Flipper              5 Puntos

Argentina, 2021

Dirección y guion: Matías Szulanski.

Duración: 123 minutos.

Intérpretes: Ana Clara Lasta, Fabián Arenillas, María Villar, María Jantus, Julieta Tramanzoli, Nacho Pérez Cortés.

Estreno en cines y en CineAr Play.

Es imposible achacarle a la filmografía de Matías Szulanski cualidades poco fecundas: nacido en 1991, el realizador argentino lleva estrenados ocho largometrajes en apenas cinco años. Dejando de lado el documental Ecosistemas de la costanera sur, el grueso de esa obra descansa en la puesta a punto local y regurgitación de ciertos géneros populares, con predilección por la comedia negra, el policial y el terror, entre otros (ver Astrogauchos y Pendeja, pasaya y gorda como ejemplos). La particularidad de su nueva película –cuyo título no remite al célebre delfín, sino a los no menos famosos juegos pinball, fichines analógicos nacidos en los años 40– es su cualidad de film ómnibus, conformado por tres historias unidas por un delgadísimo hilo. Tres mediometrajes de aproximadamente cuarenta minutos por cabeza que, vistos en el orden elegido, van de mayor a menor, tanto en interés como en calidad de confección.

En el primer relato, protagonizado por un impertérrito Fabián Arenillas y la modelo Piru Lasta, un hombre recientemente desligado de su trabajo, fanático de los flippers, toma prestado el anillo de diamantes de su pareja para hacerse con los billetes necesarios para comprar una de las maquinitas, punto de partida de una serie de préstamos, deudas e intereses con un peligroso usurero de barrio, entre otras desventuras y tribulaciones personales. Szulanski se apoya en un humor con algo de uruguayo y mucho de Kaurismaki, en el cual la facha del personaje interpretado por Arenillas –anteojos negros inamovibles, pucho en la boca durante la cena, la siesta y cualquier otra circunstancia de la vida– aporta gran parte de la comicidad, acompañada por una trama que se complica a cada paso.

El segundo cuento de la trilogía también incluye la mención a un flipper, aunque nunca se lo vea: una veinteañera con males de amor decide viajar a una ciudad balnearia junto a dos amigas para comprarlo, pero cae víctima de un engaño. Más allá de sus pretensiones eclécticas, la segunda historia de Flipper, que mezcla los tonos de cierto cine indie rioplatense con historias de lobizones (hay un muchacho lobo que de muchacho tiene poco y de lobo… quién sabe), nunca logra que el pastiche de estilos e influencias se transforme en un licuado rico en calorías creativas. El tercer segmento, en tanto, se propone resucitar el estilo musical de Los paraguas de Cherburgo montado sobre un relato deudor del film noir y algunas películas de Russ Meyer, entre otras decenas de referencias directas e indirectas. Aquí no hay flippers a la vista, pero sí, nuevamente, diamantes, además de un trío de ladronas profesionales de alcance internacional, comandado por María Villar con peluca platinada, y un mandamás encarnado por un reconocido cineasta experimental. En conjunto, las ambiciones y desafíos de Flipper son más interesantes que su ejecución, que a mitad de camino de sus 123 minutos comienza a mostrar una manifiesta fatiga de materiales.