El domingo pasado se realizaron elecciones en Perú y en México, dos comicios claves para Latinoamérica. Una de las coincidencias más emblemáticas entre ambos, situación que se replica en otros países de la región, es la aparición de una izquierda popular. No se trata de la izquierda tradicional con eje en la lucha de clases, ni tampoco de la centroizquierda ni de la social democracia que canalizaría alguna voluntad de cambio.

Esta izquierda nacional y popular se manifiesta con particular claridad en México, representada en el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) creado por López Obrador quien abandonó el PRI en su momento, el histórico partido revolucionario, al haber claudicado éste en sus principios fundacionales, y creó con otros el PRD del que también se retiró por su adecuación al sistema político tradicional. En Perú, con la candidatura del profesor Pedro Castillo, también en Chile, con las luchas que protagonizaron los sectores más marginados y los estudiantes por fuera de las estructuras tradicionales de la izquierda y el progresismo y que culminaron con el llamado a una nueva constituyente, que remplace la que tiene ni más ni menos que la que tiene 40 años y se hizo a voluntad de Pinochet y no pudo ser cambiada ni siquiera durante los gobiernos socialistas. También en Colombia, donde aparece en la resistencia un fenómeno similar.

En México, el MORENA y sus aliados enfrentaron a la alianza de los partidos tradicionales (PAN-PRI-PRD) siempre enemigos y unidos para esta ocasión. López Obrador y sus aliados le arrebataron a la oposición 10 gobernaciones y controlarán de esta forma 16 estados, es decir, la mitad del país. Se trata de un avance territorial inédito para un partido gobernante en las elecciones de medio término. También triunfaron en las elecciones para diputados obteniendo 280 bancas sobre 500, manteniendo la mayoría en la cámara de diputados.

En Perú aconteció el épico triunfo del profesor Pedro Castillo, quien será el próximo presidente. Un dirigente sindical que condujo una huelga docente en 2017 que conmovió al Perú, en contra de la conducción del gremio. Un líder de las rondas campesinas, una formación tradicional de los Andes de autodefensa ante el abandono del Estado y que aplica muchas veces la justicia comunitaria. Castillo se reivindica mariateguista, siguiendo los conceptos del dirigente comunista que planteara mirar el marxismo con ojos latinoamericanos. Integrante de una izquierda plebeya, rural, que representa a una parte muy importante del pueblo olvidado, menospreciado, ignorado, humillado y que padece una pobreza estructural.

Este panorama, para ser completo, debe entenderse en el marco en que se produce: los pueblos latinoamericanos están luchando fuertemente contra las medidas neoliberales. Esa lucha que empezó a cristalizarse en Chile, y que seguramente se transformará en una nueva constitución para dejar en el pasado a la pinochetista, y que del mismo modo se advierte en las masivas movilizaciones actuales en toda Colombia. Pero, además, tiene un punto neurálgico en el creciente desprestigio de Bolsonaro, en un Brasil con la certeza de que Lula será candidato y su muy posible vuelta a la presidencia.

Por supuesto que estamos en situación de plena pelea. Y se registra frente a las derechas que aprendieron a ir unidas. A no cometer los errores que a veces se producen en los movimientos populares al transitar por caminos de disgregación, confundiendo eventuales aliados, o, incluso, adversarios con enemigos.

El gran desafío será que el movimiento popular esté a la altura de enfrentar esta nueva gran posibilidad que se abre en Latinoamérica. Con unidad, con inteligencia, con amplitud y con generosidad.

Presidente del Observatorio de la Democracia del Parlasur