“De estas calles que ahondan el poniente,

                           una habrá (no sé cuál) que he recorrido

                            ya por última vez, indiferente

                            y sin adivinarlo, sometido…”

                                                        “ Límites”, de Jorge Luis Borges.


Sabemos que nuestra libertad está restringida desde que nacemos, no elegimos a nuestros padres ni nuestro código genético, ni el día de nuestra muerte, ni las múltiples contingencias de nuestro destino. Sin embargo, hoy más que nunca se reivindica una libertad sin ambages, fuera de cualquier tipo de condicionamiento, exenta de influencias, ignorante de sus límites. Se repudian así las determinaciones que exceden el campo de las elecciones yoicas: desestimación del inconsciente, negación de la extimidad del cuerpo, increencia relativa a la muerte etc. Tales rechazos se alistan con las premisas liberales relativas a considerar al Estado como un organismo de coerción respecto a las libertades individuales. Es que como bien lo desarrolló Aníbal Leserre[1], el neoliberalismo cual Hidra no solo se reproduce, sino que tiene un poder omnibarcante con incidencia en nuestra clínica. Actualmente, se hacen muy patentes tales utopías cuando en medio del pico de la pandemia del covid que nos acecha se enarbola una libertad limitada supuestamente por el gobierno. Vemos en esa suerte de empuje colectivo a celebrar reuniones, sacarse el barbijo, estrechar los cuerpos desmintiendo la realidad del virus, la manera en la que la voz de la libertad no es más que el empuje a gozar bajo la orden del superyó epocal. Allí donde el sujeto se cree libre, es allí donde está más sujetado.

Máximas liberales son a veces levantadas por los mismos movimientos progresistas, que tiran por tierra cualquier determinación atribuyéndola a un pasado que debe ser superado. Fue Lacan quien supo advertir que la consigna “tu cuerpo es tuyo“ marcaba las nupcias de liberalismo con la ciencia.

“...en el impulso del: tu cuerpo es tuyo, en que se vulgariza hacia principios de siglo un adagio del liberalismo «la cuestión de saber si por ignorar cómo ese cuerpo es considerado por el sujeto de la ciencia, se tendrá el derecho de dividirlo para el intercambio». [...]"[2]

Bien distanciado de estas proclamas, Lacan estimó que lejos de ser nuestra propiedad, el cuerpo es ese extraño que nos habita y que puede en ocasiones “levantar campamento”[3].

Un adolescente comienza a explorar el mundo gay bajo todas las ofertas que surgen vía internet, tiene relaciones sin preservativo, no solo no se inquieta por el posible contagio de enfermedades de trasmisión sexual, sino que las reivindica en nombre de la entrega absoluta. “Quiero libertad total en el sexo” --me dice--, sabiendo lo que esa afirmación tiene de desafío. Pasa de una relación a otra experimentando --según sus palabras-- el placer en el vértigo de no quedar ligado a nadie. Su cuerpo de joven vegano esbelto y asexuado con una extraña belleza andrógina, anoréxica de carne, se contrapone con las prácticas tan dark a las que se expone. Súbitamente una infección urinaria pone un freno a sus aventuras callejeras, le digo que la libertad total es imposible. ¿Es entonces lo real del cuerpo o las insospechadas consecuencias de los actos, aquello que hoy funciona como un tope a las quimeras de la ausencia de lindes? Es la pulsión de muerte desamarrada la que se juega en nombre de... la libertad. Justamente Freud[4] dijo que lo que detiene su desenlace letal son las ligaduras del Eros. No deja de ser extremadamente sugerente que Thánatos se asocie al desasimiento, a la desatadura, a la desunión ya que estos son, a veces, los valores que evocan muchos sujetos de nuestro tiempo: el no compromiso, el no quedar ligado a nada. Se trata sin duda de la figura que toma el superyó como imperativo de goce y cabe recordar cómo Freud localiza en esas exigencias el puro cultivo de la pulsión de muerte[5]. Ese imperativo produce una licuefacción de los lazos, por ello Gustavo Dessal[6] considera que el amor líquido significa mucho más que abordar los efectos que la hipermodernidad ha tenido en los vínculos sociales, ya que designa la desintrincación pulsional, es decir el triunfo de Thánatos sobre Eros

Han[7], --seguramente inspirado por el psicoanálisis-- afirma que en la actualidad las coacciones ya no son tanto externas sino internas, y que estas se ofrecen como libertad, así la sociedad de rendimiento es la de la autoexploración. En el caso antes descripto, esos imperativos son los que llevan al joven a vivir nuevas experiencias, más y más, creyendo... que es libre.

Este caso muestra que es solo a partir de las consecuencias que pueden tener tales prácticas donde surge un límite al todo es posible. Tiene aquí vigencia hoy como ayer el principio que hace a la ética del psicoanálisis, que es siempre el de las consecuencias y no el de las intenciones. Sabiamente Miller[8] contrapone esta política a la del alma bella que es la de la buena fe, la del juicio primero, la del yo --diríamos-- como única instancia. Goethe, en Confesionesde una alma bella, introdujo este término en la historia moderna, pero fue Hegel quien, desde una perspectiva radicalmente crítica, desbrozó los caracteres esenciales de esa figura romántica de la conciencia:

“Es, pues, aquella parte de la figura del espíritu cierto de sí mismo que permanece quieto en su concepto y que se llama alma bella”[9].

Ciertamente tal quietud del espíritu al que se refiere el gran filósofo alemán indica la cerrazón del concepto en el Jucio primero, tal como lo señala Miller. Los efectos de los actos abren una dimensión que trastoca a la intencionalidad yoica y que conduce al Juicio final[10]. ¿Serían hoy sus consecuencias lo único que pondrían un límite a las quimeras de la libertad?

Silvia Ons es psicoanalista.

Notas:

[1]Leserre,A., (2019) La hidra neoliberal, Bs.As., Grama

[2]Lacan J., «Alocución sobre las psicosis del niño», Otros Escritos, Paidós, 2012, p. 389.

[3] Lacan, J., (2006) El Seminario, Libro 23, El sinthome Bs.As., Paidós, p. 64

[4] Freud, S., (1976): “Más allá del principio de placer” , t. XXIII en Obras Completas, Bs.As., Amorrortu

[5] Freud, S., (1976)” El yo y el ello” opt.cit. p.p., 53-54

[6]Dessal, G., Bauman, Z., (2014) El retorno del péndulo, Bs. As., Fondo de Cultura Económica

[7]Han, B-Ch,(2016) Topología de la violencia. Barcelona, Herder

[8]Miller, J. A., (1999) Política Lacaniana, Bs. As., Colección Diva,p.p. 101-4

[9]Hegel, G. W. F., (1987) Fenomenología del espíritu, México, Fondo de Cultura Económica, p.464

[10]Miller, J. A., opt.cit