La historia de amor de Paolo y Francesca, constituida en leyenda medieval, ha repercutido en la cultura de distintas formas, en la literatura, en la pintura, en la escultura y en la música. En la literatura la inmortalizó el grandísimo Dante Alighieri en la Divina Comedia, innumerables pinturas recrean desde el beso y el encuentro amoroso hasta el momento en que son descubiertos en su amor por el marido de ella, Lucciato de Malatesta Señor de Rímini, quien inmediatamente los mata a ambos por su infidelidad y deslealtad. De Chaikosky podemos deleitarnos con su poema sinfónico Francesca de Rímini, o también con la Ópera de Serguéi Rajmaninov que lleva el mismo nombre, entre otras composiciones.

El famoso beso de Auguste Rodin en su escultura harto conocida los representa a Paolo y Francesca, éste era el nombre original y luego lo cambió por “El beso”. Es decir han ocupado en la cultura un lugar relevante aunque quizás no tan conocido como el Romeo y Julieta de Shakespeare.

La historia transcurre en el siglo XIII, en la segunda mitad y comienza cuando a Francesca, adolescente, su padre la prepara para desposarla con el Señor de Rímini, no muy agraciado a los ojos de Francesca. Lo de siempre, ella decae, adelgaza, pero finalmente contrae enlace y se dirige a Rímini, desde su lugar de origen en Rávena. En palacios vive también Paolo, hermano de Luciatto, mucho más agraciado que su hermano, conversador, y diestro en las justas deportivas de la época.

En aquella época uno de los divertimentos que contribuían a pasar los inviernos y quizás también otros momentos del año, era la lectura, especialmente de los libros de caballería, que dos siglos antes habían alcanzado gran divulgación como aquellas historias del Rey Arturo y sus caballeros, o también la historia del Lanzarote del Lago. Época también de la poesía del amor cortés y de los cátaros.

El hecho es que la lectura de las aventuras de Lanzarote y de sus amores con Ginebra, es decir otra historia de amor, no pudieron evitar una mirada y luego el beso prolongado que llevó al abandono de la lectura en lo sucesivo. Hasta que el Señor de Rímini, marido y hermano respectivo, los descubre y los mata.

Allí comienza otra historia que es la que nos va a relatar Dante Alighieri en su Divina Comedia, escrita también en el siglo XIII, también un enamorado de su Beatrice que se pasea al borde del río Arno en la bella Florencia, por el Pontevecchio, con sus damas de compañía a la vista de él, prendado al mirarla.

Cuando el Dante en el Canto Quinto de la Divina Comedia desciende, guiado por su admirado poeta romano Virgilio, a los infiernos, al Círculo Segundo donde moran los que han cedido al pecado de lujuria, ve que todos los que allí se encuentran son permanentemente y sin descanso llevados por un vendaval que no se detiene en su rugido y en su velocidad y que consiste en el castigo perenne al que están sometidos. Pasa por Semíramis, por Cleopatra, por Helena, por París y Tristán, por Dido, hasta que se detiene en dos que van juntos siempre y le dice a Virgilio que los detenga unos instantes que quiere hablar con ellos dos. Se detienen entonces Paolo y Francesca y le pregunta “¿Qué deseos, qué dulce pensamiento, les trajo un fin tan malhadado?” “¡Oh Francesca! ¡Tu martirio me hace llorar con profundo sentimiento!".

Y le pregunta curioso: “¿Cómo te dio el Amor tímido acuerdo, qué abrió al deseo de tu seno el lirio?” Y Francesca le contesta: “Leíamos un día, en grata hora, del tierno Lanceloto la ventura” (su amor con Ginebra). ¡Nuestros ojos durante la lectura se encontraron: perdimos los colores… la boca me besó, todo tremante… ese día no leímos adelante!”. Cuando Francesca le cuenta esto el Dante cae desfallecido, casi como muerto.

Me detengo aquí para destacar solamente la pregunta que le dirige Dante, acompañado de Virgilio a Francesca, “¿Cómo te dio el Amor el acuerdo para abrir tu deseo?” Con su pregunta apunta no tanto al deseo sino a la causa del deseo, es decir al goce del lirio en el cuerpo.

 

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