Como resultado de algún insólito desmadre interplanetario, cada tanto me toca escribir sobre asuntos trans primermundistas, a la espera de aportar al suple algún relleno para esa “grieta” local que hace rato ya se abrió entre el conurbano trava y el “ketoda meamooooor” de Oriana Junco. En materia trava meamor, por estas pampas, o estás muerta o en cana sin 2x1.  

Antes de abordar al interesante personaje internacional que nos incumbe, debería llamarnos un poco la atención que la modelo de travesti ofrecida de forma recurrente al público masivo local sea el proto-estereotipo Oriana-Flor-Lizi. Farandulera, banal, meamee, mostra, chiribim-chiribim, Rita Turdera, panteradematadera, peluquera. Del mismo modo, debería llamarnos la atención que del otro lado del ring, desde el magma revolucionario bastante rebajado con agua, el del autoproclamado activismo queer postodo argento, nuestra existencia queda sepultada bajo las míticas banderas de las desaparecidas Diana y Lohana y el club de cisherederxs colgadxs de las lianas de sus difuntos pezones. Travas mostras por un lado, travas muertas por el otro, for your entertainment, ¿y en el medio de todo esto? Nada. Nada de nada. La otra grieta. La grietrava.

Pero prestá atención, porque después de leer esta nota tal vez te cierre el verdadero motivo por el cual al CIStema le resulta conveniente que la transfobia estructural permanezca vivita y col…culeando. ¿Será tan peligroso para el engranaje argento una inclusión e igualdad trans post ley de identidad de género real? Veamos. Tal vez encontremos la respuesta en otro país.   

In the U.S.A hoy aparece Chelsea Manning, una joven trans norteamericana de 29 años que hasta hace no mucho se llamaba Bradley, nombre masculino e identidad legal que le dieron sus padres, a pesar de una conclusión propia de la edad media publicada sobre esta misma noticia en Clarín, que subraya e insiste en que la reafirmación de identidad de género de Manning corresponde a un “cambio de sexo”. No obstante, lo que aquí nos compete no es el diario, sino que Manning además de ser una mujer trans, fue oficial del ejército y analista de inteligencia militar de su país hasta que la pescaron con las manos en la masa, mandándose un soberano cagadón… o un aporte a la humanidad, dependiendo del lado del que lo mires. Resulta que tras siete años en cana gracias a la jodita de enviar documentos y videítos clasificados a la chismosa ONG Wikileaks, mandando al frente operativos militares abusivos de las fuerzas armadas de los EE.UU. y destrozando de yapa la de por si impresentable ética de su política exterior, Chelsea Manning acaba de quedar en libertad. Chelsea, no Bradley.

Está clarísimo que para armar flor de revuelo podés lanzar una amenaza terrorista, o bien, optar por una herramienta más económica y efectiva y menos violenta. Alcanza y sobra con una sola trava camuflada en look boina verde-U.S. Marine, inadvertida a las miradas del universo más machista de todos, compartiendo al mundo entero centenares de videos sobre procedimientos clasificados del ejército yanqui, exponiendo espantosas violaciones a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad que su país lanza en nombre de dios y la guerra con su mejor cara de Barbie. Luego le tocará ser acusada de traición a la patria, informante del enemigo, y un montón de otras cosas que casi la llevaron a la inyección letal. Como buena espía, zafó de ésta, comiéndose en su lugar una sentencia a 35 años de prisión, pero cumpliendo solo 7 años efectivos, para finalmente salir hoy en libertad con la uñas pintadas, dejando caer el guante con elegancia, y con él su cispasado militar, el nombre Bradley, el uniforme, la pistola y las insignias. Todos tras las rejas y en cadena perpetua. Solo en Hollywood, mamu. Un infiltramiento de espionaje de inteligencia anticapitalista ejecutado sin una sola fisura, solo puede ser protagonizado por una mujer trans. ¿Te cierra ahora la transfobia? ¿No todavía? Bueno, imaginate si en lugar de Chelsea, la protagonista de esta historia hubiera sido nuestra Oriana.