¿Qué tienen en común Villa Devoto y Caballito con Calcuta en la India? ¿Inseguridad? ¿Delincuencia? ¿Necesidades básicas insatisfechas? En tiempos en que la TV en vivo compara precios de un centro comercial en Dubai con otros de un super chino de Floresta (y dan más baratos los de allá...) no extrañaría que alguno de estos indicadores resulten aplicables. Pero no, entre estos lugares ubicados en las antípodas, existe otro parentesco, tan antiguo como utilitario. Nos referimos a monumentales reservorios de hierro construidos con la misma finalidad: albergar millones de litros de agua potable para el abastecimiento de la población. Aunque con historias un poco diferentes, claro. 

En Calcuta un gran tanque cuadrado, ubicado a una altura de 10 pisos, desde 1911 abastece con sus 34 millones de litros a una parte importante de esa ciudad india. Su estructura de hierro fue fabricada por Clayton, Son & Co. de Leeds y el envío desde el Reino Unido incluía placas anticorrosivas especiales. A diferencia de los tanques levantados en los barrios porteños, este enorme pariente luce desnudo, es decir, con su estructura metálica a la vista, sin ropajes estilísticos ni nada que la oculte o disimule.  El Telegraph de Calcuta lo presentaba como el mayor reservorio del mundo en su tipo, tal vez desconociendo los ejemplos argentinos que lo duplican en capacidad. Cuenta el diario que, como muestra de su importancia, durante la Segunda Guerra Mundial los japoneses habían decidido bombardearlo, y también  los pakistaníes en las dos guerras subsiguientes.  Para engañar a los aviones enemigos, en una ocasión se colocó una hierba artificial sobre su techo. Conociendo las modas locales de hoy,  por favor, fanáticos de las terrazas verdes, no copien.

Testimonios del vigor que gozaba la industria británica al iniciar el siglo XX, los encontramos esa colonia británica sino también por estas tierras;  en las que, a pesar de no tener estatus de colonia formal, sus intereses de expansión económica en áreas de infraestructuras como ferrocarriles, gas y obras de salubridad encontraban facilidades tan amplias como laxos los escasos controles. 

En el terreno del saneamiento las transferencias desde las islas venían de lejos. Prácticamente desde que nacieron las primeras aguas corrientes allá por 1869, proveyendo materiales, máquinas, técnicos, profesionales y proyectos a esta parte de América del Sur.  Ya en la década de 1910, la colocación de productos como megaestructuras de hierro la vemos no sólo en las grandes terminales ferroviarias, sino en las pertenecientes a los Grandes Depósitos de Gravitación de Caballito y Villa Devoto, construidas casi a semejanza de la existente en el magnífico depósito que les precedió, el Palacio de las Aguas Corrientes de Av. Córdoba (1887-1894). Pero en esta obra impar, proyectada por el estudio del ingeniero John F. Bateman, el aporte británico mayor había sido de la industria de la terracota, con las 300.000 piezas de su policromático exterior, pues los tanques de hierro que oculta en su interior fueron fabricados por un conjunto de fundiciones belgas. 

A poco de habilitarse, este Palacio resultó pequeño e ineficaz debido al crecimiento demográfico y en altura de la ciudad.  Por ello, la Administración de las Obras de Salubridad, antecesora de Obras Sanitarias de la Nación (creada en 1912), proyectó un plan que, entre sus objetivos de expansión, se encontraba la construcción de dos nuevos depósitos ubicados en los barrios antedichos.  De allí nacieron los depósitos de Caballito y Devoto. ¿Por qué en esos lugares? Porque se encontraban en zonas más altas, a 38 metros sobre el nivel del Río de la Plata.

Estos depósitos seguían el planteo general del de Av. Córdoba, es decir, una gran estructura metálica interior con 12 tanques de reserva capaces de albergar 72.300.000 de litros, en tres niveles, sostenidos por una malla de columnas de hierro que también soportaban el armazón de la cubierta. Las estructuras de hierro para ellos habían sido fabricadas por Cleveland Bridge Co. Ltd., en tanto que  los ramales de distribución estuvieron a cargo de otra firma británica, Head Wrightson Co. Ltd.

El de Caballito se habilitó en 1915, y el de Villa Devoto se terminó el 1° de diciembre de 1917. 

Por los valores patrimoniales de su arquitectura e ingeniería, estos grandes depósitos de gravitación, y sobre todo el Palacio de las Aguas Corrientes, se inscriben dentro de las grandes obras de saneamiento construidas a nivel mundial, un poco antes y un poco después de 1900. Tres piezas mayúsculas de patrimonio industrial. Tales cualidades llevaron a la empresa Agua y Saneamientos Argentinos a considerar su inscripción en la Lista Indicativa del Patrimonio Mundial de UNESCO. Y lo hace precisamente en el año en que uno de ellos, el de Villa Devoto, cumple sus primeros cien años. Casi iguales a los que cumplió años atrás el gran depósito de Calcuta, un pariente lejano, ni tan grande ni bien parecido. Pero familia al fin...