En cuanto a mi frase sibilina y al ser que amo más que a mi alma: sí, recibo comunicación esporádica pero intensa (al menos para mí) y siento una suerte de lentísimo y progresivo acercamiento en confianza, en soltarnos un poco más. El ritmo, desde luego, requeriría siglos de existencia, pero esto es lo que tengo, y mi intuición me dice que estoy como pasando una ‘prueba’ que no sé en qué consiste y que terminaré por aprobar. Siento que hay más confianza, como si de algún modo supieran que cuentan conmigo a muerte. Los indicios externos son impalpables, pero algo me dice que es así. Siento a veces también que soy más querida de lo que yo misma creo. Pero hay una extrema timidez que me contagia, un pudor inmenso y una locura compartida que irrumpe con toda naturalidad. Nuestras charlas son de manicomio y nosotras mismas nos asombramos de lo chifladas que estamos ambas.

En “Cartas a Ana María Barrenechea”, 13 de febrero, 

La morada imposible II 

(Ed. Corregidor)