Argentina frente a Brasil, Lionel Messi frente a Neymar. Y entre medio, la final de la Copa América. El espectáculo está servido y uno de los partidos más grandes del planeta sucederá este sábado desde las 21 en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, con el arbitraje del uruguayo Esteban Ostojich y una expectativa muy similar a la que despiertan las definiciones de los Mundiales. 

En algún tiempo no demasiado lejano, el fútbol argentino miraba con cierto desdén la competición continental. Técnicos, jugadores, un sector del periodismo y millones de hinchas creían que lo único que importaban eran las Copas del Mundo y que todo lo demás, era un anticipo de la máxima cita. Pero hace 28 años, desde aquella lejana Copa América de Ecuador de 1993, que la Selección Mayor no gana un título. Y sería un golpe histórico contundente hacerlo de visitante ante Brasil, el gran favorito, el que alzó la Copa en las últimas cinco finales que disputó y el que salió campeón cada vez que jugó de local. La vara de la exigencia está puesta muy a lo alto y acaso por primera vez en lo que va del torneo, el equipo que dirige Lionel Scaloni saldrá a la cancha sin el rótulo de candidato. Pero es una final a partido único. Y todas las cartas están en el mazo, listas para ser jugadas en el momento preciso.

Además, de nuestro lado está Messi. Golpeado y gastado (es el único jugador de la Copa que participó de todos los encuentros). Pero con un voraz hambre de gloria. A los 34 años, el supercrack rosarino sabe que esta Copa es, quizás, su última gran oportunidad de salir campeón con la Selección Argentina. Y ha dejado todo con tal de llegar hasta aquí. Después de un Mundial decepcionante en Rusia 2018 y de un desempeño apenas regular en la anterior Copa América de Brasil en 2019 de la que se fue sin haber marcado un gol y enfrentado con la Conmebol, Messi ahora ha sido decisivo. De los 11 goles anotados por la Selección, hizo cuatro (dos de tiro libre, uno de penal y otro de jugada) y asistió en otros cinco. Y no sólo eso: plenamente consciente de su liderazgo futbolístico y emocional, que lleva adelante sin gestos grandilocuentes, también ejerció influencia en el equipo dentro y fuera de los campos de juego.

Es un anhelo argentino verlo a Messi pasadas las once de la noche, levantar la Copa América en la cara de los brasileños y ganar un título con la Selección. Será una emoción muy potente. Pero no resultará sencillo lograrlo: Brasil es un equipo sólido, sobrio, muy bien puesto en la cancha, con jugadores de clase mundial y un supercrack como Neymar, que también buscará consagrarse como el mejor de la Copa y que enfrentará Messi por quinta vez en su carrera. Pero de ninguna manera es invulnerable. Empezó arrasando a Venezuela (3 a 0) y a Perú (4 a 0). Después, le costó: le ganó 2 a 1 a Colombia en el descuento, igualó 1-1 con Ecuador y derrotó ajustadamente por 1 a 0 en los cuartos de final a Chile y en la semifinal a Perú.

Los brasileños saldrán a hacer lo de siempre: tratarán de manejar la pelota e imponer las condiciones del juego. Y habrá que ver como se acomoda Argentina a la novedad. En los primeros encuentros, su astuto técnico Tite se dio el lujo de plantar cuatro delanteros. Pero luego de la expulsión de Gabriel Jesús ante Chile, puso a Lucas Paquetá de volante y armó un 4-3-3 más equilibrado. Cómo lo marcará la Argentina a Neymar es una incógnita. Como lo tomará Brasil a Messi es otra. Allí estará una de las claves esenciales del juego.  

Tampoco deberá el cuadro de Scaloni incurrir en esas caídas de tensión que tan comunes le han sido en los segundos tiempos. De sus once goles en lo que va de la Copa, la Selección anotó ocho en la etapa inicial y apenas tres en la segunda, en la que por lo general ha resignado la posesión de la pelota, se ha retrasado en la cancha y ha elegido aguantar las diferencias cerca de su área. Especular ante Brasil no parece la mejor opción, pero tampoco exhibe la Selección energía física y mental de sobra como para sostener el ritmo del partido durante tramos demasiado largos. Es un problema, sobre todo si llegara a haber un empate al cabo de los noventa minutos y hay que ir a un alargue.

Si las rachas están para ser rotas, Argentina debe pulverizar algunas en su contra: perdió las últimas cuatro finales de Copa América que jugó (2004 y 2007 ante Brasil, 2015 y 2016 con Chile), las tres últimas con Messi en la cancha. Y no le gana a los brasileños de visitante desde 1998 (1-0 con gol de Claudio López también en el Maracaná). Brasil por su parte, se impuso en las cinco definiciones continentales anteriores que disputó. Pero los partidos hay que jugarlos. Y esta es una final: con la Copa América de por medio, Messi y Neymar frente a frente. Y la Historia por delante.