Ayer se cumplieron 13 años desde que la red Bitcoin empezó a funcionar como una plataforma para transferir dinero electrónico entre personas, sin intermediarios. Es el mismo período entre el pico de la PlayStation 3 (Uncharted 2, Red Dead Redemption) y el lanzamiento de la PS5. Flashear con el avance entre una consola y la otra es súper común, pero también es desmesurado teniendo en cuenta que para el público general pasó desapercibida la comunidad cripto, con sus millones de desarrolladores y usuarios distribuidos por todo el mundo, con ideas y herramientas concretas, desde un sistema financiero descentralizado a la chance de hacer un sueldo con videojuegos.

Porque no es solo un mercado de tokens y criptomonedas. Es una comunidad de software descentralizado, orientado a la seguridad y privacidad del usuario gracias a los beneficios de las tecnologías blockchain. Y es una plataforma de creatividad, donde quienes crean pueden mantener propiedad verificable sobre sus obras, manejar la economía de su arte, encontrar nuevas formas de financiarse. Crypto, como lugar -y así, Crypto, como sitio arcano, ancestral-, es una academia de aprendizaje constante, un mercado de intercambio entre pares, una red de aplicaciones con reglas claras, un gran festival de artes. Todo eso... y un club de monos aburridos.

Aunque la adopción de cripto no es mainstream todavía, ya se coló como tema, entre el metaverso, los NFT, la web3 y las gambetas del bitcoin. Sobre todo a partir del comienzo de la pandemia. En estos años, con el tiempo libre, el dinero ocioso y la sensación de que todo sistema tradicional volvía a colapsar, distintos proyectos y tendencias como los coleccionables digitales, la protección del valor con stablecoins, la búsqueda de rendimiento en DeFi o el boom de videojuegos play-to-earn subieron más gente a bordo.

No hay duda de que la gran boca de ingreso de 2021 fueron los tokens no fungibles o NFT, una adaptación al código de las criptomonedas que permite identificar cualquier tipo de archivo o paquete de información digital y asignarle propiedad e individualidad. No solo para representar cierto monto económico, sino para establecer derechos creativos, propietarios y comerciales: para qué se puede usar o no una imagen, un video, un track, un documento. (Si querés entender mejor qué son los NFT, cómo funcionan y para qué se están usando en ámbitos como la cultura, el gaming y los deportes, revisá esta guía)

► La disidencia no fungible

Durante 2021, media Argentina quiso arrogarse ser "la primera persona" o "el primer colectivo" o "la primera empresa" o en lanzar un NFT musical. Hubo desde concursos apuntalados por empresarios de la cultura preinternet a marketplaces creados por herederos del linaje de la producción de espectáculos, festivales abrazadas por la cultura oficial del circuito teatral porteño, experiencias argentinas de metaverso como un boliche virtual en Decentraland o la ciudad musical de Xave World. Y por debajo de todo eso deliberadamente up-bottom, hubo un burbujeo ascendente en lo subterráneo de la música y el diseño gráfico, donde la incomodidad siempre es una sana costumbre y las cosas buenas ocurren bottom-up.

En ese enjambre de manotazos por brandearse como "precursor NFT en Argentina", el beatmaker Bizarrap terminó dándose aires que esa vez no le correspondían. Y entre las bandas del under local hubo experiencias como las del trío electrónico Pyura. Pero uno de los proyectos que con mayor solidez y creatividad encaró el tema NFT fue Bagner, el colectivo disidente de artistas audiovisuales que conecta el partido bonaerense de Morón con Rusia. Al comando de Esteban Bagner, aparecieron con una propuesta NFT para reinterpretar de forma no heteronormativa ni patriarcalista el tango y el folklore.

"El formato NFT permite conectar conceptos de arte con conceptos de tecnología, con cripto, con una militancia particular como puede ser la de género, y con una crítica política que puede ser a qué se considera bello. Eso es lo más interesante", le dice Bagner al NO. "Después está el lado comercial, que es otro tema: precios, costos, si vas a venta o a subasta, en cuánto se puede vender una canción, y para qué te alcanza ese dinero."

Después de conocer las criptomonedas como medio de cambio, ahorro o inversión, Bagner empezó a interesarse en el arte NFT durante la pandemia. Su primer tema salió a fines de 2020: el chamamé antipatriarcal Mujer. Después vino el tango queer La rosa cruz, y hace poco sacó Carrilche, un tango onda música urbana con temática trans. Además de los reglamentarios audios en Spotify y Apple Music y videos en YouTube y Vevo, todos tienen sus versiones pack NFT, con sus extras premium.

