Cada vez que una nueva puesta de Shakespeare se suma a la cartelera, la pregunta que aparece casi por inercia entre periodistas, críticos y espectadores es: ¿qué es lo que este clásico tiene para contarnos sobre la actualidad? Con Habitación Macbeth, la puesta que Pompeyo Audivert dirige y protagoniza desde inicios de este año en el Centro Cultural de la Cooperación, queda claro que esa cuestión tal vez no sea la central para pensar las obras del autor que se volvió sinónimo del Teatro (en mayúsculas), aunque Macbeth tenga mucho para decir sobre la ambición y la sed de poder del hombre contemporáneo. Sobre Shakespeare se escribieron miles de ensayos y tesis de doctorado, pero lo que hay en escena, más allá de la inmensidad del aparato teórico que se montó sobre cada una de sus obras, son textos poderosos, hilados por frases que podrían ir directo a una remera, o a miles de remeras, para pensarlo en términos bien contemporáneos. Un Shakespeare bien actuado es como un Beethoven bien interpretado: jamás vencen su belleza ni su poder de estremecernos.

El vínculo de Pompeyo con Shakespeare nació y se hizo fuerte hace casi tres décadas, cuando fue convocado por Ricardo Bartís para protagonizar Hamlet o la guerra de los teatros en el San Martín, en una versión muy recordada en la que Alejandro Urdapilleta hacía de Polonio. Por entonces, Pompeyo ya daba clases en el Estudio Teatro El Cuervo, y con sus diferentes grupos comenzó a trabajar muchos textos del autor inglés, no tanto para montar escenas completas sino como punto de partida poético “para inspirar asociaciones e incitar las propias fuentes actorales de los alumnos”. Muchos años y varias obras de Shakespeare más tarde –un Rey Lear dirigido por Jorge Lavelli, también en el San Martín y, antes, otro Hamlet dirigido por él en el por entonces Callejón de los deseos–, Pompeyo empezó a proponerles a los alumnos que actuaran varios personajes o voces de alguna obra a la vez. Así, empezó a tener ganas de actuar una obra en la que él mismo pudiera desplegar esa posibilidad. 

No dejaba de ser un plan a futuro (“un propósito que nunca cobraba más vuelo que el de la fantasía”, dirá Pompeyo) hasta que la pandemia obligó a cortar cualquier encuentro con otros. En ese momento, que primero fue de silencio y después de búsqueda, se unieron dos deseos que hasta entonces venían germinando en canteros separados: hacer un Shakespeare y hacer un unipersonal. “Durante las primeras semanas de aislamiento empecé a pensar cómo sobrevivir sin perderme en la angustia y comencé a escribir una obra, pero no me gustó y la abandoné. Yo ya estaba empezando a trabajar en una versión de Macbeth para cinco o seis actores, y me di cuenta de que lo que quería hacer era la adaptación del texto para un solo actor”. Para ese entonces, Pompeyo se había refugiado en una casa de Mar del Sur. Tenía el bosque y la playa a mano para hacer caminatas largas, para poner el cuerpo y la letra en movimiento. Ahí, en ese gran escenario natural de ensayo, el texto –que había reescrito y moldeado a su gusto– se fue templando y volviéndose propio. Hasta que, llegada la primavera del año, pudo volver a Buenos Aires a ensayar su proyecto de obra junto a Claudio Peña, el músico que lo acompaña en escena.

La adaptación del material no solo consistió en volver a los distintos personajes de la tragedia shakespereana pasibles de ser interpretados por una sola voz. También hubo un trabajo de reescritura más minucioso, guiado por un mecanismo que Pompeyo ya entrenó en otros trabajos. “No sé bien cómo llamar eso que hago con los textos”, se sincera. “Pero lo hice cuando adapté Muñeca, de Discépolo; con Trastorno, basada en El pasado de Florencio Sánchez y cuando trabajé con El desierto entra en la ciudad, de Roberto Arlt, que devino en La farsa de los ausentes. En general, respeto las cualidades de los textos pero intensifico algunas características, hago estallar algunos sentidos”. Lo primero que hizo cuando se decidió por adaptar Macbeth fue comprar o pedir prestadas todas las traducciones al español. “Me di cuenta de que, por lo general, las traducciones de las que disponemos no son muy buenas. Algunas tienen algunas partes que son muy valiosas, otras tienen otras. Ahí comencé a meter mano, siempre a favor de los mismos sentidos de la obra, pero volviéndolos, digamos, un poco más míos. Y después también empecé a jugar con la intertextualidad, buscando hacer pie en otros autores que me interesan”.

Uno de esos autores con los que dialoga especialmente Habitación Macbeth es Beckett: aunque no aparece de forma explícita, el irlandés está presente desde el marco que Pompeyo se imaginó para esta puesta. Él lo explica de esta forma: “El personaje que yo interpreto –y que, a su vez, interpreta la tragedia Macbeth–, es Clov, el sirviente de Hamm en Final de partida. Clov es de esos personajes bien beckettianos que no saben quiénes son, ni dónde están, ni de dónde vienen ni hacia adónde van”. Los espectadores que no hayan leído el programa de mano quizá nunca se enteren de este andamiaje simbólico que sostiene Habitación Macbeth, pero para Pompeyo esta idea de cruzar a ambos autores empezó a cobrar mucho sentido: “Ese personaje que vemos en escena es una suerte de sobreviviente de un mundo que se ha derrumbado, de un mundo que está extinguiéndose. Solo queda una especie de páramo. Al lado, una fogata y unos actores que se deben a un escaso público para el que parecen estar actuando. Este Clov representa Macbeth, una y otra vez, saltando de personaje en personaje”. La idea de Pompeyo es que el público se vaya del Centro Cultural de la Cooperación habiendo visto la tragedia shakespereana, pero también habiendo visto otra cosa: una obra sobre la maquinaria teatral, sobre la representación, y sobre las identidades ocultas que habitan dentro nuestro y algún día, por suerte o por desgracia, son activadas por fuerzas sobrenaturales. Algo parecido a lo que hace el teatro con los actores, podría decirse.

Habitación Macbeth puede verse los sábados a las 20 y los domingos a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543). Valor de las entradas: $1000.