No se trata solamente de homenajear a un amigo. Es más que eso. Quizá una demostración de la vigencia de sus escritos, las ganas de resucitar sus pensamientos en una etapa tan difícil. “Uno se amarga en la queja, se melancoliza, se deprime. En cambio, nosotros queremos tirar piedras. Piedras teatrales, poéticas”: con estas palabras, Ricardo Bartís resume algo de la esencia de Teatro y política, espectáculo que comparte con Norman Briski, en el que ambos leen textos de Eduardo “Tato” Pavlovsky. Junto a Elvira Onetto, la coordinadora de la iniciativa, han hecho una selección de artículos que el dramaturgo publicó en la contratapa de este diario y en libros, a los que sumaron fragmentos de tres obras teatrales: Cámara lenta, Pablo y El cardenal. “Queríamos hablar de política sin hablar de política”, agrega Bartís. Lo recaudado por las funciones será donado al comedor Los Pibes, de La Boca.

 “Coincidíamos en que había una ausencia de palabras o de pensamientos desde la política que nos parecía que Tato ponía en funcionamiento, en relación con el estímulo, una idea maquínica, no de bajar línea, sino de poner en movimiento al pensamiento”, completa el director del Sportivo Teatral en la charla con PáginaI12. El germen de Teatro y política se remonta a octubre del año pasado, cuando Onetto, prima segunda del autor de Potestad, organizó un homenaje en el primer aniversario de su muerte, en el Centro Cultural de la Cooperación. “Invité a actores que habían trabajado con él y que a la vez habían sido amigos cercanos, entre ellos a Norman y Bartolo. Nunca se habían juntado en el escenario y los convoqué para leer una escena de Pablo. Fue un suceso esta unión entre ellos dos, generaron comentarios entusiastas. Cuando salimos, Bartolo me dijo que teníamos que hacer algo más. A la vista de los acontecimientos políticos, nos gustó la idea de que los textos tuvieran un cariz político”, cuenta la actriz y directora. El espectáculo se presenta los viernes a las 22.15 también en el CCC (avenida Corrientes 1543).

Por este motivo, decidieron enfocarse en artículos que el director, actor y psicoanalista escribió para PáginaI12 y otros ensayos publicados en los libros La voz del cuerpo-Notas sobre teatro, política y subjetividad y Espacios y creatividad (escrito junto a Hernán Kesselman). También, porque constituyen una faceta poco transitada o conocida del autor. Una carta dirigida a Fidel Castro, un análisis del movimiento piquetero desde la óptica freudiana y una conversación con la Hiena Barrios que lo lleva a pensar en el modo de existir del boxeador son algunos de los textos seleccionados. “Me da la impresión de que, sin querer, Tato tenía un pensamiento que decía que tenemos que dejar de resistir tanto. Y hablar de qué es lo que queremos construir, la idea de configurar una sociedad distinta”, sostiene Briski. “A diferencia de lo que en general pasa, que estamos resistiendo, porque todos los días hay un paro, tatata, marcha… es extraordinario lo que pasa. Pero no es suficiente. El decía eso: no es suficiente resistir. Hay un paso más que hay que dar, que es configurar adonde queremos marchar. Entonces, eso implica hablar otra vez de socialismo, de una idea anticapitalista, antiimperialista; volver a la definición de qué construiría una sociedad nueva, y no tanto de que este tipo es así o asá”, concluye el director y actor, recientemente premiado con el María Guerrero por su trayectoria (ver recuadro).

Bartís agrega: “Estos textos de Tato resuenan de una manera tremenda ahora. No solamente las palabras ‘socialismo’, ‘anticapitalismo’, ‘antiimperialismo’, que son el núcleo. Sino también aquellas que tienen que ver con la mirada sobre la actividad creadora, sobre procesos sociales, sus reflexiones acerca de conductas, de cómo sería lo individual atravesado por los signos de lo macro. Todo eso torna muy dinámica esta textualidad. Muy presente”. No hubo ensayos –no por lo menos en el sentido estricto del término–, pero sí horas de conversación en el hogar de Onetto, sobre los escritos que serían leídos y el modo de abordarlos. “Nos hemos reunido, comimos maní y pasas de uva, tomamos mate y grabamos conversaciones de ellos que aparecen cuando entra el público, en audios”, detalla la coordinadora. “Porque estas reflexiones salían desde el primer momento. Nos decíamos ‘hola, ¿qué tal?’ y ya empezábamos. Además, nos reíamos y nos contábamos las ñañas que nos van apareciendo con los años.”

