Cuando Giorgio Agamben escribe "la así llamada pandemia" la reacción inicial de una buena parte de los lectores es asociar al filósofo italiano con el negacionismo puro y duro. Sin embargo, una lectura atenta de La epidemia como política, el libro que publicó Adriana Hidalgo (en su tercera edición, ampliada) y que recopila 18 textos y entrevistas que Agamben fue dando a conocer desde el comienzo de la pandemia de coronavirus, permite abstraerse de ese reduccionismo y analizar otros temas. 

Para el autor de Homo Sacer, es fundamental el concepto de "bioseguridad", una actualización de la "biopolítica" planteada en su momento por Michel Foucault. "El dispositivo de gobierno que resulta de la conjunción entre la nueva religión de la salud y el poder estatal con su estado de excepción", escribe Agamben, para quien "tanto se han acostumbrado las personas a vivir en condiciones de crisis y emergencias perpetuas que no parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica y ha perdido no solo toda dimensión social y política, sino hasta humana y afectiva".

Agamben concibe la pandemia como "pretexto" para abandonar los paradigmas de la democracia burguesa. A la hora de establecer un parámetro histórico, sostiene que "así como ante la crisis que cnvulsionó al Imperio en el siglo III, Diocleciano y luego Constantino emprendieron reformas radicales de las estructuras administrativas, militares y económicas que culminaron en la autocracia bizantina, de igual modo los poderes dominantes han decidido abandonar sin remordimientos los paradigmas de las democracias burguesas, con sus derechos, sus parlamentos y sus constituciones, para reemplazarlas por nuevos dispositivos cuyo propósito, que apenas podemos entrever, probablemente todavía no es del todo claro ni siquiera para aquellos que están trazando sus líneas rectoras".

El filósofo italiano invita a pensar una nueva política, "que no tendrá la forma obsoleta de las democracias burguesas ni la del despotismo tecnológico sanitario que las está sustituyendo". Una exposición claramente eurocéntrica que admite aquí, en América Latina, otras lecturas, y que merece un contrapunto intelectual con quienes viven y perciben una realidad diferente.