El campo social del arte argentino suele entrar en efervescencia coincidiendo con las crisis económicas o las reacciones políticas a ellas. La idea surgió de un tramo off the record de una entrevista aún inédita, donde el fotógrafo Roberto Graziano comparó la posdictadura y la crisis del 2001. Si la teoría Uvasal no falla, la dictadura de Onganía fue uno de esos momentos. Quizás el más intenso, por coincidir con una modernización generalizada a nivel global. El pintor (y escultor) Rodolfo Elizalde fue un protagonista, junto con sus compañeros y compañeras del Grupo de Arte de Vanguardia, de aquel inolvidable 1967 en que el arte de Rosario se integró al arte más moderno del mundo. 

La galería Subsuelo (Balcarce 238) y el historiador Guillermo Fantoni conmemoran el período vanguardista del "Colorado" Elizalde con una exposición individual y un libro.  La invención oculta. Rodolfo Elizalde, proyectos 1966/1968 es el título del libro que se presentó el sábado en el contexto de la muestra homónima de pinturas, esculturas y dibujos que se inauguró el 1 de septiembre y puede visitarse de 16 a 20 hasta el sábado, en que abre de 10 a 13 y ya se levanta. (Más información a [email protected]). 

Boceto para el Ciclo de Arte Experimental (1968).

Con texto de Fantoni, el libro reproduce las obras expuestas. Tanto en la muestra como en el libro se incluye una serie de fotografías por Carlos Militello, del archivo de Graciela Carnevale, que registran la experiencia callejera efímera que Elizalde y Emilio Ghilioni presentaron el 23 de septiembre de 1968 en el Ciclo de Arte Experimental. Un retrato grupal por Elizalde, incluido en la muestra, indica un tercer participante que luego no estuvo. La fecha se conmemoró el 23 de septiembre durante la muestra actual.  

La selección de obras de Elizalde realizada por el curador Fantoni arroja luz sobre la muestra homenaje anterior. En Mirada urbana (2018, Espacio Cultural Universitario, Rosario) se vio una geometría oculta que guiaba la composición figurativa de techos, muros y terrazas, en aguafuertes gris ceniza de una ciudad sin gente. No fue sólo el alumno de Juan Grela que dejó los estudios de ingeniería por los pinceles quien miró la vieja urbe de los inmigrantes y la documentó en pinturas y grabados casi abstractos.

Fue también el viajero que en 1966 salía a visitar museos con un mapa de París como si fuera un trabajo. Fue también el artista del Grupo de Arte de Vanguardia que se puso a recortar cartones encontrados (algunos ya modernizados por la industria farmacéutica) para generar maquetas de esculturas tridimensionales a partir del plano, muchas de las cuales pueden verse en la fascinante sala de bocetos en papel y en cartulina, en pastel, lápiz o bolígrafo. Los bosquejos predominan sobre las grandes concreciones, dados un vértigo de ideas y un contexto que sólo justificaba el gasto si había alguna exhibición en agenda; sin embargo, "Diedro" (una de esas obras) fue realizada dos veces. La primera, en 1967, cuando se expuso en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires como parte de la muestra Rosario '67; la segunda, en esta exposición. Fue reconstruida por Carolina Setau sobre un plano trazado por Daniel Pagano. En ambos casos mide 1,85m de altura: una estatura humana (¿la del autor?), algo que no era inusual en aquellas "estructuras primarias" del minimalismo. Se despliega sobre una base cuadrada de 1,30m de lado. En cuanto al material y la técnica: madera calada y pintada. En la nueva, se usó fenólico, que no existia cuando se construyó la pieza original, que luego fue destruida. Hablar de minimalismo o de Gestalt no da cuenta de la complejidad de las obras geométricas de mediados de los '60 por Elizalde, cuya composición discurre por vías constructivistas.  

Tanto la exposición como la publicación (que inaugura el catálogo de ediciones de la galería) tienen una calidad museográfica y académica que pone esta iniciativa privada a la altura de las estatales. Rodolfo Elizalde (Bahía Blanca, 1932; Rosario, 2015) se hace presente a través de una entrevista de los '80 por Fantoni que se incluye en el libro,  complementando así el publicado por Iván Rosado con una serie de entrevistas que le hizo en 2015 su nieto Santiago Beretta, hijo de su hija Martina. La mamá de Martina y viuda de Rodolfo, Edith Busleiman, estuvo el sábado en la presentación del libro, y le confió a esta cronista una historia. De una de las obras en la muestra, una acuarela cuadrada de 75cm de lado con dinámicas curvas y rectas a lo Julio Le Parc en un ya desvaído bermellón, dijo Edith: "Él (Rodolfo) decía que era un retrato mío". Al final del evento, Daniel Andrino mostró a los presentes una obra en trastienda que se deja leer hoy como arte contemporáneo, del más punk. También realizada por Elizalde en los '60, la pintura geométrica abstracta en rojo y blanco fue adquirida por un médico psiquiatra, uno o una de cuyos pacientes aprovechó una distracción del terapeuta para escribir, en rojo al tono, sobre el blanco impoluto de la obra: "La otra dejame pepas". La imborrable pintada en reclamo de comprimidos gratis fue respetada por el artista cuando el cliente se la dio para que la restaurase; el Colorado, fiel a su temperamento, acaso inspirado por los mismos aires políticos de Tucumán Arde (1968), fue reverente con la "loca" irreverencia y sólo cambió de orientación la firma, girando 90 grados el cuadro para hacer más legible el texto.