A punto de firmar, en un acto donde la particularidad de la lapicera elegida da cuenta de un breve espacio de digresión, la protagonista posterga ese momento. Es que El amor es una mierda podría entenderse como la densificación de un instante. Ese minuto previo a la rúbrica definitiva de un divorcio.

Pero la protagonista todavía ama a ese hombre del que va a separarse. Entonces la escena será teatral, porque ella debe entrenarse para simular una templanza que no es real, un gesto de superación, de alegría moderada que no está al alcance de sus posibilidades. Urgida por ese presente que resulta intransitable, la mujer vuelve a ese mundo compartido pero cada imagen tiene una presencia que aleja al parlamento de la evocación. El pasado interviene como una acción que ella le tira a su ex en ese esplendor de un estudio jurídico, tan radiante que despierta en la protagonista las ganar de rebelarse, de romper esa fotografía perfecta a la que no acepta integrarse.

El desempeño de Vanesa Maja es crucial para el dinamismo que adquiere la situación. En ella el dolor se convierte en comedia porque entiende que toda angustia intensificada no deja de resultar graciosa, como si fuera el impulso para una distorsión. Tanto la actriz como la directora y dramaturga investigan en las formas en que el desamor nos lleva a zonas extremas, impetuosas, a esos lugares donde terminamos por desconocernos. Aquí el monólogo es un procedimiento para ir hacia una interioridad sumamente expresiva que se desata gracias a la complicidad que la actriz logra instalar con el público. 

Si bien el personaje le habla a ese hombre que parece impecable, alejado de cualquier herida, como si ese amor que compartieron no hubiera dejado rastros, por momentos también se refiere a la abogada que va a sellar ese acuerdo. En el medio estamos nosotrxs, de su lado, identificadxs con esa sinceridad voluptuosa que nos entrega. Es que la pulcritud del estudio y la compostura de su ex no hacen más que desacoplar a esta mujer que había llegado resuelta a brindar una sutil actuación, tal vez segura que todo resultaría breve y que, al fin de cuentas, no se trataba más que de una formalidad de la que podría salir ilesa. 

Pero es justamente el ascetismo de ese instante lo que lleva a la protagonista a desplomarse, a perder toda estrategia. Que la culminación de un amor sea nada más que una firma es algo que su temperamento no puede consentir. Si en todo monólogo la dramaturgia depende de las características de quien lo interpreta es clave que la actriz elegida haya sido Vanesa Maja. La tonalidad actoral le da a esta obra otra forma narrativa y Maja es alguien que siempre parece incrustarle cierta pasión a su criatura. Ella posee un estilo que va hacia el dolor, hacia la profundidad de la escena pero que también puede reírse un poco de lo que ocurre, como si mirara la situación con cierta distancia y buscara decir algo más sobre la materialidad del drama. 

La identificación es solo una parte. Para esta obra era imprescindible que la actriz saliera de la literalidad porque todo lo que enuncia está señalando su opuesto. Cuanto más se enfurece hacia su ex más lo ama, cuanto más intenta mostrarse tranquila vemos ese arrebato que se acerca al segundo donde va a cortar la escena en pedacitos, a desarmar lo que construyó hasta que entiende que no hay alternativa y que tiene que asumir su amor como una pequeña bestia de la que no podrá desprenderse. 

El texto de El amor es una mierda hace del drama de la protagonista una totalidad. Elmonólogo adquiere una similitud con la narrativa. Solo conocemos la historia a partir de ese punto de vista, de esa primera persona que convierte a lxs demás en personajes de su drama. La ausencia de objetos ayuda a ese mundo imaginario que trae Maja con su actuación pero ,tal vez, el mayor acierto de la dramaturgia de Meijide sea el trabajo sobre los detalles, desde la captura de estados irrefrenables, de esa desazón que puede ser un poco vergonzante y de las fantasías y reproches más inaceptables que nos toman sin defensas ante la evidencia del desamor, hasta el dato preciso de esa lapicera que la protagonista compra con esmero, como si quisiera regalarle algo de belleza a ese episodio triste y que termina siendo su única aliada. El objeto al que aferrarse en esa marea helada en la que quedará flotando durante un tiempo.

El amor es una mierda se presenta en el teatro El Extranjero los viernes a las 20.