El desafío de encarar un archivo de memorias tan diversas de sexo y revolución implica desde el vamos ir en contra de la idea del archivo muerto. Poner en línea más de mil documentos hace bullir memorias sensibles y plurales. Fotos, revistas, cassettes, libros, panfletos, volantes, cartas, papeles con marcas de pisadas y hasta banderas y pins interrumpen en la escena para crear un sentido nuevo: algo que merece ser guardado. Y para eso, nada mejor que un archivo viviente y dinámico donde poner en contexto, abrir campos de estudio y análisis, y sumar capas de significados. Un archivo abierto a todos los aportes posibles.

El acopio de fondos y colecciones vinculadas a los activismos LGTB+ y feministas potencia el trabajo de recuperación de memorias muchas veces soslayadas en las narrativas hegemónicas. Fue así que, ante el sentimiento de que algo se estaba perdiendo, hundiendo o ignorando, se creó el Programa de memorias feministas y sexo-genéricas, que tiene por nombre corto la consigna que enarboló el Frente de Liberación Homosexual: Sexo y Revolución. “La idea es herir el silencio de muerte que la humedad, el fuego, los deudos desprevenidos o maliciosos y el olvido mismo pueden imponer a algunos papeles. Y también reflotar, traer a la superficie, volver a embarcar aquello que se quiso hundido. Porque guardar con pasión de amateur o archivar con suficiencia profesional es otra forma de escritura”, sostiene la socióloga Laura Fernández Cordero, quien coordina el programa desde 2016. La conformación de una colectiva asesora cuyos integrantes provienen de distintas trayectorias, identidades sexuales y generaciones políticas consolidó la tarea. Mabel Bellucci, Virginia Cano, Fernanda Carvajal, Nicolás Cuello, Lucas Morgan Disalvo, Francisco Fernández Romero, Marcelo Ferreyra, Gabriela Mitidieri, María Luisa Peralta, Marcelo Reiseman, Catalina Trebisacce y Nayla Vacarezza se reúnen periódicamente para llevar adelante el procesamiento de las donaciones, la catalogación, la organización de charlas y muestras, y la difusión del material.

Los papeles que se salvaron del fuego

“Para las comunidades estigmatizadas, el riesgo de pérdida del material documental es muy grande. En el caso de las generaciones anteriores a los cambios ocurridos en años recientes, muches prefirieron no guardar material que pudiera ser comprometedor. Sea por la persecución que sufren las izquierdas o específicamente por temor a quedar expuestos como personas gltb y a las represalias que esa exposición podría acarrear. En otros casos, las familias se deshicieron de archivos personales luego de la muerte de quienes los reunieron. Esta suerte de repudio póstumo a la vida y el compromiso de quienes pacientemente reunieron archivos no es cosa de un pasado lejano. Sucede todavía hoy tanto con los archivos de militantes gltb como con los archivos de militantes feministas”, dice Laura Fernández Cordero que destaca, además, la negación de la validez como sujetos políticos de los movimientos gltb, de activismo sexo-genérico, feministas y de mujeres por parte de las instituciones encargadas de preservar material documental. “Una forma de borramiento efectiva, en la que incurren incluso quienes se consideran aliades.”

Para contrarrestar estos borramientos, empezaron a juntarse materiales a partir del puntapié inicial de Juan Pablo Queiroz (ahora animando el proyecto Moléculas Malucas) llegaron donaciones con las que se crearon nuevos fondos personales. El de Sara Torres trajo las huellas de la militancia feminista de los años setenta y ochenta. El de Sam Larson publicaciones del pionero activismo LGTB de América Latina y el de Marcelo Manuel Benítez, las peripecias de la construcción política de los homosexuales en el contexto de la dictadura cívico militar.

“Algunos materiales llegan de primera mano -dice Fernández Cordero-, esto permite aproximaciones mucho más cercanas, más vivas, más afectuosas. Todavía resta instalar, en el ámbito de los archivos personales, una noción más integral del fondo: es necesario insistir en que el interés es por la persona en sus diversas facetas, no solo aquellas públicas o activistas.”

¿Cuáles son las expectativas del archivo a futuro?

FC: -Queremos que se convierta en un espacio de trabajo concreto y de reflexión acerca de las memorias feministas y sexo-genéricas. Así como en un promotor de actividades relacionadas con estas temáticas. Nos interesa establecer relaciones intergeneracionales de debate, interpretación crítica, e intercambio entre investigadorxs, tanto académicxs como activistas, hacedorxs de archivos independientes y organizaciones políticas, para la construcción de modos de circulación y apertura de estos materiales que puedan intervenir críticamente tanto en la construcción de los archivos políticos de nuestras resistencias, como en los modos en que actualmente toman curso estas políticas feministas y sexo-genéricas. Generar múltiples instancias de abordaje de la composición documental de estas memorias evitando la romantización instrumentalizante de la alteridad de estos documentos, priorizando las instancias públicas, los lenguajes expresivos, las alianzas y propuestas activistas que trabajen en la reactivación crítica de los sentidos que se movilizan.