“‘¡Vamos que la damos vuelta!”. La arenga no viene de los militantes del Frente de Todos, sino de un vendedor de tutucas que camina entre los autos, frente a la estación de El Jagüel, del municipio de Esteban Echeverría. En la vereda de enfrente un grupo de militantes camina ida y vuelta por la calle Evita, agota los negocios para conversar con cada uno de los comerciantes del punto neurálgico del barrio. Escuchan y también intentan convencer. La victoria del oficialismo en las PASO en este distrito del conurbano bonaerense, como en muchos otros en los que gobierna el FdT, fue pírrica: si bien el espacio liderado por el intendente Fernando Gray obtuvo un 40 por ciento de los votos y Juntos 34,74, en 2019 habían cosechado 58 puntos frente a 30 de Cambiemos. La merma de votos del oficialismo en la Provincia superó los dos millones. Dato a destacar, más de cuatro millones de bonaerenses que figuran en el padrón no votaron. Frente a ese resultado, la campaña de cara al 14 de noviembre se volcó al territorio: recorridas casa por casa para buscar a quienes no votaron, convencer a los indecisos y recuperar a los detractores. “Por suerte cada vez somos más compañeros y compañeras militando, y vemos que el humor de las personas es mejor que dos meses atrás”, cuenta Gabriela a Página/12, discretamente optimista con el termómetro de la calle.

Es uno de los primeros mediodías primaverales del año y el movimiento en la zona de la estación de El Jagüel ya tiene el volumen de la prepandemia. Alejandra aprovecha los buenos ánimos del viernes para conversar con los comerciantes: pasa por carnicerías, almacenes, locales de ropa deportiva, de reparación de celulares. “La reacción de los comerciantes es bastante buena, se ve optimismo, se nota que la situación es más normal en relación a hace unas semanas”, sintetiza, y aclara que durante los períodos de cuarentena estricta “la situación acá se había complicado”. El rol de la militancia durante muchos meses fue el de asistir con alimentos, escuchar las necesidades de las distintas personas y también ayudar a los comerciantes a vender sus productos por internet. “Estuvimos en los momentos más difíciles. Ahora tratamos de explicar que la situación va a seguir mejorando, que estamos saliendo de la pandemia”, apunta.

Analía deja a su hija en la escuela y apura el paso para llegar a la plaza del Barrio Malvinas, en donde se encuentra con Gabriela. Les toca salir juntas a una recorrida a las 13 horas. Llevan planillas tamaño A3 en las que registran quiénes votaron en las PASO y quiénes no, anotan los motivos y preguntan si necesitan ayuda para llegar a las escuelas en día de los comicios. La participación en el municipio fue un diez por ciento menor a 2019, en línea con lo que ocurrió en toda la provincia. Como repiten esta tarea desde hace semanas, ya tienen algunas pistas: “muchas personas no fueron a votar porque no tenían la segunda dosis de la vacuna y tenían miedo; otras dicen simplemente que no sabían a quién elegir y también nos encontramos con muchas personas que piensan que las PASO no son obligatorias o no son importantes”, repasa Analía. En este contexto, las militantes denuncian que en las mesas de Juntos hacen correr la voz de que a quienes no fueron a votar en las PASO se les cobrará una multa cuando vayan a votar en las generales.

“Esta campaña es de abajo hacia arriba”, explican voceros del municipio, y aclaran que lo mismo ocurre en todos los distritos del conurbano. La línea es la misma que bajan desde Nación: mostrar la gestión y explicar todo lo que se hizo aún durante la pandemia, las medidas sanitarias y también las obras. “Los municipios son la primera ventanilla de reclamo, son los que están en contacto directo con las personas”, sostienen. Uno de los efectos de las PASO, cuentan los militantes, es que muchos vecinos, amigos y familiares se acercaron para dar una mano, para salir a recorrer los barrios con ellos. En el casa por casa, en el cara a cara con los vecinos, las distintas reacciones dan algunas coordenadas de cómo es el humor social.