Otras obras sueltas fueron Bagner Nature, performance de arte lésbico creada para TikTok, o un corto satírico sobre la tensión entre el folklore tradicional y las nuevas propuestas disidentes, Del campo al antro. Además, soltó dos colecciones de avatares creados por IA y una serie de remeras de esos personajes.

--¿Cómo fue tu primera experiencia publicando y vendiendo un NFT?

--Venía distribuyendo mi música en plataformas de audio convencionales, y lo primero que hice fue generar una versión exclusiva para el mercado NFT, con una idea de otras épocas de la música, como si en vez del CD tuvieras CD+DVD. Venía el video en súper alta calidad, como ni siquiera estaba en Vevo, más los archivos de audio en 24 bits y 48 khz. Jugué con eso de la versión premium, y no me pareció muy interesante, aunque se vendió. Recién cuando empezamos a trabajar gráficas y videos integrales todo cobró otro color. Mi principal interés es vender música, pero podés vender libros si sos escritora, o podés filmarte y vender tus coreografías si sos bailarina.

--Tus NFT tienen el gancho de la narrativa: lo queer, los géneros populares, el conurbano...

--La narrativa es muy importante, pero es cosa del artista ver cómo llega el público posible a esa narrativa. Tendrá que ver cada cual cómo lo cuenta en palabras, imágenes o sonidos. Además te valés de otras plataformas para contar esta historia: la compartís en Twitter, Instagram, y explicas que es un video o una imagen o un audio, y sus cuestiones técnicas de calidad, y también la historia que hay detrás... y en esa parte de la narrativa es donde aparecés como artista con tus luchas, con tu ideología de género o política.

--¿Cómo decidís cuánto cobrar tus NFT?

--El precio tiene que ser uno que te sirva. Hay muchas cosas a tener en cuenta, para empezar a cuánto se vende y si pagás comisión para vender o no. Y entonces elegís un marketplace NFT u otro. Esas decisiones son lo que más puede costar, porque mintear un NFT es muy sencillo. Si vendés en plataformas con comisiones caras, en Ethereum, por otro lado cobrás en una moneda que va aumentando su valor. Si vas a una plataforma con fees más baratos, tal vez vendés más obras y terminás ganando en la cantidad. Son todos factores con los que hay que jugar e investigar qué le sirve a cada proyecto.

--¿Para quién armás tus NFT?

--Tenés que pensar en la gente que te sigue, en qué le puede llegar a interesar, y en qué podés ofrecer que esté dentro de tus posibilidades y que les interese, porque capaz entre tus posibilidades está juntarte con George Lucas y hacer un video 3D increíble, pero eso no le interesa realmente a tu público. Todo eso va decantando en base a que vayas experimentando estas posibilidades y viendo que querés hacer como artista.

--¿Y cómo combinás esta producción con mostrarte en plataformas tradicionales o tocar en vivo?

--Tengo mi música subida a las plataformas de audio y los clips a las de video. Y en los NFT que publicamos hay otras cosas: avatares hechos con inteligencia artificial, merchandising, arte de tapa, audio y video en alta calidad. En cuanto a tocar, esto es algo que sepulta esa idea de que la única opción es regalar la música porque el negocio está en tocar en vivo. O también esto de que hay que tocar en cualquier condición para ser conocido. Yo no tengo pensado salir a tocar. Me alcanza y me contenta lo que vengo haciendo, y creo que tengo otra cosa para ofrecer que justamente no es salir a tocar.

--¿Qué te gusta del modelo económico del criptoarte?

--Me encanta porque es todo entre el comprador y yo. Ya no tengo que desviar dinero a la distribuidora ni a la plataforma, ni estoy especulando desde dónde me escuchan a ver si el play es más caro. Con los contratos digitales de los NFT, vos decís que tu canción sale 10 pesos y sale 10 pesos, y eso es muy importante como artista. Muchos dicen que los NFT son una forma de privatizar internet. Yo no estoy de acuerdo; creo que es devolver un poco el valor al artista y que se pague lo que considera que vale ese trabajo. Spotify o Apple Music me pagan lo que se les canta. ¿Y si lo quiero vender más barato, o más caro, y si quiero vender otra cosa, otro concepto de disco? El criptoarte le devolvió la prioridad al artista de decidir qué pasa con su creación.