Pasado mañana el presidente Alberto Fernández abrirá las sesiones ordinarias del Congreso afrontando un cuadro inédito. Los bloques del Frente de Todos (FdT) en ambas Cámaras llegarán divididos a la votación del Acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El oficialismo dependerá del acompañamiento de legisladores de Juntos por el Cambio (JpC). Todo indica que se conseguirá pero habrá que ver cuánto impacta la fragmentación oficialista en la votación en el escenario ulterior.

En la Casa Rosada y en Economía confiaban en que marzo traería un alivio de la situación financiera y consiguientemente de la política. Las retenciones a productos agropecuarios aportarían recursos al Estado. Ayudaría, pues, el ciclo natural. La liquidación de exportaciones sería estimulada por el alza de precios. Pero el conflicto entre Rusia, Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) alteró el cuadro, para mal. Trepan los precios de commodities, incluyendo granos y combustibles. El saldo potencial es impreciso, incierto y preocupante para la Argentina. La coyuntura global “tira” para el lado de la recesión, de trabas en el intercambio comercial, de complicaciones en todos los terrenos.

Cumplir las metas con el Fondo era complicado antes… justo se venía pulseando por la disminución de subsidios energéticos y aumento de tarifas. En cuestión de días, todo empeoró.

La postura del Gobierno frente a la invasión rusa también atiza debates con sus adversarios y dentro de su coalición. Para los cambiemitas, todo es simple: alineamiento incondicional con los Estados Unidos, demonización para el premier ruso Vladimir Putin, prescindencia total del contexto y de la historia.

Este cronista opina que la postura oficial es correcta, alineada con una larga tradición argentina y regional y con la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La autodeterminación de los pueblos, el rechazo a las intervenciones armadas en otros Estados son irrenunciables.

A la vez, es imprescindible comprender el contexto histórico, la política desplegada por los Estados Unidos (EEUU) desde la caída del Muro de Berlín y la disgregación de la Unión Soviética. PáginaI12 y quien les habla han recorrido esos sucedidos recientes, tomado posición. Ningún análisis actual debe desconocer cuán desestabilizadora e intervencionista fue la política estadounidense desde 1991 hasta ahora, con radicalización y agresividad potenciadas a partir del atentado a las Torres Gemelas.

Estados Unidos violó pactos concernientes a Europa del Este. Se propuso, simplificamos porque no somos especialistas, ganar por segunda vez la Guerra Fría. Fue sumando a la Organización del Atlántico Norte (OTAN) países que integraban la URSS, cercando militarmente a Rusia. Apostó a que el enemigo debilitado no respondería nunca.

En el resto del planeta, ya se sabe. Va repaso parcial, de algunos hitos. La Guerra del Golfo, a la que Argentina se sumó de modo irresponsable.

Los cambios de legislación dentro de las fronteras estadounidenses dejando de lado garantías constitucionales como parte de la cruzada antiterrorista lanzada por el expresidente George W. Bush. Consiguientes encarcelamientos sin condena y deportaciones a Guantánamo. El expresidente Barack Obama se comprometió a desmantelar ese enclave en Cuba, un país soberano. Jamás honró la promesa. 

Laureado con el premio Nobel de la Paz, Obama mandó asesinar a Osama Bin Laden en territorio de Pakistán. Se mostró (se ostentó) presenciando el homicidio en vivo, en circuito cerrado de tevé desde la Casa Blanca. Estados Unidos es el país que mata más personas fuera de sus fronteras, que bautizó “daños colaterales” a las víctimas civiles de sus ataques. Semanas atrás se comentó en esta columna que el diario New York Times lleva conteo de esas víctimas.

La guerra contra Irak en 2003 se quiso justificar como defensa propia porque ese país disponía de un arsenal de armas de destrucción masiva. Era mentira, conforme reconocieron luego ex funcionarios yanquis. La Cruzada a la que se sumaron el entonces premier británico Tony Blair y el expresidente español José María Aznar recibió repudio inmediato: movilizaciones masivas en todo el planeta, abarcando países occidentales, abarcando a los agresores.

Ese curriculum (muy) abreviado es un prontuario que deslegitima que el actual presidente Joe Biden se autodefina como garante de la paz y la democracia global. Y que en otras comarcas le hagan de comparsa.

Lo que, de nuevo, no valida que Rusia haya invadido Ucrania.

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Por escrito, paso a paso; El Gobierno emitió dos comunicados, conforme variaban los acontecimientos, uno previo a la invasión, otro ulterior. El segundo es más drástico: condena la intervención, el uso de la fuerza, pide “el cese de las actividades bélicas”

Cambió la situación, se enfiló el discurso. La Cancillería optó por madurar el texto, discutirlo internamente. Alberto Fernández ahorró intervenciones verbales improvisadas que tantos dolores de cabeza le causaron.

Desde ya podría haber otros textos, si se agravara el cuadro o si se distendiera. El lenguaje oficial debe ser prolijo, cauto, ahorrar estridencias y vaticinios. El derecho de cada Estado a su integridad territorial, principio básico de la política argentina, es la clave.

Los comunicados armonizan con la tradición nacional y latinoamericana. La región siempre se opuso a la intervención armada contra estados soberanos. Podría remontarse la memoria a las reacciones contra la doctrina Monroe. O a la doctrina Calvo, la doctrina Drago, la intervención del entonces Canciller Carlos Saavedra Lamas en la guerra entre Paraguay y Bolivia, que le valió el Premio Nobel de la Paz. El peronismo hizo culto de la tercera posición y el no alineamiento. En nuestro suelo, en general, se ha enfrentado al intervencionismo anglosajón: primero los británicos, luego los estadounidenses. La coherencia impone extenderlo a otras potencias que vulneran los principios de los organismos internacionales.

