Nutridas columnas con mayoría de jóvenes, grupos sindicales con sus batucadas, gritos y cantos, y un único orador –el juez federal Juan María Ramos Padilla– fueron protagonistas esta noche de un acto impactante en el escenario de la capitalina Plaza Lavalle, colmada en toda su extensión desde la avenida Santa Fe hasta Córdoba. El orador, durísimo en sus críticas al Poder Judicial y a la Corte Suprema en particular, pronunció un discurso que duró más de media hora y encendió repetidamente el ánimo de la multitud. Varios dirigentes sindicales se arracimaban en un palco sobre la calle Tucumán.

Marcha del 1F federal

Esa marejada humana se repitió a la vez en muchísimas plazas de todas las ciudades del país, para decir que de una vez quiere una Corte Suprema de Justicia que verdaderamente provea y garantice la ecuanimidad en la impartición de Justicia para 46 millones de compatriotas.

Fue evidente que de ese modo el pueblo argentino, allí y en todas las provincias y especialmente en Córdoba, Salta, Santa Fe y Chaco, expresó su convicción de que la Justicia no está siendo ecuánime ni pareja, ni mucho menos ciega, como se postula históricamente en la representación de Temis, la Diosa griega de la Justicia que significa orden y verdad en los juramentos y en la ley. Y que es conocida como la diosa que impone orden en el universo, representada con la balanza que equilibra, la espada que sanciona y los ojos vendados que representan la igualdad en el trato a las personas y la fuerza moral de la Justicia.

Qué se pidió en la manifestación

Ése y no otro fue el propósito de esta multitudinaria manifestación ciudadana, que fue a decir pública y claramente –en cada ciudad donde hay un tribunal– que el pueblo no se siente protegido por el Poder Judicial y que por eso mismo no quiere más un sistema judicial sometido a grupos económicos concentrados que acaparan favores y distancian a la Justicia de las necesidades de la población.

Por eso en esta jornada el pueblo se decidió a peticionar la renuncia de los cuatro ciudadanos que integran la actual Corte Suprema de Justicia.

El derecho a peticionar, validado constitucionalmente, fue ejercido en esta ocasión como nunca antes de manera masiva ni por tantos millares de argentinos y argentinas. La Plaza Lavalle y sus similares en todo el país, se cubrieron de manera extraordinaria en base a la convicción generalizada de que la actual Corte –que según la Constitución Nacional es la máxima expresión del Poder Judicial– de ninguna manera garantiza la provisión de Justicia. Fue verdaderamente conmovedor ver a este pueblo diciéndole a los cuatro miembros de la Corte que rechaza y no acepta más su constante sometimiento a los poderosos, las oligarquías y los medios hegemónicos de incomunicación, que funcionan como sistemas de engaños y mentiras que distorsionan la realidad y son la negación misma de la Justicia.

Como decía José Hernández, en el “Martín Fierro”: “La ley se hace para todos, pero sólo al pobre le rige". No queremos más eso, dijeron en este plaza decenas de miles de compatriotas, que a la vez repudiaban "esta justicia durísima con los pobres pero blandita y servil con los ricos". O sea, no más Viejos Vizcachas.

De ahi la aspiración generalizada de que la República Argentina tenga de una vez un Poder Judicial transparente y en el que mafias y servicios de inteligencia no puedan operar.

Y fue impactante ver cómo en todas las plazas de la República, como basadas al unísono en el artículo 37 constitucional, se hacía buen uso de la garantía del pleno ejercicio de los derechos políticos de la ciudadanía “con arreglo al principio de la soberanía popular”, lo cual significa expresarse, peticionar y exigir. En este caso, lo que decía es, simbólica pero contundentemente, "estamos en este acto para pedirles a los 4 miembros de la actual Corte Suprema de Justicia de la Nación, Señores Lorenzetti, Rosenkrantz, Rosatti y Maqueda, que en bien de la República, la Democracia y la Paz renuncien a sus cargos".

Así en el Palacio de Justicia porteño, como frente a todos los edificios judiciales de la república, se ejerció por primera vez el “derecho de reunión, movilización y protesta social que implica el derecho de petición a las autoridades” tal como está tutelado por los arts. 14 y 32 de la Constitución Nacional, que establecen el derecho a la libertad de expresión y de peticionar.

Tal derecho de reunión, que está contemplado en el art. 19 constitucional, dispone que todo lo que no está prohibido, significa que está permitido, de acuerdo con el art. 33, que resguarda derechos que nacen de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.

Lo extraordinario de esta jornada fue además que, con todo respeto e invocando ese supremo derecho popular a peticionar –y basados en el principio de que la Patria y el Pueblo son más supremos que la Corte–, por primera vez y en forma tan masiva fueron reclamadas esas cuatro renuncias.

Un sistema perverso de injusticia

Frente a torcidas interpretaciones periodísticas y judiciales que pudieran haber y seguramente habrá, la multitud se mostró claramente persuadida de que es mentira la patraña de que marchas como ésta "atentan contra la Independencia del Poder Judicial". No es verdad, sino todo lo contrario: esta marcha fue la denuncia masiva y popular del hartazgo frente a un sistema perverso de injusticia, que no procede con independiencia sino muchas veces sometido a intereses y que funciona reiteradamente al servicio y en favor de minorías, y cuya representación visible son los cuatro ciudadanos que hoy el pueblo argentino tiene derecho y múltiples razones para cuestionar, y que por eso reclama que renuncien a sus cargos.

Esta marcha también propuso el fin del distanciamiento entre la Justicia y la Ciudadanía. Como expresión popular, contundente en toda la república, fue una protesta ante el sometimiento de la Corte a las oligarquías locales y a todos los intereses extranjeros y apátridas que la conmueven y condicionan. Y a la vez el reclamo popular incluyó la propuesta de replantear y renovar todo el sistema judicial de la República. Incluyendo la restitución de la soberanía judicial, perdida desde que esta Corte aceptara que en todos los acuerdos de deuda se resigne la jurisdicción argentina. Que eso fue lo que habilitó a que un juez inferior de Nueva York, el juez Griesa, nos arrodillara ante los fondos buitres.

Fue un día de duro reclamo a 4 ciudadanos para que, por dignidad, si la tienen, renuncien a sus cargos, lo que sería el primer paso hacia la reforma judicial profunda que es urgente en la Argentina. Ojalá estos cuatro ciudadanos recapaciten y renuncien, fue el espíritu imperante en todas las plazas.

Y ojalá, también, tomen nota el Poder Ejecutivo y el Congreso de que el pueblo quiere, y exige, una Corte Suprema con igualdad de género y clara representación federal. Que ya es hora