"Escribir acerca del diario vivir como una línea de sombra en el mar de los sargazos./ Desde allí, ver si las palabras sueltas van formando lentas superficies de poemas en la costa". Así, con esta declaración de la intención como una no-intención (como seducción o atracción, en el sentido de la escritura casi como un encantamiento), comienza Griselda Riottini (Rosario, 1950) su nuevo libro de poesía Malibúes (2017), que el sello cordobés Alción Editora presenta pasado mañana a las 20 en el Teatro El Círculo (Laprida 1223).

Magíster en Literatura Argentina por la UNR y estudiosa de la poesía post‑colonialista del premio Nobel caribeño Derek Walcott, la autora de Giornal y Bestiario de las cañadas (Alción, 2014) despliega en su nuevo libro un serie de imágenes de "lo otro" a medida que explora, revisa y subvierte las categorías estéticas y políticas con que se pretende abarcarlo: lo exótico, lo monstruoso y lo "freak".

Empezando por la palmera malibú cuyo sonoro nombre (que es el de una nación aborigen "extinguida por la colonización europea") da título al libro, pasando por algunos de los monstruos femeninos más interesantes de la mitología grecolatina o celta y desembocando en los seres noctámbulos de diversa consistencia que surcan una plaza de la "zona roja" de Rosario, la autora retoma aquí una búsqueda iniciada en su libro anterior. Sólo que esta vez el espacio mítico de la leyenda es reemplazado por un cotidianeidad donde lo extraño puede aparecer.

La contemplación y la memoria mezclan sus aguas, en un repliegue sobre la interioridad, a la espera del poema. Así empieza: "Pasa un mariposa/ por mi ojo de malibú". Ese primer tropo es una "écfrasis/ de un afuera que me anula". La écfrasis es la descripción de una imagen estática que cobra movimiento. "Esta segunda característica, que es la que más me atrae, una fusión del tiempo narrativo y el espacio puro de la pintura o lo visual en general, es la menos conocida o tratada", dice Riottini. "Eso es lo que yo intenté decir en el poema que abre mi libro. Ser (la voz poética) una écfrasis, un recurso literario nada más y nada menos enfrentada a lo real".

Una escritura de lo real es imposible, por eso Riottini escribe: "cantos, epitalamios, sigilos,/ celebren así su goce/ de no inscribirse nunca// sin importar mis regocijos". Las últimas dos de esas tres alegorías del poema fluctúan entre el género clásico del homenaje nupcial (epitalamio) y el sigilo, la escritura mágica cuya intención es seducir lo real. Así termina el primer poema; lo que sigue, como bien se anunció, es una escritura que erotiza el mundo.

"Pasan garcitas en reclamo de grafías"; "Hoy las hojas de las tipas/ me rozaban suavecito": naturaleza y cultura se entraman en un cuidado tapiz que no deja hilos sueltos. Como una sabia Ariadna, que a la vez fuese Dédalo, la poeta guía al lector por ese laberinto de sonidos que ella ha construido, dejándolo extraviarse en el disfrute de la belleza pero no confundirse ante los cultismos, que siempre son desarrollados o puestos en un contexto que permite deducir su sentido.

Es el caso de "Monsters", sección en prosa donde las Furias, las Sirenas o las Moiras enmascaran la voz poética. Esta luego asume con humor surrealista la contemporaneidad de una plaza a la que imagina exuberante y poblada de sobrenaturales "frikis", en el tramo final.