales del gobierno nacional son un yerro enorme.

Y a que la oposición está enfrascada en desestabilizar por la desestabilización misma, porque tampoco tiene un proyecto sustitutivo de aprovechamiento institucional con liderazgo político.

¿Aliento a una versión decadente del que se vayan todos, aprovechable por derecha y por quiénes? ¿Una casta empresarial unificada o enojada con cuáles fierros conductivos? ¿Bullrich de noche con cuatro gatos locos en Olivos? ¿Carrió angustiada, dispuesta a dar la vida encerrada en su Capilla del Señor? ¿El cordobesismo de Schiaretti? ¿La guitarra de lo que no sabe qué queda de los tristes radicales que siguen entregados a lo que no se sabe qué queda del PRO, para construir cuál narración de qué futuro?

Y se adhiere a que Larreta es Macri.

Todo que sí.

Pero es mucho antes descarga obvia que efectividad conducente. Confort periodístico y de foros entre convencidos. Confort intelectual, va de suyo.

Quitadas las pajas de esa maleza que convence a cada quien, se diría que hay algunos elementos de análisis que son ajustados al objeto de estudio.

· El Gobierno, sin perjuicio de la ¿anarquía? interna con que establece varias o muchas de sus resoluciones, y del grado de acuerdo que se tenga con ellas, resolvió tomarlas.

· El virus adopta decisiones por su cuenta y lo más probable es que se marche hacia restricciones más duras, sea en el AMBA o en todo el país segmentadamente.

· Mientras tanto, las vacunas sí están llegando.

· La prédica desesperada y desesperante de los medios de comunicación opositores no está en línea con una mayoría silenciosa, que no adhiere a lo que repudia la minoría intensa atendida por la prensa llamada hegemónica. Es lo que señalan, inclusive, las encuestas que factura la oposición. Se sobre-estima el influjo del fanatismo propagandístico de la derecha, lo cual es muy propio de quienes “vivimos” consumiendo información de los medios convencionales y estallando por sus operetas, carpetazos, provocaciones.

· En cualquier caso, no hay gobierno que valga si gobierna con lo que indica la temperatura de relevamientos y columnistas pagados por la oposición.

· Sería escandaloso que la Corte Suprema de Justicia dictaminara a favor del gobierno de la Ciudad pero, si así fuera, no habrá fallo de nadie que detenga al virus y lo determinante será la confianza social en el Gobierno, no en lo que la Corte decida. Fundamental: cómo se comunicaría el hecho. Cómo se apelaría al compromiso colectivo, siendo que, entonces sí, estaríamos frente a un golpe. Blando o duro, no importa.

· ¿No sería hora de instrumentar un comando sanitario unificado, en cabeza del gobierno nacional, que resuelva y administre como sólo puede hacerlo el Estado, de acuerdo con la información y poder de que dispone? ¿O acaso no está sucediendo que hasta los representantes mediáticos de la medicina privada claman por la ayuda estatal?

· ¿Y no sería hora de que el Gobierno trace un rumbo más claro, más firme, en torno de una épica esperanzadora en lo económico? Las vacunas llegan y continuarán arribando, y dentro de unos meses sería posible que se las reparta por doquier. Pero cuando ocurriera eso, pasará asimismo que lo determinante será el bolsillo popular.

A propósito del último punto, ¿de qué no se habla, mientras nos hacen hablar únicamente --o eso semeja-- del problema de la escolaridad porteña?

Además de cómo domar a los deformadores de precios, que tienen al Gobierno entre las cuerdas, no se habla de cuestiones estructurales como puja distributiva y concentración de la riqueza; Paraná o Hidrovía, y Aduana, desde donde se fugan cifras descomunales de divisas; recortes en las apropiaciones productivas en biocombustibles.

Si se tuviese claro cómo proceder e informar sobre temas nodales como ésos, entre tantos o tantísimos, quizá el cantar sería otro.

Hoy, resulta que, si el Gobierno se prende en el palo por palo contra la oposición respecto de la táctica frente al bicho, en el AMBA, es porque construye a un enemigo para ocultar su ausencia de estrategia en los ítems que deberían importar.

Pero si el oposicionismo construye a su enemigo, para encubrir que no le da el piné de alternativa de poder, resulta que no es porque desnuda su instinto contra las mayorías, sino porque le interesan los chicos, sus familias y la educación.

No todo, pero mucho del tiempo dedicado exclusivamente a contestarle a una oposición como ésta es el que se pierde para tomar medidas demostrativas de que se disputa el Poder. Y no de que sólo se ejerce el Gobierno.