Arranquemos con un resumen ejecutivo del contenido de esta columna. El oficialismo, el presidente Alberto Fernández en persona, incurrió en una conducta indebida, contraria a su prédica y a la normativa que impulsó. El hecho es grave, resiente la legitimidad del gobierno. No lo excusan ni compensan mentiras anteriores, inconductas o inconsistencias de Juntos por el Cambio (JxC) porque esta denuncia es veraz. Y la principal agraviada por el daño cometido es la gente común.

La magnitud del impacto electoral es impredecible faltando un mes para las Primarias Abiertas (PASO) y tres para las generales en las que participará más gente y en las que cualquiera puede modificar su voto anterior. Todo indica que la ciudadanía tendrá ese tema en la cabeza en el cuarto oscuro, claro que como parte de una agenda vasta que el Frente de Todos (FdT) tratará de robustecer y los cambiemitas de jibarizar.

El impulso al juicio político constituye un simulacro de baja calidad institucional, berreta, cuya sola función es aumentar la repercusión de lo sucedido. La oposición carece de legitimidad (vocablo que se repetirá en la columna) para promoverlo.

La fiesta de cumpleaños de Fabiola Yáñez en la residencia de Olivos en julio de 2020 coincidió con tremendas restricciones para los ciudadanos. Algunas subsisten, cada vez menos. Pero está vívido el recuerdo de pérdidas, limitaciones, despedida de seres queridos sin velatorio, encierros, perjuicios económicos, psicológicos o emocionales por la cuarentena.

En julio de 2020 el presidente se explayaba sobre la necesidad de no salir, de guardarse, de evitar encuentros sociales. De padecer privaciones para precaver los males mayores, el virus. Era una primera etapa con mensajes serenos, filo paternalistas, emitidos en compañía de gobernadores de todos los signos políticos. Didáctico, persuasivo y federal, escribió este cronista en aquel entonces y refrenda hoy. Una ventaja o imposición de publicar todas las semanas es contar con un archivo del que se pueden repasar muchos conceptos suponiendo que conservan vigencia, amoldándolos a la irrupción de lo inesperado. Quizá el mayor gol en contra cometido por Alberto Fernández desde que asumió, seguro el máximo en esta campaña.

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Explicaciones y vacíos: Los silencios o sarasas parciales duraron poco. La velocidad de la comunicación, la pluralidad de emisores, las redes sociales, aceleran esos episodios. La respuesta presidencial – que llegó pronto-- será el eje del debate y de las acciones judiciales ya lanzados.

Alberto asumió que el hecho no debió ocurrir, prometió que no se repetirá. No pronunció las palabras “perdón” o “disculpas”, acaso necesarias, seguramente lo hará en otras intervenciones. Explicó que “mi querida Fabiola” promovió el brindis. Protagonistas y tuiteros “del palo” coincidieron por una vez con la opo: los dichos fueron insuficientes. No se trató de un brindis sino de una reunión larga. El intríngulis no es “la foto” sino el acontecimiento reflejado: no una pose, un hecho.

La revelación perjudica al Frente de Todos, sus banderas, sus políticas. Partidarios convencidos  y fieles desplegaron críticas. Entre muchas intervenciones destacamos la del sociólogo Daniel Feierstein en La Tecla Eñehttps://lateclaenerevista.com/a-proposito-de-un-cumpleanos-no-tan-banal-los-atributos-del-poder-y-el-acecho-de-la-antipolitica-por-daniel-feierstein/

Faltaron empatía, respeto a las reglas. Como dato menos pesado pero notorio: medió un nivel de amateurismo político en el desarrollo de la historia desde julio del año pasado hasta ahora mismo.

El traslado de responsabilidad a Yáñez no exime al presidente ni suena bien. Acotación lateral, tomada de un tuit de la académica Ana Correa: “en serio creo que es oportunidad para sacar la figura de primera dama, como se hizo en otros países. El vínculo de sangre o sentimental no puede crear ningún privilegio ni tener representación política. Se alimentan estas cosas”: Soledad Quereilhac, cuyo esposo es el gobernador Axel Kicillof, planteó el dilema antes de asumir. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se autodesignaba “primera ciudadana” durante el mandato del fallecido presidente Néstor Kirchner. Hay un problema con ese rol, a partir de su propio nombre, reminiscencias patriarcales apenas para empezar.

