El deporte y los deportistas tienen una formidable capacidad para amplificar virtudes y miserias. Esta vez se trata de las primeras. Las que delatan el compromiso con buenas causas. La lucha por la memoria, verdad y justicia es una de ellas. Pasó con la denuncia contra el 2x1 que hicieron los planteles de fútbol durante dos fines de semana consecutivos. En varias canchas o en vísperas de jugar los clásicos, se multiplicaron los carteles de rechazo a la decisión de la Corte Suprema. Los hinchas también se sumaron con sus propias consignas. La movida se tornó viral y ratificó un sentimiento colectivo que medio millón de personas habían expresado en una Plaza de Mayo colmada.  

Como el deporte no olvida, también se organizan actos donde se homenajea a los atletas que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Hoy habrá uno a las 11, en la tradicional esquina porteña de San Juan y Boedo. Se colocará una baldosa recordatoria por Daniel Schapira, el tenista desaparecido el 7 de abril de 1977 en ese mismo lugar. Integraba la JUP, le ponía el cuerpo a todo lo que hacía y por eso lo secuestró un grupo de tareas que lo torturó en las mazmorras de la Ex ESMA. Se había negado a abandonar el país, la opción que desecharon muchos jóvenes por solidaridad con sus compañeros. Por su fortaleza física probaron sobre su cuerpo unos dardos envenenados. Pero no consiguieron quebrarlo.

Varias agrupaciones kirchneristas convocan al acto. El profesor de Educación Física Leandro Rachid, hijo de Jorge y cuadro político del Peronismo Militante se encargó de la organización con sus compañeros. Dirán unas palabras alusivas Juan Cabandié, Mariano Recalde, Victoria Montenegro, Gabriel Mariotto y Claudio Morresi, un ex futbolista que milita a tiempo completo.  

En los años 70 hubo deportistas con los ideales que abrazaron aquella generación de la JP, la izquierda clasista o la que seguía a la Revolución Cubana. Hay un punto de contacto entre esos jóvenes y los que se movilizan por diferentes causas en la actualidad. Su vocación transformadora. Su disposición a influir sobre el entorno que los rodea. La rebeldía contra lo que el Che Guevara definió en emotivas palabras para sus hijos: “Sobre todo sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”.  

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