El retorno de la icónica serie Okupas es una de las grandes novedades de la plataforma Netflix. La historia de cuatro amigos funciona como antesala de la explosión del modelo neoliberal que estallaría por los aires el 19 y 20 de diciembre de 2001. A su vez, en un marco de generalizado empobrecimiento, pueden apreciarse retazos de la efímera alianza entre la clase media y los sectores populares expresada en la consigna “piquete y cacerola, la lucha es una sola”.

La discriminación es una constante a lo largo de todos los capítulos. Aparece cuando se pelean Ricardo y el Pollo y el primero le espeta un terminante “negro de mierda”. También cuando el protagonista visita con su novia, la hija del entrañable Peralta, a su abuela quien hace hirientes comentarios sobre la tez de Sofía. Las incursiones a Quilmes y a Dock Sud, son interpretadas desde el tamiz de la clase media, y por tanto equiparadas a odiseas marcadas de peligro. Se trata del racismo constitutivo de la sociedad argentina. Daniel Mato sostiene que el racismo en nuestro país es tan acentuado que determinados sectores sociales ni siquiera perciben su existencia.

Vinculado a lo expuesto, la oscilante relación entre los sectores populares y medios es otro de los aspectos que vale la pena destacar de la serie y es, quizás, junto a la película El hombre de al lado, el retrato más logrado de esta relación. La confluencia entre admiración, miedo y desprecio se aprecia en distintos momentos de Okupas. Los saberes vinculados al trabajo manual fueron muy valorados en el contexto de una casa casi destruida. La creación de circuitos educativos diferenciales según sector social hizo su parte. Sí Ricardo y el Pollo fueron compañeros de banco en la primaria, con posterioridad la clase media habitualmente continuaba su trayecto educativo en las escuelas normales o nacionales (antes del menemismo que transfirió las escuelas nacionales a las provincias). Por su parte, el grueso de los sectores populares tenía dos opciones: la escuela técnica o ir a trabajar para contribuir con la economía doméstica. Esa adquisición de conocimientos que le permiten versatilidad y le garantizan la subsistencia, fueron argumentos más que suficientes para que el Pollo logre seducir a la prima de Ricardo, una de las dueñas de la vivienda.

Según el análisis del historiador Ezequiel Adamovsky, la identidad de la clase media en Argentina suele confundirse con la identidad nacional. Esa narrativa planteaba que la sociedad argentina era tolerante, abierta e inclusiva. La permanente discriminación sufrida por el personaje encarnado por Diego Alonso demuestra que las tensiones se encontraban latentes y coexistían con los esporádicos acercamientos.

Entre el primero y el último de los capítulos se provocó una transformación en el cuerpo de Ricardo. El joven macizo, temeroso y esmirriado de los primeros capítulos se transforma hacia el final en uno que porta un cuerpo atlético y una forma de caminar más segura de sí mismo. Es un modo determinado de usar el cuerpo, al decir de Luc Boltanski, uno en el que su caída a los márgenes del sistema tuvo como correlato inversamente proporcional su desarrollo corporal.

La vigencia de Okupas y su actual éxito planetario se deben, además del talento de Bruno Stagnaro y las descollantes actuaciones, a que interpelan fibras sensibles de la sociedad tales como la discriminación y los siempre complejos vínculos entre las clases sociales.

* Doctor en Educación. Universidad Nacional de Hurlingham