Este 8M, en una movilización que posiblemente desborde las calles, hay dos nombres transversales que encarnan muchas de las demandas que los transfeminismos vienen poniendo en agenda hace años en relación al violencias, la estigmatización y la afirmación de que hay vidas que valen más que otras. Encarnados en nombres propios, estas demandas tienen una resonancia más audible, sin tal vez conocer en profundidad las historias, la mayoría de las personas alguna vez escuchó sobre Higui o Tehuel. La primera es una lesbiana de 44 años del conurbano bonaerense que está criminalizada por haberse defendido de una violación grupal en 2016. El segundo es un chico trans de 22 que hace un año, el 11 de marzo de 2021, fue a una entrevista de trabajo y hoy está desaparecido. Ella enfrenta un juicio caratulado como homicidio simple y la causa de Tehuel pasó de ser una investigación por averiguación de paradero a un homicidio agravado por odio a la orientación sexual e identidad de género. ¿Qué tienen en común estos dos casos? ¿Por qué son parte de las demandas principales de este 8M? ¿Cuáles son las demandas que los transfeminismos vienen poniendo en agenda y que aparecen de manera evidente en la criminalización de Higui y en la desaparición de Tehuel?

“Sí, a Higui la atacaron e intentaron violar por lesbiana. Sí, a Tehuel primero lo desemplearon y luego lo desaparecieron por ser un varón trans” dos afirmaciones de Ese Montenegro, varón trans y activista de la Asamblea TTNB (Travesti Trans No binaire por la salud integral) quien viene siguiendo de cerca el caso de Tehuel de la Torre y el de Higui: “Ambas historias están atravesadas por la lengua disciplinadora de heterocispatriarcado. A lxs dos lxs atacaron sanos emisarios de una lengua patriarcal. Es la misma estructura que habilita lo que sucedió con la chica violada por una patota la semana pasada o el asesinato de la niña wichi de 14 años en Salta. Nos quieren narrar estos casos como aislados, cuando sabemos que no lo son. Hay una extensa historia que les admite a algunos seguir administrando la violencia y la crueldad y que nos sigue criminalizando a otrxs por resistirnos a ella. Cuando hablamos del derecho a la salud hablamos de esto, de defendernos de los emisarios del patriarcado --encarnado en personas reales de carne y hueso, pero también en muchas instituciones-- y no terminar presxs, violadxs, desaparecidxs o muertxs”, explica y agrega: “No hay margen para seguir pensando aisladamente. La salida siempre fue colectiva. Pensar la autodefensa como salud, el derecho al trabajo como salud y, por seguir corriendo el horizonte de lo posible y las trincheras en común, el aborto legal como salud, son parte de un mismo entramado de luchas. El mismo donde el patriarcado inscribe su violencia y donde nosotrxs, seamos Huigui o Tehuel inscribimos nuestra resistencia”.

Vidas que no valen lo mismo

Ayer, un grupo de activistas que son parte de la campaña #AbsolucionParaHigui se presentó en el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. La demanda fue muy concreta ¿Por qué si desde esa institución se pronuncian rápidamente con el caso de la chica violada en Palermo o un año atrás con el femicidio de Úrsula Bahillo, no sucede lo mismo con el caso de Higui? : “Lo que exigimos es que se haga el mismo pronunciamiento con Higui que es lesbiana que con las mujeres cis víctimas de violencia, necesitamos también que ese Ministerio se posicione en relación a las violencias sitemáticas que sufrimos las lesbianas y las personas LGTBIQ+”, explica Alejandra Glatzel, lesbiana y militante transfeminista. En la reunión también plantearon la necesidad de aplicar sanciones por las fallas que hubo en el proceso judicial contra Higui al momento de su detención. No se le explicó de qué estaba acusada y tampoco recibió atención médica por la golpiza que había recibido por parte de sus agresores. “No estamos pidiendo nada distinto a lo que se hizo con el caso de Úrsula, en donde el Ministerio planteó la necesidad de aplicar sanciones por las irregularidades que había habido durante el proceso judicial”, explica. La carta se presentó en la mesa de entrada y fue recibida por funcionarias del Ministerio que se comprometieron a una pronta respuesta.

