Casi a diario, la ilustradora Iman Joy El Shami-Mader dibuja una criatura mitológica que luego comparte en su cuenta de Instagram, devenida un bestiario -en apariencia- inagotable. Aunque ya ha superado las mil en los cuatro años de iniciado el proyecto, la muchacha asegura que podría continuar por los siglos de los siglos, de tan nutridas las leyendas que se multiplican a lo largo y ancho. Sus imágenes beben, de momento, del folclore de más de 150 países, a partir de historias que recolecta, lee y repasa con palpable entusiasmo en su casa de Merano, pueblito a los pies de los Alpes italianos. Desde caballos alados hasta anfibios demoníacos; desde dragones-elefantes que cuidan templos sagrados hasta hadas del bosque que enseñan las bondades del fuego; desde hombres con ojos en los dedos del pie hasta manos con afilada dentadura en la palma: de todo como en botica en su vasto muestrario.

“Si tuviera que elegir mi criatura preferida, tendría que ser el tímido Squonk, nativo de los bosques de Pensilvania, en permanente estado de depresión por su horrible apariencia”, se decantaba hace un tiempo Iman, aunque hoy día le cueste pronunciarse por una favorita. Le divierte, por caso, el Bonnacon, animal mítico de Macedonia, similar a un toro, “que esparce heces ácidas, ardientes cuando se sobresalta, para salir de situaciones peliagudas”. O el Caga Tío, de la tradición catalana, tronco al que se le deja comida y se le tapa con una manta en época navideña, para luego golpearlo en Nochebuena en pos de que excrete… regalos y dulces por debajo de la frazadita. De huestes gallegas, el Gatipedro, “un gato unicornio que aparece por las noches y dispara agua por su cuerno, mojando las camas de párvulos que pasan por meones por culpa del travieso felino”.

“Cuando pensás que diste con la bestia más extraña, aparece otra aún más rara y especial”, se relame la también orfebre, cuya obra tiene, obvio es decirlo, una cuota escalofriante amén de entidades como la fantasmagórica Penanggalan, de origen malayo, “cabeza flotante de una bella mujer que se convierte en vampiro, de cuyo cuello cuelgan todos sus intestinos”. En permanente estado de búsqueda, reconoce Iman que muchas criaturas las descubre por sugerencia de seguidores, que ocasionalmente la “corrigen” al asegurarle que tal o cual bestia de ninguna manera es ficcional, ¡si parientes cercanos las han divisado! Sugestión aparte, la ilustradora sigue empapándose de un tópico que le resulta francamente apasionante, en tanto “brinda una mirada al interior de cada cultura, a qué se teme o se temía, cómo se justificaban eventos negativos o favorables. Puede que, a veces, un espíritu sea tramposo y malicioso, traiga plagas y muerte; pero también están los que se cree que curan enfermedades terminales, los sabios y serviciales”.