Palabra más, adjetivo menos, con diferencias de énfasis, las definiciones del Gobierno armonizan con las adoptadas por la mayoría de los países vecinos y hermanos. Distan de ser idénticas pero contienen más similitudes que divergencias. Valen como ejemplos la del presidente chileno electo Gabriel Boric, la del expresidente brasileño Lula da Silva, la de México expresada por su primer mandatario Andrés Manuel López Obrador.

Los argumentos, observó el especialista en Relaciones Internacionales Juan Gabriel Tokatlian en un reportaje emitido por Radio Nacional, guardan congruencia con las volcados en 2003 cuando Estados Unidos invadió Irak. En esa época existía más plafón para pronunciamientos conjuntos, en esta ocasión cada país lo hizo por su cuenta.

Celso Amorim, el dirigente brasileño que fue ministro de los presidentes Lula da Silva y Dilma Roussef, se explayó sobre la situación en un reportaje realizado por su compatriota el periodista Breno Altman. Está disponible en You Tube. Se lo cita con largueza, vale la pena: “El uso de la fuerza solo es aceptado bajo autorización de la ONU o en legítima defensa. Un ataque armado de un país a otro viola la Carta de la ONU (…) No existe la legítima defensa preventiva. Escribí en contra de esa doctrina en 2002, antes de ser canciller. La condené en relación con Estados Unidos en 2003, ya como canciller de Lula, y la condeno ahora (…). La OTAN es una alianza en busca de un enemigo. Fue Hussein, fue Afganistán… (Ahora es Rusia) (…) Hay que dialogar, teniendo en cuenta el principio sacrosanto de la integridad territorial y también la seguridad de los Estados.(…) Claro que Rusia puede alegar que no es el primer país que hace esto, pero eso no legitima su acción. Los actos ilícitos no crean precedentes. Veo legitimidad en la preocupación de Rusia (por su seguridad), pero no en su uso de la fuerza. Hay que actuar diplomáticamente. Rusia podía reforzar fuerzas en la frontera para demostrar sus intereses, pero no debió dar el paso del ataque”.

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Estridencias y cartelitos: Impresiona recorrer redes sociales o hacer zapping en estos días. Carlos Ruckauf, sacado del frízer para los medios, se lleva el palmarés: afirma que la forma de “parar a Putin” es “matarlo”. Exgobernador, ex vicepresidente, ¡exCanciller! sigue fiel al paradigma “meter bala”. Palidecen en comparación los panelistas o conductores de programas que maquinan sanciones económicas para sugerir a la Unión Europea (UE).

Quedan para competir con Diego Capusotto las imágenes de dirigentes cambiemitas inmortalizados portando cartelitos mal hechos y peor escritos.

“Frivolizan todo, no nos van a envolver” se enoja el Canciller Santiago Cafiero. Cafiero viaja a Ginebra a una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Cónclave que cambiará de sentido y de nivel de resonancia. Mañana, todo lo indica, condensará polémicas y concitará atención mundial.

La Cancillería, entre tanto, desempeña otra labor. Trata de organizar la salida de ciudadanos argentinos desde Ucrania que solo puede realizarse por vía terrestre hacia Polonia. La embajadora argentina Elena Leticia Mikusinski acogió personas en la embajada, un edificio de varios pisos. Por razones de seguridad, debió desalojarla, los ciudadanos se trasladaron al sótano de la residencia de la embajada-

Hay solo cuatro embajadas de países de la región en Ucrania: Argentina, Brasil, Chile y México. Sus titulares coordinan lo que pueden mientras Mikusinski está conectada permanentemente con el Palacio San Martín y con su colega en Polonia.

Los compromisos humanitarios, posiblemente, llevarán a que las embajadas vayan atendiendo a ciudadanos de otros países de la región, más pronto que tarde.

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La complejidad de lo real: La caída del Muro de Berlín y de los socialismos reales alumbró cualquier cosa menos un mundo mejor, regido por un capitalismo distributivo y solidario. Creció el poder relativo de los Estados Unidos. Con idas y vueltas se consolidó un capitalismo voraz, con predominio del sector financiero, crecieron la desigualdades entre continentes, países y dentro de la mayoría de las sociedades. La crisis financiera global de 2008 acentuó las disparidades, La pandemia mostró los peores rostros de la concentración económica y de poder.

América del Sur atravesó una etapa añorable en los primeros años de este siglo. Mandatarios representativos, de surtida gama por cierto, construyeron años de gobernabilidad, crecimiento, legitimidad popular. Paz y estabilidad en dosis altas, que serían asombrosas hoy en día.

La UE y los Estados Unidos resuelven sanciones económicas contra Rusia pero, por algún motivo, no aplican las más extremas, por ahora. La interdependencia jugará su rol, tal vez.

China apoya a Rusia, bastante. Pero demarca algunas diferencias, no le firma un cheque en blanco. Seguramente se mueve en función de intereses estratégicos y no de planteos maniqueos. 

La combinación entre un conflicto bélico, liderazgos de nivel bajo, atonía de los Organismos internacionales, pinta un horizonte sombrío, motiva temores fundados.

La Argentina topa con el desafío de defender sus intereses nacionales y honrar su deuda social atravesando crisis económicas y sanitarias.

Con las sesiones ordinarias empieza un mes decisivo. Todas estas historias continuarán.

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