“No soy adicta. En las reuniones necesito algunas copas para ‘estar’. Si no, es como si me evadiera al jardín. Quedo allá, en otra cosa.” Así definía la poeta uruguaya Marosa Di Giorgio (Salto, 1932; Montevideo, 2004), pelirroja de aura tornasolada, su necesidad de ser una “alcohólica social”. No usaba el alcohol para evadirse, sino para vincularse con los demás y no quedar ida (“impávida, algo aislada”). Lo de andar ida equivalía a haberse ido por las ramas del jardín, imaginario o real (en ella es lo mismo). ¿Trauma o epifanía a los 4 años? Es la edad clave en que los jardines iluminan para siempre a las niñas. Lo decretó quién otra que la Pizarnik, allá por 1971 en una prosa muy Marosa, Niña en jardín. Durante un reportaje de la Gilio, la charrúa roja testimonia la experiencia: “Estaba allí un día, mirando las plantas, jugando, y de pronto lo sentí. Fue como si hubiera sido sustraída del mundo y reinsertada de otra manera”. Por alguna de las otras entrevistas incluidas en la antología No develarás el misterio, localizará todo debajo de una magnolia con la que se emparentó. 

Años después, ya adulta, volvió a visitar aquella casa gobernada por el magnolio centrado en el jardín que había diseñado su madre (Doña Clementina Médici). Aunque sintiera que nunca había dejado de ser aquella niña, el árbol había sido talado. “Alicia se fue a la sub-tierra o al espejo, pero regresó. A mí me fue imposible”, admitió. Marosa quedó ida, encerrada libremente, en el capítulo dos de Alicia tras el espejo, hablándole a lirios, rosas, margaritas. Aprendió a escucharlas. A leer un jardín. Historial de las violetas, de 1965, insinúa que ahí en la tierra, en la vida vegetal (y animal que la acompaña), se atesoran prontuarios (sus poemas desarrollan crímenes, traiciones, violaciones y pecados a escala del animé Arrietty). Aprendió hablar con/en el jardín: cuando se dice que las mujeres le “hablan a las plantas”, ¿no se está incluyendo otra tarea de cuidado más, esta vez en ese “locus amoenus” de la casa, ahí donde poder irnos, dejarnos ir, idas sin tantas vueltas?

Por si fuera poco, la condenó a alfabetizarse en jardinería la historia que escondía su nombre propio: “Marosa es el nombre de una planta italiana, fantástica; cada tanto da una flor sumamente abrillantada”. Efectivamente, vivió condenada a contar su mirada de infancia desde un jardín eternizado, su “zona”, su único pero cósmico umwelt. Su jardín infante y parlante.

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A fines de 2004, Cuenco de Plata editó en CD (¿se acuerdan del formato?), algunos recitados de Marosa bajo el título Diadema, el cual formaba parte del libro La flor de lis. Con Alejandro Ros decidimos poner en escena esos poemas en la voz de su autora. Y qué mejor espacio que un jardín… En 1998, habíamos formado un colectivo de músicos y DJs (DJJJ, Leo García, Gustavo Lamas, Dany Nijensohn) que bautizamos Agencia de Viajes. Inspirados por los cuartos de “Chill Out” de las discotecas y las raves de entonces, lo que hacíamos era crear ámbitos/ambientes donde sentarse o tirarse a “sentir música” mezclada y remezclada en tiempo real. Una vez armamos una cuna gigante en la galería Dabbah-Torrejón; otra, un colchón de heno en el ICI; otra, una pista de patinaje en el Palais de Glace y otra más, musicalizamos un atardecer en el Jardín Japonés porteño, sólo por citar algunas instalaciones inmersivas de tantas. Cuando le llegó el turno a Marosa, logramos que nos prestasen el jardín que rodea al Museo de Arte Hispanoamericano Fernández Blanco sólo el 16 de octubre de 2004. Escondimos bafles bajo las plantas. Se la oía a la poeta descalza animando flores, a medida que alguien se movilizaba por el jardín, se acostaba o se sentaba un rato en los bancos parlantes. La sensación general era de un radioteatro botánico, a cargo de una jardinera ventrílocua con aspiraciones corales. El nombre de la obra era simplísimo: Jardín.

Siempre quisimos perfeccionar la puesta. Recién este año tuvimos la oportunidad. Alejandro y yo fuimos elegidos por el jurado de Sonia Becce, Carlos Huffmann y Juan Pablo Vacas para reponer la instalación durante la Semana del Arte 2021, que comprende del 31 de octubre al 7 de noviembre. Del tratamiento sonoro de los recitados se encarga el compositor Aldo Benítez.

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Para darle a cada sílaba “el run rún que yo quiero”, Marosa se autorrecitaba. En vivo, siempre sostenía un ramo de flores con la mano que quedaba libre del libro. La dramaturgia de su prosodia grave, aguda y esdrújula, llegaba a gritos y silencios, pasando por rumores varios. Entendemos al oírla lo que ella confesaba: que decía sus poemas en voz alta al escribirlos, “para constatar si poseen el ritmo debido”. Ella no rima, ritma. Y olvidémonos del “Neobarroco”, donde se la quiera incluir: ni simulacro, ni juegos de significantes, ni superficies de placer ni “Jouis-sens”, como en Néstor, Severo o Lezama. Cual una Arcimbolda en transición de género humano a animal a vegetal a mineral y lo que sea, ella está poseída por la diosa Pomona y sus delicias de jardín, donde están presentes incluso los pasados y ausentes. Todo es posible viajando en su jardín. “… Salir volando, o morirse todas las noches, o ser un nardo, no llama la atención” en su mundo poético, escribió César Aira en su mítico Diccionario de autores latinoamericanos.

Reinventamos finalmente la obra pensando en el sonido -leve alarido o breve trueno, dice Marosa- que producen los hongos en su mundo de humedad, oscuridad e invisibilidad. Un anochecer de éstos, el del 4 de noviembre, Fernando Noy (no podía ser de otra manera), Gabriela Bejerman (otra poeta psicodélica de la botánica) y La Leandra (una aparición angélica última generación) recorrerán el jardín del Museo de Arte Español Enrique Larreta, sosteniendo una flor y una vela mientras las voces marosianas se multiplican como croando o criando, tan rana como grilla. “Se diría que toda su poesía confluye hacia el erotismo”, concluía Aira en su perfil. Ella explicaba que había sido entrenada en el sexo por gatas apasionadas y moscas ensambladas al vuelo. Su sexualidad ideal es la de los hermafroditas. ¿Qué nunca salió del closet? “Hay un rosal en mi ropero”, aseguraba.

*Este texto es una selección de fragmentos del cuaderno de bitácora de la obra de P.S.