En la última década de la política argentina proliferaron los alquimistas que anuncian su capacidad de poder cerrar la grieta. Algunos dicen hacerlo militando desde la tan promocionada, aunque hasta ahora no muy efectiva, “avenida del medio”. Otros señalan haberlo conseguido en su patria chica, ya sea gobernadores o intendentes, a partir de sintetizar armónicamente en su figura el abanico ideológico existente, aunque estos se lleven de patadas tanto en la teoría como en la praxis.

Es por eso que desde el domingo pasado, Gustavo Sáenz, en base a una cromática descripción, decretó que en Salta no somos azules, ni celestes, ni amarillos, sino que estamos pintados con los colores del poncho, o sea rojos y negros.

Lo que el mandatario no aclaró es si todos somos bicolores, o si en el reparto a algunos le tocó ser rojos y a otros negros. De ser esta última opción, ya se nos estaría abriendo una nueva grieta, especialmente considerando que algunos estarán pintados de negro, un color al que particularmente no le ha ido bien en la historia de la humanidad, y no precisamente por una cuestión de méritos, sino de (falta de) recursos y estereotipos negativos (para más datos mirar el spot que Juntos por el Cambio hizo en Salta o los dichos de la funcionaria provincial a los docentes).

Y ni hablar si es que algunos rojos deciden que no quieren juntarse con la chusma, y pasan a denominarse con el más cheto "colorados". Es al vicio, hasta con colores del poncho se puede armar una estructura social agrietada.

Igualmente este sueño de una provincia monocromática tuvo su primera baja dentro del oficialismo a las pocas horas de querer implementarse, ya que la intendenta capitalina Bettina Romero, se encargó de dejar bien en claro que no existe tal cosa: “Es acción marketinera de algunos”, “Políticamente no tengo nada que ver con el PJ, ni con muchos de los partidos que allí trabajaban (Gana Salta), por eso no formamos un único frente”, “son dos frentes, (Gana Salta y Unidos por Salta) con expresiones muy distintas, valores y estilos muy distintos, realmente muy diferentes. Por eso fueron dos, por eso competimos”.

En solo tres frases Romero dinamitó el eufórico anuncio de Sáenz, dejando en evidencia que la grieta existe, incluso dentro del propio oficialismo.

Vencedores y vencidos

Como en toda elección legislativa, el domingo festejaron los que ganaron, los que empataron, y hasta algunos de los que perdieron.

La cantidad de bancas en juego, el sistema D’Hont y la multiplicidad de listas y frentes, siempre dan un motivo a los candidatos para calificar de bueno el resultado, a excepción de Matías Posadas que no tuvo margen, ni ganas, para dibujarla un poco, y tras el mal resultado se fue del gabinete, algo que tenía resuelto de antes, pero que con el resultado en la mano terminó siendo como un portazo.

Sáenz ganó. La cantidad de bancas obtenidas por sus listas no deja margen para segundas lecturas. Es verdad que de sus dos frentes, el que a priori se paraba como el más saencista fue el que pegó la patinada. Pero es verdad también que perdió contra el otro frente oficialista, y yéndole mal le alcanzó para terminar por encima del Frente de Todos y aportar algunas bancas en el interior principalmente.

Bettina estuvo con los ganadores. Integró el frente ganador y se sacó la foto correspondiente con Emiliano Durand, pero la performance de la lista para diputados solo cumplió el objetivo propuesto, con lo justo, de que ingrese Juan Esteban Romero. En tanto, para el Concejo apenas pudo hacer piso y en el reparto solamente se quedó con dos de las 21 bancas, muy poco para el oficialismo, que además tenía al presidente del Concejo, Darío Madile, como cabeza de lista. 

Igualmente la distribución de votos que giraron masivamente a la centroderecha le deja intactas sus chances a futuro, ya que su figura, y la del romerismo en general, se referencia en ese sector y no le representará una epopeya recuperarlos. 

Cambiemos anduvo bien, pero solamente en la capital. La repercusión que generan las elecciones en la ciudad de Salta tienta para presentarlas como que lo que sucedió en la ciudad más grande y poblada fuese los que pasó en toda la provincia.

De ahí que la buena elección de Juntos por el Cambio + envalentonó a Martín Grande a parar ese espacio como “la verdadera oposición”. La realidad es que el festejo por el segundo puesto tuvo el condimento de lo inesperado, ya que JxC venía corriendo desde atrás, pero una vez más demostró esa habilidad de remontar votos en la última semana y ratificó que para ese espacio al momento de cosechar importa más el sello y la coyuntura nacional que los candidatos.

Igual no hay que perder de vista que dicho resultado se dio en la capital salteña, lo que le da una buena perspectiva pensando en las nacionales que se vienen, pero que deberá sumarle estructura y votos en el interior si es que no quiere quedarse fuera del reparto de las tres bancas.

