Otra de su grandes instalaciones fue la que montó en Buenos Aires en 2012, Migrantes, en el Hotel de Inmigrantes, exposición organizada por la Universidad Nacional Tres de Febrero (Untref), con curaduría de Diana Wechsler.

La sintonía del historia y al función del Hotel de Inmigrantes con la obra del artista francés era completa, porque conforma los núcleos de interés que desarrolló Boltanski a lo largo de gran parte de su carrera: la memoria, el tiempo, el factor biográfico y autobiográfico, la vida, la muerte.

Eran relativamente pocas las clases de elementos que utilizó Boltanski para aquella enorme escenificación: máquinas de humo, grabaciones de voces y susurros, decenas de luces tenues con lámparas incandescentes u otros sistemas más sofisticados (la iluminación y, especialmente, la penumbra, forman parte del lenguaje de sus obras), ropa, tela, sillas... y un uso poético de los objetos que ya estaban presentes en el edificio (como las camas, entre otros).

La puesta en escena, al modo de un espectáculo de luces y sonidos, evocaba de un modo fantasmagórico (a través de la presencia/ausencia por indicios) la historia y la función del lugar. Aquello que fue un hotel durante la primera mitad del siglo XX y se ha transformado en un monumento histórico cuya función ahora se corresponde con la del museo y el archivo, bajo la mirada de Boltanski se recupera en clave de ensoñación lo que fue hace cien años.

El edificio tiene un inmenso comedor y otros salones en la planta baja, mientras que en las tres plantas superiores (de cien metros por veintiséis) hay cuatro enormes dormitorios en cada una, donde se albergaba a 250 personas. En total el edificio hospedaba a tres mil personas por vez: todos inmigrantes recién llegados al país.

La ida del hotel suponía tiempos de espera; de localización de equipajes, de gestión de documentos... cruces de historias compartidas durante el viaje en barco (generalmente desde puertos europeos), la mezcla de idiomas y culturas; la búsqueda de trabajo; los aprendizajes a toda velocidad del nuevo idioma, de oficios varios, apropiados para la nueva circunstancia; el deseo de una vida nueva y la memoria, muchas veces dolorosa, del pasado inmediato que se estaba dejando atrás. Momentos de cambio y excepcionalidad, momentos de tiempo en suspenso, combinaciones de vidas particulares y fenómenos sociales. Todo esto se vislumbraba en la puesta en escena de Boltanski.

“Tomando como punto de partida los archivos históricos que registraron cada uno de los migrantes que llegaron a nuestro país, albergados en el edificio –explicaba la curadora–, se escucha una serie de más de quinientas voces que de manera simultánea y sucesiva, desde distintas fuentes, dicen en el idioma de origen del migrante: nombre y apellido, edad, ocupación y fecha de llegada, datos que proceden del archivo. Este ‘susurro’, acompañado por una atmósfera neblinosa, tenuemente iluminada, introduce al visitante en una experiencia que lo conecta con la memoria y el pasado de nuestra sociedad y a la vez con el de la propia historia. Dos instalaciones luminosas con juegos de sombras y otras con fotos sobre telas, abrigos, sillas antiguas y otros materiales contribuyen a hacer presentes a aquellos que por allí alguna vez transitaron e invitan también a pensar la cuestión de las migraciones en la actualidad.”

Era una obra para ser recorrida, una experiencia en sintonía con la historia del lugar, que inevitablemente generaba un efecto fuerte en los visitantes.

* Boltanski participó en ediciones anteriores ediciones de Bienalsur. Su proyecto Animitas intervendrá la Pinacoteca Vaticana y Les disparues, en el Museo Caraffa, de Córdoba, forma parte de la edición 2021de Bienalsur, que se celebra actualmente, hasta diciembre, en 23 países.