Volvamos al núcleo. La bomba estalló cuando el oficialismo parecía ir surfeando en la casi totalidad de las campañas (hay 24 distritales que se conjugan en una nacional) mientras la oposición se enfrascaba demasiado en internas, pavadas. El regreso del ex presidente Mauricio Macri le sumaba un incordio. El recuerdo de su gestión de gobierno todavía gravita, “Mauricio” es piantavotos…

El cumpleaños en Olivos le llovió como maná a una opo con escasos kilates, nada que prometer, internismo irresuelto. Son las leyes del juego, un regalo del oponente.

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Vasos comunicantes, fantasía compartida: Las dos coaliciones que polarizaron los últimos comicios comparten una hipótesis, tal vez un sofisma o una fantasía. Contarían con un capital político compartido, onda 70 u 80 por ciento de los votos, que se pueden traspasar a una a otra al vaivén de las circunstancias. Suma cero, sin evaporaciones.

Las estrategias de ambas alianzas se asemejan en eso: centrarse en el rival para succionarle los votos que se van por vasos comunicantes. Mecanicista la lectura, tal vez errada. JxC ataca ahora, va por el juicio político y por las porciones de pizza que engulle el precandidato Diego Santilli. Minga de propuestas, de diferenciaciones con otros partidos que le disputan electorado (las derechas de Javier Milei y José Luis Espert), ninguna introspección sobre el devastador legado de Macri.

A su vez, el FdT sostiene los ejes de su campaña (vacunación, recuperación de industria y medidas cotidianas, coyunturales para mejorar el consumo) y señala la herencia macrista como réplica a las denuncias contra la fiesta de cumpleaños. Remachan la mala fe de la vindicta contra Alberto-Fabiola, “¿qué hiciste tú en pandemia, Horacio o Mauricio?”.

En una de esas la pelea en el barro enloda a los dos contrincantes, hace invisibles sus diferencias para sectores crecientes del electorado. Dirigentes políticos que se enzarzan tras muchos años de sucesivas administraciones. Años aciagos para la economía, la salud, el bienestar cotidiano, algo parecido a la vida normal. No es un pronóstico certero pero sí una posibilidad.

Medido en bancas es factible (jamás seguro antes de la votación) que terceras fuerzas engorden en detrimento de las mayoritarias enfrascadas en su conflicto. Las mencionadas de derecha, el Frente de Izquierda unidad y otras de izquierda. Partidos provinciales que gobiernan sus territorios o que lo hicieron (Movimiento Popular Neuquino o socialismo santafesino entre otros ejemplo). Los otros también juegan, podrían sacar tajada del maniqueísmo de las mayorías.

Otro riesgo acecha al sistema democrático, más preocupante si se quiere. El crecimiento de la apatía y la abulia ciudadanas que podrían transferir adhesiones pero también restar participación, una de las virtudes tradicionales del sufragio universal y obligatorio electoral. Hay aroma a descenso de concurrencia en las PASO acrecentado por las exigencias y protocolos de la pandemia. En las generales siempre participa más gente.

Un voto en blanco expandido y/o una merma significativa en la asistencia serían malas nuevas. El clásico caldo de cultivo para la llamada “antipolítica” que admite matizarse con el repliegue ciudadano, acaso pasivo. El rechazo a “los políticos”, como identidad.
La expresión “clase política”, muy socorrida en el periodismo vernáculo, fue concebida por el estudioso italiano Gaetano Mosca allá por la década del 30 del Siglo XX. Mosca, un conservador enemigo del sufragio universal, postulaba con finos argumentos que en todo régimen político la actividad de gobernar es concentrada por “una clase especial (…) una escasa minoría ante la masa de gobernados a la que se impone”. Mosca desdeñaba (como poco subestimaba) las diferencias entre los regímenes supuestamente democráticos y los aristocráticos puntualizando que en todos una pequeña elite domina a las masas. Italiano él, sus argumentos fueron retomados y potenciados por el naciente fascismo al que el hombre se opuso sin mayor fortuna. El vocablo “clase”, es casi superfluo destacarlo, también discutía con el relato marxista.

