Animales que no ven, se guían por el sonido, son pequeños y quieren volar alto. Esa es la definición de ser un Murciélago. 

Su historia parece de película pero nada está más cerca de la realidad. Nunca se hubiera imaginado todo lo que la vida le tenía preparado, después de que a los 9 años un avión de papel con un alfiler le cayera sobre el ojo derecho y lo dejara sin visión a causa del glaucoma congénito que le habían detectado a los 6 meses. A partir de ahí el panorama se complicó y a los 17 años quedó ciego. “No sabía que había fútbol para ciegos, había un mundo paralelo al mío que yo no miraba y hoy tengo un compromiso con ese mundo que es totalmente distinto”, afirmó Cerega.

--¿Tuviste contención cuando perdiste la visión?

--La familia y los amigos estuvieron ahí. El pueblo es muy chico y todos me conocían. No me hacían notar que no veía, era uno más. Tenía una limitación pero todos las tenemos. El que no hace, no se equivoca y para aprender hay que equivocarse. Yo voy a tardar en barrer, en lavar ropa pero lo voy a hacer igual, no importa si yo tardo quince minutos y otro tarda tres. Siempre buscamos la deficiencia en los demás, el día que empecemos a buscar las similitudes la historia va a cambiar.

--¿Sufriste bullying?

--Sí, como todas las personas, pero lo que no me mata me fortalece. El otro día hablé con un amigo del colegio y nos acordamos de que en el pan y queso siempre me elegían a lo último, y al final el que quedaba último siempre salió dos veces campeón y trajo dos medallas paralímpicas.

Diego Cerega es de Gral. Las Heras y a los 24 años sus amigos lo convencieron para que realizara una rehabilitación en el Instituto Román Rosell de San Isidro. Allí tienen talleres para aprender Braille, el uso del bastón, talleres de cocina y otro de actividades de la vida diaria. “Ahí me di cuenta de que ser ciego significaba no ver, pero igual podía hacer un montón de cosas. El instituto me cambió la vida, me cambió las gafas con las que veía la vida”, aseguró el actual entrenador de Fundación Paradeportes – Atlas.

Su llegada a los Murciélagos fue casi de casualidad. En el instituto Roman Rosell estaba Enrique Nardone, el creador de la Selección Argentina de fútbol para ciegos y también estaba Silvio Velo, el capitán.

--¿Cómo te convocaron para los Murciélagos?

--En 2002 yo pesaba 110 kilos. Nardone me preguntó si quería ser parte de la Selección, yo me señalé y ahí me dijo: “A un buen tipo le puedo enseñar a jugar al fútbol, pero a un futbolista no le puedo enseñar a ser buen tipo” y me convenció. Eso fue en julio, el mundial era en diciembre de ese año por lo que me dijeron que me preparara recién para Atenas 2004. Me lo tomé tan en serio que en diciembre de 2002 pesaba 78 kilos, fui titular de la Selección y salimos campeones del mundo.

--¿Cuál fue la mejor experiencia con la Selección?

--El Mundial 2002 fue muy rápido, fue como chico con juguete nuevo. El Mundial 2006 fue el más lindo. Brasil goleaba en todos los partidos, pero le ganamos 1 a 0 y salimos campeones en el Cenard con todos los familiares, amigos y los chicos del Sub 17 de AFA. Ese año nos abrieron las puertas del predio de AFA, almorzaban con nosotros, compartimos tiempo libre. No podíamos creer dormir en las habitaciones que dormían Agüero y Messi.

--¿Cómo te cambió la vida a partir de esto?

--Antes me gustaba viajar, salir de mochilero por el país, jugar al fútbol y cuando me quedé ciego pensé que se había acabado todo. Al final viajé por el mundo y representé al país. Fue una locura, nunca me imaginé quedar ciego, menos todo esto. Jugar en distintos clubes, River, Unión, Godoy Cruz y ahora en la última etapa con la Fundación Paradeportes. Siempre trabajé hasta que encontré el deporte y bueno ahí se me abrió un abanico de posibilidades increíbles, trabajé en novelas, revistas y publicidades.

Un día le sonó el teléfono, era Mariano Martínez que le pedía ayuda porque tenía que interpretar a un chico ciego en “Son de Fierro”. Lo citó en el Cenard, no sabía quién era hasta que los guardias de seguridad le dijeron que era el “Rey Sol” Marquesi. “Creamos un vínculo. Me tomaba el colectivo para ir a jugar al dominó en su casa, le ponía antiparras para que no viera y me preguntaba cómo hacer para jugar. Otro día lo acompañé al supermercado para que vea como yo hacía compras. Fue una experiencia muy linda", aseguró Cerega, quien también actuó en la novela.

El último año jugó para la Fundación de Paradeportes que es el único medio argentino dedicado especialmente a deportes adaptados. Cuando dejó la actividad, Maximiliano Nobili, el director de la Fundación, lo convocó para dirigir.

--¿Por qué decidiste retirarte?

--El cuerpo ya no estaba al nivel que yo quería. Uno tiene que saber cuándo dejar al fútbol antes de que el fútbol lo deje a uno. Pero por lo visto no me quiso dejar porque así como la vida me dio revancha, el fútbol me hizo sacar los botines para ponerme las zapatillas como entrenador.

Cerega es ahora el director técnico de la Fundación Paradeportes – Atlas y el pasado 27 de noviembre debutó en la copa “TOP – Fundación Paradeportes”, un triangular que se desarrolló en La Quemita en el que además jugaron River y Huracán.

--¿Cómo fue el debut?

--Perdimos los dos partidos, así que de acá en adelante todo lo que venga va a ser productivo. La experiencia me pareció muy buena porque me parece que tenemos que incursionar en todo. Tampoco es que se me ocurrió ser aviador, se me ocurrió ser técnico de fútbol para ciegos, no es algo imposible. Seguramente otros van a tomar decisiones más rápidas que yo porque ven lo que pasa pero hay que buscarle la vuelta.

Con Eduardo Díaz, otro integrante de Los Murciélagos, dirige una escuela de fútbol para ciegos en Gral Rodríguez. También da charlas de capacitación a empresas, tiene un programa de radio y estudia el profesorado de historia en el instituto de General Las Heras, donde vive. “Si vos haces cosas la discapacidad pasa a segundo plano, puede ser una herramienta para vivir. Somos como el tetris o como el pacman: o construimos entre todos o nos comemos entre nosotros”, sostuvo el ex Murciélago.

--¿Qué necesita el deporte adaptado para desarrollarse?

--Creo que necesitamos mirar el deporte como competencia. Es una herramienta de inclusión social, tenemos que disfrutarlo y no ver deficiencia, sino competencia. Hay responsabilidad social desde arriba pero me parece que el cambio es en el común de la gente. No podemos exigirle a los líderes que cambien las cosas si los individuos no lo cambiamos.