Entre quienes no fueron a votar, la apatía es una de las actitudes que más se repite, sobre todo entre los y las jóvenes. “Encontramos chicos de 16 y 17 años que no votaron porque no les interesa, porque dicen que no los convence ningún candidato”, cuenta Gabriela. Gustavo --que se define como “militante de Cristina, Kicillof y Gray”, pero no está encuadrado de forma orgánica en ningúna agrupación--, encontró respuestas similares: “muchos jóvenes nos decían que no les interesaba la política, que preferían quedarse durmiendo el día de las elecciones”. “Nuestro objetivo en esos casos es explicarles que tienen que ir a votar, que es un derecho que tenemos que cuidar”, cuenta.

Santiago y Facundo recién salen de la escuela y miran con escepticismo el material que les reparten los militantes. “Ni idea de política”, dice Santiago, que tiene 17 y votó por primera vez en las PASO. “No creo que no nos interese, pero sentimos que los políticos no nos hablan a nosotros”, agrega con un tono que muestra más desconcierto que enojo o indiferencia. Para ambos la pandemia “fue muy difícil”, pero creen que las medidas de cuidado no estuvieron mal, “nosotros nos cuidamos mucho”. Los dos aclaran que aunque no les entusiasma la política, fueron a votar en las PASO y van a volver a hacerlo en noviembre, pero que muchos de sus compañeros y compañeras no lo hicieron ni lo harán.

Las características de Esteban Echeverría son comunes a las de varios municipios del conurbano: es un distrito heterogéneo, con más de 300 mil habitantes repartidos entre barrios de clase media, otros más humildes y otros muy precarios, pero también countries, que marcan un fuerte contraste. Cuando llega el momento de tocar timbres, las reacciones son diversas. En el caso de Julio, de Malvinas Argentinas, la recepción es buena. Ve una mejora en la situación general del país y del municipio. “Trabajo hay, fue remontando de a poquito y en el barrio se ve que va mejor”, sostiene. Él se dedica a la fabricación de calzado y nota una “recuperación grande”. El principal problema, advierte, es el aumento de precios, “a veces la plata no alcanza”. La otra preocupación que resalta es la inseguridad.

Desde atrás de las rejas de su casa, ubicada en la única calle de tierra que queda sobre plaza Malvinas, Verónica dice que no le importa la política, que fue a votar pero metió su sobre vacío en la urna. “Los políticos son todos chorros”, dice sin más, aunque opina que “Cristina es peor que Macri”.

El barrio Siglo veinte de El Jagüel alterna calles asfaltadas y de tierra, casas modestas y recién construidas, todavía sin revoque, y chalets que acumulan años y refacciones. Raúl recibe enojado al grupo de militantes que golpean las palmas frente a su casa. Dice no estar conforme con cómo está el país, aunque se define como “peronista a muerte”. A pocas casas, Luis Ricardo, de 65 años, no duda en que “ya se ve que la situación está mejor y creo que va a seguir así”. Trabaja en una pizzería de Chacarita y lo hizo durante toda la pandemia, de modo que evalúa el presente en relación al año pasado: “veo cómo levantaron las ventas, cada día se ve mejor. Creo que este país va a ir levantando, como levanta siempre”, sostiene.

Las respuestas de otras personas son más neutras: abren sus puertas o rejas con amabilidad, se limitan a escuchar las propuestas, leen el material que se les reparte y enumeran los problemas que tienen en el día a día. En algunos casos aparece la falta de alimentos porque la plata no alcanza, en otro caso los reclamos apuntan a mejoras en las calles, y también se repite el tema de la inseguridad.

Después de un mes de recorridas, Analía se anima a hacer un cálculo rápido sobre el estado de situación: “en el casa por casa, de diez personas, solo una o dos te pueden rechazar, más no. La gente escucha y nosotros les explicamos que la situación está mejorando, que la pandemia está por terminar”, cuenta con entusiasmo. Aventura que la elección de noviembre puede reflejar esta tendencia. La pregunta que queda flotando en el aire, es si será suficiente.