Cuando en estas pampas se hace prosa (sin saberlo) con Mosca, se pretende sindicar a la dirigencia política como un conglomerado aislado de la sociedad, una casta. Un razonamiento sofisticado y hasta ambiguo deviene (manes de la comunicación de masas) en un sambenito simplote, numerosas veces cualunquista o trivial. A veces como en esta semana los dirigentes democráticos parecen consagrados a fomentar esta crítica a menudo taimada.

La despolitización, el repliegue al individualismo, el rencor hacia la política, debilitan a las fuerzas progresistas o nacional populares más que a las derechas, un dato digno de mención.

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Hipocondría jurídica: El fiscal federal Ramiro González instruye una causa penal, ineludible ante la hipotética comisión de delitos. Inobjetable la movida, a condición de entender que rige la presunción de inocencia, que nadie es culpable sin sentencia firme que lo declare, que bajo el mandato de Alberto Fernández se ha suprimido la macrista doctrina Irurzun.

Esto dicho, este escriba reincide con una de sus convicciones: la crónica judicialización de la política es una plaga fomentada por periodistas, abogados mediáticos y dirigentes que envicia al sistema.

Los políticos deberían cerrar ese grifo, frenarse ante la tentación de la revancha. Evitar llevar las polémicas a los Tribunales, en sesgo viciosos, aristocráticos, kafkianos y conservadores.

Carece de sentido que el presidente haya iniciado un juicio civil contra la ex ministra Patricia Bullrich. Durará años, no le importa a la ciudadanía. Los dos tienen el cuero duro, que confronten en su arena.

Desde luego sí es justificado y hasta necesario que pleiteen personalidades no políticas como la actriz Florencia Peña. Su mundo es otro, quedan desvalidas ante los ataques brutales de comunicadores o políticos.

Otra costumbre criticable: la promoción de juicios políticos destinados al rechazo. Se trata de una medida extrema, que contradice veredictos populares y tiñe de desprestigio a la actividad.

Promover uno contra el presidente, inauguraría una especie de "peruanización" de un sistema más sólido que el del país hermano (en buena hora). Solo persigue abrir una nueva programación mediática. Sesiones fallidas y estridentes cuya finalidad es el escándalo. De nuevo; casi seguro ante el desdén o el hastío de la opinión pública que atraviesa necesidades y puede homologar el espectáculo a un circo sin pan.

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El contrato, las deudas, los reclamos: Las PASO son inminentes, aunque parecía que no iban a llegar nunca. La principal oposición recibió un favor del oficialismo, que debe asumir sus fallas. No solo excusarse por ellas, también recapacitar sobre cuáles fueron sus causas. Los microclimas de Palacio, los límites del debate interno, las contradicciones en gestión, los funcionarios que no funcionan y siguen en sus cargos.

El incumplimiento de la cuarentena en Olivos contradice virtudes del elenco oficial, dignas de encomio y de profundización. Los primeros tiempos del ASPO, las mejoras en infraestructura sanitaria. Las campañas de vacunación. La laboriosidad 24 x 7 de muchos funcionarios.

En otros carriles, el canje de deuda privada, los medicamentos gratis para afiliados del PAMI, la ley de interrupción voluntaria del embarazo (IVE), la Tarjeta Alimentar y otras políticas sociales.

La política existe. Las diferencias entre la derecha y el oficialismo son relevantes, sigue convencido este cronista. El Gobierno debe refrendar la legitimidad en el cuarto oscuro. En campaña tiene que ofrecer presente y futuro, no acurrucarse en el pasado. Ni menoscabar las fallas que cometió ni atribuirlas a la perfidia del rival ni manejarse con improvisación ante los micrófonos y las cámaras.

Quedan tres meses para las generales, tiempo para mejorar algo la vida de los argentinos, explicar cómo se recompone el contrato social que prometió Alberto, plebiscitado dos años atrás. Demostrando autocrítica en los hechos. Iluminando horizontes. No buscando empardar sus fallas con las del “otro” sino convenciendo, nuevamente, de que es distinto y mejor.

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