Emiliano Durand ganó. Su banca, por cantidad de votos y por la diferencia que le sacó al segundo, es inapelable y tampoco deja margen a segundas lecturas, más allá de especularse si él es más saencista o más romerista... algo que se zanjará cuando con su proyecto político personal deba enfrentarse a Romero o a Sáenz. Mientras, poco importará si se divierte más charlando con Gustavo o con Bettina.

Nacido y criado en la política, siempre ocupando roles de asesor, salvo cuando fue jefe de gabinete municipal en el 2014, el flamante senador por la capital supo hacer de los medios su unidad básica que lo impulse a obtener un buen resultado electoral

Por eso se reinventó como un turista de la política que se metió para tratar de arreglar lo que los políticos rompen, cuando en realidad se trata de un outsider del periodismo que tras siete años de construir su candidatura desde la televisión y carteles en la vía pública, finalmente vuelve al lugar de origen, a pesar de que, con el triunfo en la mano, siguió remarcando su calidad de ajeno a todo eso.

El Frente de Todos ¿ganó o perdió? Difícil es el análisis de lo que pasó con el FdT, porque si se toma el resultado de lo que sucedió en las elecciones en las que salió dividido, claramente fue una muy mala actuación, de la que pudieron rescatar algunas pocas bancas a nivel provincial entre las dos listas, pero con el costo de tener fuertes derrotas de varios de los referentes del espacio, lo que sin duda precipitará el recambio dirigencial, que con un buen resultado se hubiese dado de forma paulatina.

Pero la clave aquí es que esta elección marcó el final del Frente de Todos tal como se lo conoce, porque para las nacionales volvieron a unirse los que se habían separado, se fueron otros y, principalmente, se le integra todo el saencismo de Gana Salta, PJ incluido, que también vienen de hacer agua en la elección. Pero si se suman esos votos, más los que sacaron ambos frentes kirchneristas, tiene un colchón el nuevo Frente de Todos como para obtener una banca sin mayores problemas.

Lo que viene, lo que viene

Se viene una procesión del Milagro sui generis, con imágenes seguidas por sacerdotes y funcionarios, y fieles mirando desde la tribuna, pero tres días antes estará la votación nacional (una lástima que no dejen venir peregrinos, porque seguramente se iban a encontrar al llegar a Salta con candidatos sirviéndoles personalmente gaseosa de primera marca y sanguchitos de miga. Nada de Marinaro con pebete de mortadela).

Si bien es imposible trasladar linealmente lo que pasó en una provincial, en la que generalmente el eje está puesto en plebiscitar al gobierno local, a diferencia de lo que sucede en la nacional donde el punto a juzgar será la presidencia de Alberto Fernández, el resultado del 15 de agosto, deja unas pistas de lo que puede llegar a suceder en septiembre y noviembre.

Ese arreglo palaciego de sumarle parte del saencismo al kirchnerismo local, en la previa parecía dejarlo bien ubicado para obtener dos de las tres bancas en juego, por la potencial cantidad de votos que podía alcanzar.

Además a esto se sumaba que el deprimido Juntos por el Cambio iba a tener que pescar votos, sin un candidato taquillero, en el mismo lago en donde pescará Unidos por Salta, que tiene como cabeza de lista a Guillermo Durand Cornejo, que a esta altura ya hace pensar en que hizo un pacto con el diablo, porque casi sin moverse siempre logra que lo ubiquen en candidaturas de primera línea y de una manera u otra alcance los votos necesarios para validar dicha confianza.

Habría que escuchar al revés los pocos discursos públicos del actual senador capitalino, capaz se encuentran mensajes subliminales adorando al demonio como pasaba con Xuxa, y eso confirmaría la hipótesis del pacto diabólico.

Pero volviendo a las elecciones provinciales, el resultado demostró que la suma del Fdt y de Gana Salta tiene votos pero no arrasa, y que la centroderecha en Salta junta lo suficiente para bancar en forma competitiva dos espacios diferentes: el tradicional Juntos por el Cambio y el saencista Unidos por Salta, que terciaría en el reparto de bancas.

Igualmente, todas estas especulaciones son en base a que votó en forma afirmativa solo la mitad del padrón, porque capaz que si la otra mitad decidía ir a votar cambiaba todo. Pero dicha hipótesis es tan contra fáctica como especular que hubiese pasado si erraban el tiro que mató a Güemes o si a Cabral le daba fiaca sacar a San Martín de abajo del caballo en San Lorenzo... imposible saberlo.

Por lo que, recalculando, la probabilidad de que una fuerza gane dos bancas en el reparto parece ser imposible, y ahora el objetivo de cada una es terminar, aunque sea por un voto, arriba de todos, que en lo práctico puede que sea una sola banca, pero el título de que en “Salta ganó tal”, será lo que tomarán los principales medios nacionales para pintar el mapa de Argentina de celeste o amarillo, algo que a Sáenz no le gusta, pero que a su pesar sucede.