La entrevista avanza –también con pasas de uva mediante– y va dejando la sensación de que Briski y Bartís necesitaban de este segundo acto de aquél breve puntapié, esa lectura de octubre pasado en un homenaje que abarcó un único día. “Hay una fuerza que se debe, sin dudas, a que, al no estar Tato, tenemos que reunirnos. Uno se entrega al olfato artístico, dice: ‘hay que hacer algo con este material que tiene una enorme vigencia’, y así lo mantenemos vivo al grandote”, expresa Briski. “Se me hizo presente Tato, pero se me hacían más presente Norman y el trabajo con él. Es que nosotros damos por sentado el valor de esa textualidad, el lugar que ocupa Pavlovsky dentro de la cultura, que desborda lo teatral, lo psicoanalítico y lo político. Era como si esa textualidad fuera más una excusa, una garantía de sentido válido, una naturaleza simple de producir ligazón”, aporta Bartís. Y luego define a Teatro y política como un “simpático arrebato” a los textos del dramaturgo. “Nos aprovechamos de su bonhomía y amistad para poder decirlos, y estar interpelados nosotros por esa palabra, que no es nuestra de manera directa y al mismo tiempo lo es. Entonces, es un lugar hermoso para enunciar.”

Claves para pensar la actualidad a través de la mirada de Pavlovsky, y a través de la lectura de dos de sus cómplices, creadores fundamentales de la escena que, por ideología y visión política, eligen permanecer en el “costado”. “Se suelen juntar un director y sus actores, no dos tíos que en general han estado en alguna atalaya. Eso es extremadamente importante. Nos estamos juntando los pares, los impares son un poco más dóciles, porque ‘este sabe menos, estos no entienden nada y vengo con mi linterna y los voy a iluminar’. Acá aprendo mucho, porque él dice cosas que no escuché, y probablemente yo digo cosas que él no escuchó. En general no se ve esto. Que pares de esta misma generación estén pensando juntos”, remarca Briski. “Son titanes en el ring. O los últimos mohicanos”, bromea Onetto. “Que serán los primeros”, retruca el dueño del teatro Calibán.

 “Es curioso: tanto Norman como yo estamos vinculados a un teatro que cuestiona la égida por parte del texto”, analiza Bartís al momento de hablar sobre el formato elegido para volver a Pavlovsky. “El texto no funciona en nosotros como un padre dominante, sino como un compañero de juegos, que va a ser parte de los relatos que la escena va a contener. Va a haber prioridad en la autonomía del desarrollo del lenguaje. Si no, habría literatura y no teatro”, concluye. Para su compañero, la búsqueda en la lectura es “una proyección dramática singular, alejada de la expresión total que tiene el teatro”. “Hay algo restringido en la lectura y se busca ahí el universo. Estamos experimentando una manera de restringir el cuerpo por la voz del cuerpo. Algo así”, define Briski.

Para el trío, la “derivación” de la recaudación de las funciones a un comedor popular es otro “gesto político”. “No tiene nada de heroico ni nada de peculiarmente importante. Se torna módicamente señalable porque debería ser una constante en cierto territorio teatral. No me refiero a donar el dinero, sino a territorios de unión, de afirmación, que funcionan por el costado de un modelo que se nos ha ido colando, adquiriendo características cada vez más fuertes en lo que era una producción alternativa”, reflexiona Bartís. “Estos sectores están en una situación tan dura que, si no te acercás a ellos, se aíslan. Esa gente se está quedando sola, con menos capacidad de movilización”, agrega Briski. Y sí, en tiempos como estos, vale la pena seguir escuchando a Tato: “El hambre no tiene tácticas moderadas / el hambre tiene hambre / lo que se reprime es la ‘inhum anidad’ del hambre”.