Tiene 82 años, pero no lo parece. La energía que brota de las palabras de Juan “Tata” Cedrón, de su música, de su entusiasmo cotidiano, es sublime. El Grupo Octubre le acaba de entregar un merecido premio de honor en cultura, en el marco de los Premios Democracia; este viernes a las 20 dará un concierto en el Centro Cultural Macedonia (Sarmiento 3632); el domingo a las 16 sale un nuevo capítulo del programa que conduce por Radio Nacional Folklórica, y tiene mil planes a futuro que no quiere -o no puede- revelar. “Solo estoy tomando un poco de cortisona por la voz porque tengo que cantar, pero por lo demás estoy fenómeno, estoy bárbaro, y espero que me vuelvan a hacer otra nota, porque no puedo contar todo lo que viene ahora”, manguea Cedrón, con su habitual estilo astuto, socarrón pero sutil.

Por lo pronto, cabe aclarar que en el recital del Macedonia el “Tata” estará acompañado por Daniel Frascoli –guitarrista del grupo Piraña y del actual cuarteto Cedrón- en guitarrón, y Roger Helou en piano, y que el nombre del espectáculo condensa su espíritu: Barajando canciones criollas

“Yo era muy amigo del padre de Roger, nos conocíamos del barrio, y esa relación siguió con su hijo, casi que lo adopté como un hijo”, se emociona el cantor, arreglador, guitarrista y compositor. “Él vive en Europa, pero cada vez que viene hacemos algo juntos. Además, hizo un arreglo extraordinario de “Responso” al piano, y también de “La bicicleta celeste”, un tema mío. Es un gran arreglador para piano y coros, Roger. Y está bueno el lugar donde vamos a tocar también, porque es una casa medio chorizo manejada por un colectivo de compañeros que labura en forma independiente, y hace teatro, música, danza, y comida. Ya había tocado ahí dos veces con el Cuarteto, por eso lo conozco”.

-¿Y qué vas a tocar, que no vas con el cuarteto?

-Temas folklóricos con tangos viejos que nunca hice como “La Serpentina” o “Farolito de papel”. Además, va a sonar “Ciruelo”, un poema de Bertolt Brecht que musicalicé, y algo que hacía en Francia con Gustavo Beytelmann, a dúo, que se llamaba “La memoria feliz”. La cosa era así: nos juntábamos un día y decíamos, "hagamos 'Yuyo verde' en Re mayor". Entonces llegábamos al teatro, subíamos al escenario, y lo tocábamos sin haberlo ensayado nunca. Después decíamos, "Percal" en Re, y lo hacíamos igual, sin haber ensayado nada. Esto era porque nos conocíamos mucho con Gustavo, y con Roger me pasa lo mismo… se disfruta, porque estamos en el aire con alguna canción y sabemos los momentos donde baja, o donde sube, o el tono, y todo de memoria.

Cedrón y elenco también tocarán “Máis amor”, un tema de Rosa, la poeta hermana del Tata que vive en Mar del Plata. “Es que para un Cedrón no hay nadie peor que otro Cedrón”, bromea él, recordando de paso a sus hermanos: los pintores Alberto y Billy, Jorge, director de la película Operación Masacre, y al arquitecto Osvaldo. 

“Viajé a Mar del Plata para apoyar a Rosita en la presentación de su libro La casa de las luciérnagas¡somos una banda autogestiva!”, se ríe el imparable Tata, que vuelve a atragantarse enumerando sus quehaceres diarios, al tiempo que reclama por un celular nuevo. “Me lo regalaron, es nuevo, estoy aprendiendo a meter los deditos, jaja”

Entre sus iniciativas, además de todo lo dicho, Cedrón se dio el lujito de grabar cinco piezas de Osiris Rodríguez Castillos, con el guitarrista criollo Alejo de los Reyes como acompañamiento, y ni siquiera la pandemia le hizo frenar su marcha. Por el contrario, durante los días más ásperos, el violero se sentaba sábados y domingos en la puerta de su casa de Villa del Parque, y tocaba para los vecinos. 

“Fue una idea de Antonia, mi compañera”, cuenta. “Resulta que armó una biblioteca en la ventana y venían los chicos del barrio a buscar libros, hasta que un día vino uno, le canté una canción por la ventana, mientras él la zapateaba con la patita y entonces mi mujer me dijo '¿por qué no te ponés en la puerta a tocar tangos?'… y eso hice. Iba cantando para cinco o seis personas, un rato, y después cambiábamos… fue una experiencia extraordinaria, de mucha emoción”

-¿Qué fue lo más extraordinario y emotivo, además del antídoto contra el encierro pandémico?

-Que una vez pasó un cartonero, se paró en la puerta, y pidió permiso para escuchar. Cuando terminé el tema, él se arrodilló y, como si estuviese haciendo una plegaria, me dijo "me salvaste el día". ¡Maravilloso! Después, bueno, me traían vinitos, quesos, artesanías de cerámica, tortas... Engordé como dos kilos, pero ya los bajé (risas). No sé, la gente estaba chocha, había que estar ahí, en ese contexto humano, en medio de la angustia de la pandemia.

-Y con las grabaciones de Osiris entre medio. ¿Cómo fue ese trabajo?

-Entre otras, con Alejo grabamos “De Corrales a Tranqueras”, y eso me hizo recordar algo hermoso: ese tema me lo había enseñado Alfredo Zitarrosa recién llegado de Perú, en 1963. Fue durante una noche en que nos quedamos despiertos hasta las 7 de la mañana en un bar de La Boca: “De Corrales a Tranqueras / cuántas leguas quedarán / dicen que son once leguas / nunca las pude contar” (tararea). Es importante este laburo, porque tengo las partituras originales de Osiris, que son un tesoro. Ahora estoy masterizando los temas, y dentro de poco los voy a dar a conocer.