Año y medio después, en una tarde llovida y gris, volvió la ronda de los jueves a la plaza 25 de Mayo. Ya sin siquiera una sola de las Madres. Mimí Johnston de De Vicenzo murió en julio, y Lila Panelo de Forestello murió en agosto. Tampoco la presencia vital de un Hijo como Juane Basso. Pero con la aparición de los Nietos y Nietas, una presencia tan esencial como aquellas. Y fue una ronda emotiva, con voces y abrazos de reencuentro, a pesar de la llovizna y de los tapabocas.

La última caminata en derredor del centro de la plaza había concluido al declararse la pandemia, y ayer volvió con el entusiasmo de la juventud que toma la posta de sus abuelas y abuelos para seguir marchando y militando el ejercicio de la memoria.

La convocatoria tuvo el plus de que el Museo de la Memoria y la Universidad Nacional de Rosario promovieron el regreso a la ronda como ámbito ideal para realizar una intervención emotiva en torno a "Déjame que te cuente", una edición de relatos en clave biográfica sobre la historia de vida de 26 personas detenidas y desaparecidas en Rosario durante la dictadura cívico militar. La actividad, precisamente, fue una de las propuestas del Museo de la Memoria en torno al Día del Detenido Desaparecido que se conmemora cada 30 de agosto. 

En la ronda, como sucede en cada marcha por la Memoria, la Verdad y la Justicia, se mezclaron chicos y grandes, canas y mechas multicolores, y en todos los ojos el mismo brillo de la alegría por haber vuelto. "Volver a la plaza siempre es emocionante, y ahora que fallecieron las Madres, tomamos la posta, que es lo que pedían siempre y lo que hubieran querido ellas: que vinieramos a la plaza y levantemos la bandera de los Derechos Humanos, porque la lucha no termina, los ideales de los 30.000 tampoco, nuestro ideal: una patria justa, libre y soberana. Nos interpela y nos atraviesa una lucha de las madres, abuelas, nuestros abuelos desaparecidos, de los compañeros, toda esa energía se plasma acá, en esta plaza tan emblemática", reflexionó Renata Labrador, nieta de Palmiro Labrador, asesinado por los sicarios de Feced en 1976.

A su lado, la figura menuda de Camila Garat sostiene con 15 años una mirada intensa que interpela. "Me pone re feliz reencontrarme con quienes fuimos amigos toda la infancia y volvernos a ver acá. Hacerle este homenaje a nuestros abuelos y abuelas, para volver y luchar por la memoria de nuestros familiares", dijo esta nieta de Eduardo Garat, detenido en 1978 y desaparecido. 

El vínculo hasta ahora era un grupo de WhatsApp, asistir a las audiencias de la causa Klotsman, o encuentros ocasionales a partir de sus padres, los Hijos. Pero ahora quieren tomar la posta con identidad propia, Nietos y Nietas de las víctimas del terrorismo de Estado. "Este es nuestro lugar de encuentro, siempre vinimos a acompañar a las Madres, pero la última vez venía menos gente. Hoy está bueno ver que vinieron tantos", observó Renata.

Son chicos y chicas, recién salidos de la infancia, otros de la adolescencia, pero conscientes de que es ahí, en la plaza, donde quieren estar, y con voz propia. Por primera vez con afán de organización, como Abuelas, Madres, como Hijos. 

El homenaje siguió con un par de relatos en primera persona, extraídos de la colección Déjame que te cuente. Silvina Scarpolini, Eva Ricart, Lautaro Lamas le pusieron voces a las historia de amor militante de los rosarinos María Amaru Luque y Rodolfo Usinger, detenidos en Salta en 1975, fusilados y desaparecidos en Córdoba, en 1976; de la médica Susana Becquer, secuestrada de su casa en el centro de Rosario y desaparecida en agosto de 1977, y de Osvaldo Vermeulen, secuestrado en La Florida, también en aquel año. Y Ana Moro, sobreviviente de aquellos años de plomo, dedicó un emocionado recuerdo a Juane Basso, presencia infaltable en estas citas, y a Lila Forestello, una de aquellas Madres a quien conoció en aquellos días negros bancando la lucha de sus hijos, la última Madre en partir.