La primera foto de Elliot Page en traje de baño dio la vuelta al mundo. Por un momento, sentí que viajaba en una máquina del tiempo a mi pasado y al año1997. No por la imagen, claramente, sino por los diferentes títulos y encabezados de los portales que dieron a conocer la feliz noticia. Sabemos que un buen encabezamiento es vendedor, de eso no hay duda; es más, hoy es muy fácil caer en esa trampa, ya que casi el 99 por ciento de los títulos en la web están hechos para conseguir tránsito en las páginas. ¡Con este tema la prensa hizo dulce!

La noticia era una celebración, una suerte de bautismo de su nueva vida. Sin embargo, lo que la mayoría de los medios no pudo evitar reproducir, además de la foto hermosa de Elliot sin remera dejando su pecho al descubierto con una sonrisa que expresa toda la felicidad que un ser humano podría acumular, fue el nombre que le asignaron al nacer: que, en algunos sitios, era lo más destacado en letras negras y resaltado. Elliot hace tiempo eligió ser él, ¿es necesario seguir colando un «ella» por la ventana?

En algunas páginas, la imagen de su nuevo cuerpo se mostraba, además, en contraste con otras fotos de su vida anterior. Mi pregunta es: ¿se trata de ignorancia o maldad? ¿Cuál era la noticia? ¿Elliot disfrutando por primera vez de su cuerpo en verano o que seguirá siendo Ellen pese a su decisión? ¿Lo hacen porque es una estrella de Hollywood? ¿No pueden hablar del tema sin hacer un show de su pasado?

La identidad siempre genera debate y opiniones, las nuestras más aún. La medicina podrá definir a Elliot como transexual; en su pasaporte dice «hombre», para muches es un hombre trans. Para mí, la prueba viviente de la libertad. Libre de cuerpo y mente, capaz de romper con la norma y modelo binario.

Pero esa libertad no nos rescata de estos ataques naturalizados «disfrazados de información». Nombrar a una persona trans-travesti con el nombre que le asignaron al nacer es violencia. Claramente todas las vivencias o experiencias son diferentes: algunes se ríen, a otres les molesta, o les es indiferente. Algunes prefieren no hablar o se refieren a elles como en mi vida pasada o en mi otra vida, el nombre «muerto». Todes tienen vivencias diferentes, alguna más complejas que las otras, pero con algo en común: el dolor.

Son viajes que se transitan de manera individual y cada une sabe cuan difícil o complicado fue cargar con un nombre que no te identifica.
Debo confesarles que en mi caso, tardé varios años en poder abrazar mi pasado. Hubo un tiempo en que quise matarlo o borrarlo para siempre de mi vida y mi mente. Trabajar desde chica en los medios de comunicación me expuso a opiniones y debates sobre mi identidad.

Con los años, aprendí a quererme y comprender que es parte de mi biografía, mi historia: soy, fui y seré en todas las etapas de ella. Hoy puedo nutrirme de mi vida anterior, gracias a ella estoy acá uniendo todas las capas que en algún momento estaban sueltas. Hoy están encuadernadas, las abrazo y puedo compartir mi experiencia, no me hace falta matar el pasado para construir mi futuro.

Mi rechazo no nació de la nada, leyendo los diferentes artículos sobre Elliot, reconocí el impacto que pueden tener estos actos si no estamos en paz con nuestro pasado. ¡Bienvenido Elliot! Disfrutá ese cuerpo que tanto soñaste y preparate, que esto no termina acá: a quienes no nos aceptan les encanta utilizar nuestros nombres asignados al nacer como agravios; es su manera naturalizada para tratar de adoctrinarnos, demostrar la superioridad jerárquica impuesta por el género binario y patriarcal, que busca separar en vez de integrar. ¡Que nada te detenga!

Hoy sos un referente que se expresa, piensa con su propio cuerpo y hace de su subjetividad una plataforma de transformación política.

No me olvido: ¿dónde esta Tehuel?