“Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”. Los versos de Atahualpa Yupanqui operan como síntesis inmejorable de lo que la obra Hombres y Ratones, de John Steinbeck, retrata en escena. Jorge y Lito son dos peones golondrina, pero además dos amigos inseparables que comparten el sueño de arrendar su propia chacra y librarse de los patrones. Pero la lógica del sistema, incompatible con esos planes, pondrá a prueba esa amistad.

Estrenada en 2019, la obra presentó su primera puesta local con versión de Lisandro Fiks, quien además se luce en el doble rol de director y actor junto con Gustavo Luppi. El elenco se completa con Juan Luppi (Jorge); Ramiro Méndez Roy (Lito); Sandra Criolani y Heinz K. Krattiger, y las funciones se realizan los jueves a las 20 en el Teatro Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857).

La versión teatral deriva de la novela De ratones y hombres, clásico de la literatura norteamericana escrito por Steinbeck en 1937. La historia trágica de Jorge y Lito tuvo también dos adaptaciones al cine, en 1939, dirigida por Lewis Milestone, y en 1992, dirigida por Gary Sinise y protagonizada por John Malkovich. Luego, en 2014 se realizó una versión musical en Broadway protagonizada por James Franco.

“Cuando el autor escribió esta novela, lo hizo saliendo de la crisis del 29, cuando se daban dos situaciones en los Estados Unidos: primero el crac económico, por el cual la gente del medio oeste que tenía una chacra, y la había tenido que dejar porque no podía pagarla, emigraba a California donde el gobierno les daba trabajo como recolectores de naranjas, y luego una sequía enorme en esa zona que destruyó lo poco que había. Y creo que Steinbeck pudo rescatar en su texto lo que provoca eso en las personas que terminan por acostumbrarse a no tener nada. Eso también está en nuestra obra”, detalla Gustavo Luppi, quien interpreta a Ordóñez, un peón de campo precisamente acostumbrado a vender su fuerza de trabajo a cambio de maltratos.

Fue su hijo, Juan Luppi, quien tuvo la idea de traducir la obra para estrenarla, y Fiks tomó la posta para hacer una versión ambientada en la provincia de La Pampa, en 1968. “Inicialmente me convocaron como actor. Fui el último en entrar al elenco. Y cuando leí la obra original que tradujo Juan vi que había muchos personajes y que era compleja de hacer. Entonces ofrecí hacer mi propia versión, con un elenco reducido”, cuenta Fiks, que en escena interpreta al impiadoso patrón del campo en el que trabaja Ordóñez, y al que llegan Jorge y Lito.

“La pieza de Steinbeck denuncia la desprotección de los obreros rurales y la falta de trabajo, y quise acercar esta historia al contexto local, y me pareció que el final de la década del sesenta podía ser un buen marco sociopolítico porque en ese momento era moneda corriente tener a peones en negro y explotarlos sin jornada laboral. En esos años gobernaba Onganía, y el peronismo estaba proscripto, y eso hacía que quien quisiera defender sus derechos laborales fuera tildado de peronista con todo lo que eso implicaba”.

Para Gustavo Luppi, este proyecto significó, como él define, “volver al primer amor” que es el teatro, luego de 27 años. Su padre, Federico Luppi, le contagió su pasión por la actuación, y en Hombres y Ratones se animó a dirigir por primera vez y a interpretar un papel que lo llevó a ganar en 2020 el Premio Estrella de Mar al Mejor Actor de Reparto. “Me dediqué mucho a dirigir televisión, pero me cansé de eso. Y había decidido volver a la actuación cuando mi hijo Juan me propuso dirigirlo en esta obra. Además, surgió la posibilidad de que yo también actuara, y recibí eso como un regalo. Así que fue bastante completo mi regreso al teatro”, cuenta Luppi.

A Fiks la obra también lo pone en el desafío de asumir distintos roles. “Escribir versiones es un trabajo que disfruto mucho, y dirigir también, pero todo eso es en función de la actuación. Esa situación de cubrir varios trabajos para poder llevar un proyecto adelante tiene que ver con la autogestión, que es la manera en la que puedo trabajar con materiales que me gustan y que conozco. Si no, como actor tendría que sentarme a esperar que me llamen, y eso no ocurre seguido”.

Los actores y directores coinciden en destacar la vigencia de lo que cuentan sobre el escenario. “Los protagonistas sobreviven como pueden en un sistema que siempre le saca más a quienes menos tienen. Y ellos no tienen nada, pero sí tienen una resiliencia que tiene que ver con lo afectivo y eso es lo que les permite salir adelante”, opina Luppi. “A hombres como Jorge, Lito y Ordóñez el sistema los consume como si fueran un carbón en la locomotora, porque cuando dejan de dar llama ya no sirven y se transforman en personas descartables”.

“Lamentablemente esta realidad no cambió demasiado”, añade Fiks. “Pero en los años a los que adapté la historia, en los sesenta, no existía una sociedad denunciante de situaciones de explotación como sí hay ahora. En ese entonces estaba naturalizado que una empleada doméstica estuviera en negro o el hecho de que se echara a un peón campo cuando se pone viejo. Por otro lado, el personaje de Lito, que es un ser vulnerable e inocente, en la obra es alguien que no encaja en este mundo y que por eso sobra, pero en la sociedad de hoy creo que sería cuidado y respetado y tendría derechos”.

A modo de reflexión final, Luppi encuentra también en la puesta una metáfora de la actualidad. “La obra dice de manera clara que es el proyecto colectivo lo que puede sacar a estos hombres de donde están individualmente, porque el sistema está hecho para que no salgan de ese lugar. Y con la pandemia nos pasa lo mismo. Porque si no es entre todos, de esto no salimos”.