“Estoy segura de que si la muerta hubiera sido yo iba a quedar todo en la nada, pero como murió un tipo es distinto, nosotras también tenemos derecho a defendernos, ellos nos prenden fuego, nos violan, nos torturan y tenemos derecho a defendernos”. Son las palabras de Higui, lesbiana del conurbano que mide 1.50 y que cuando en el 2017 fue excarcelada por la movilización del activismo lésbico y transfeminista en las calles, no lo podía creer. “Higui siempre nos dice, 'yo no sabía que existían ustedes', se refería a que no sabía que existían las lesbianas, a partir de conocer a toda esa comunidad que la viene acompañando en el proceso judicial y afectivo, Higui también se solidariza con otras causas y acompaña. Cuando estaba en la cárcel nosotras le mandábamos cartas y hablamos de feminismo, Higui nos dice 'ahora entiendo de que me hablaban en esas cartas'”. La anécdota la cuenta un grupo de activistas reunidxs en plaza Congreso por el Día de la Visibilidad Lésbica.

Los rostros de la crueldad

Con el caso de Tehuel hubo un rostro para que el mundo sepa algo que desde la militancia trans masculina se viene denunciando hace tiempo: la violencia cissexista, las violaciones correctivas, la falta de acceso al trabajo, la exclusión temprana de las casas o el tener que convivir dentro de los núcleos familiares a costa de negar la identidad: “Es muy parecido con lo que pasa con Higui, hay como una necesidad que se encarne en nombres propios para que haya una eco del otro lado. Eso recién se acoge cuando hay un nombre, hay un cuerpo. Pero no es que esa violencia no existía, ahora le ponés un nombre”, explica Ese Montenegro refiriéndose también al caso de Santiago Cansinos, un varón trans que cuando se hizo público el caso de Tehuel llevaba cuatro años desaparecido en Salta.

“Higui es como la multiplicidad de militancias posibles”, dice Mónica Santino, quien también viene acompañando la campaña por su absolución. “Su causa tiene que ver con la historia de cada una o une y las agresiones encarnadas en los propios cuerpos en su propio cuando asumimos identidades no hegémonicas, una identidad de barrio, una identidad de chonga, una identidad como futbolista o una identidad lesbiana. Creo que Higui nos atraviesa a todas y de alguna manera nos reúne en la bronca, en el dolor, en la furia y en la necesidad de justicia. Porque esto hubiera sido impensado hace unos años y hoy tenemos que exigirle a esa justicia que actúe con perspectiva de género. En algún punto la justicia tiene una gran oportunidad”, concluye y ante la pregunta por ese punto en común entre las dos historias Santino recurre inmediatamente a hablar de la lucha organizada: “Lo que da cuenta tanto el caso de Higui como el caso de Tehuel es como los cuerpos distintos o las disidencias nos vamos haciendo espacio, porque más allá de su desaparición hay una presencia activa que reclama justicia. Acá hay un cuerpo que no está, un cuerpo que no se sabe lo que pasó. Ahí tenés un aparato represivo y policial actuando para desaparecer identidades, con todo el peso que tiene desaparecer en la historia argentina. La lucha organizada es la que tiene hoy a Higui en libertad esperando su juicio y es la misma lucha organizada que pide la aparición con vida de Tehuel”.

La salud integral, la ley de cupo laboral trans, la ley de identidad de género y la ESI vienen trazando un mapa de acción bien concreto en relación a los feminismos y el Estado. Las implementaciones van a un ritmo visiblemente más lento de lo que pueden soportar las vidas vulneradas y precarizadas. Este 8M una columna autoconvocada motorizada por la Campaña de Absolución para Higui marchara con ambas banderas: #AbsoluciónPara Higui y #AparciónConVidaDeTehuel, en el documento político de este Paro Internacional ambas consignas son medulares. Sus nombres no solo están en la lucha sino también en las calles. 

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