China es el lugar en donde todo comenzó y todo se complica de nuevo. Desde inicios de 2020, cuando se reportó la pandemia de covid-19, el gigante asiático se destacó por la velocidad de reflejos en el control del virus. De hecho, sus cifras así lo confirman: mientras las naciones del mundo explotaban con contagios ascendentes y records de casos en sucesivas olas, la situación del país con mayor densidad demográfica del mundo parecía ir a contracorriente. Sin embargo, en la actualidad, la situación se modifica: si bien el promedio de la última semana indica un registro de 16 mil nuevas infecciones en cada jornada, informó días con 25 mil. Ante esa nueva escalada, el gobierno oriental tomó el asunto en sus manos y la receta parece ser la misma que dos años atrás: Shanghái aisló a sus 25 millones de habitantes “de manera indefinida”, hasta que el equipo de especialistas médicos y científicos logren comprender la verdadera envergadura de la nueva oleada.

La situación no es novedosa porque se relaciona de manera directa con el objetivo sanitario subyacente: a diferencia de Occidente, China no busca desplegar estrategias para “convivir con el virus” sino que confía en eliminarlo. De esta manera, lejos de achatar la curva, procura “matarla”. Daniela Hozbor, bioquímica e investigadora principal del Conicet en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular de La Plata, le pone números a la evolución de la nueva ola: “Si el 16 de marzo había 4 mil casos, el 23 de marzo pasó a unos 13 mil y el 7 de abril superó los 25 mil, con lo cual, el aumento es muy claro. La postura de ellos es ‘covid cero’, atacan el problema de manera muy estricta. En términos de vacunación, inmunizaron a más del 88 por ciento con esquema completo y la variante que circula de manera mayoritaria es Ómicron BA.2”.

Y continúa: “Afortunadamente, los números de fallecidos es bajo: dos por día; pero pienso que está bien que tomen todo con esa preocupación porque cualquier diseminación en China puede adquirir dimensiones importantes. Manejar a toda esa población desde un punto de vista sanitario es complejo”.

A partir del confinamiento, en Shanghái ya comienzan a experimentarse problemas de abastecimiento: por momentos, la medida es tan férrea que la población ni siquiera tienen permitido salir en busca de alimentos esenciales. La distribución estatal de diferentes productos (lácteos, verduras y otros de primer orden) demuestra retrasos y las tiendas de comestibles que ofrecen los propios están colapsadas. A ello, se suma que --como es natural-- los trabajadores que realizan el reparto también afrontan problemas para salir de sus hogares: el aislamiento se cumple sin excepción. En este marco, como Shanghái constituye uno de los núcleos financieros más importantes del planeta, las medidas que se tomen para restringir las actividades pueden tener impactos sobre la economía internacional.

Una acción que causó desaprobación fue la de separar a los hijos de los padres en caso de que los primeros den positivo. Luego, la decisión se matizó al habilitar a los padres que también estuvieran contagiados a acompañar a sus hijos en el mismo centro de aislamiento. Esta iniciativa es parte de una acción general en la metrópolis: las personas que dan positivo no pueden confinarse en sus hogares (aunque sean asintomáticas o lo transiten leve), sino en centros destinados a tales efectos. Todas las semanas, asimismo, se establecen pruebas de diagnóstico masivas y obligatorias, con el propósito de identificar los casos y aislarlos para cortar la propagación. Ninguna innovación en la fórmula, solo que en China la respetan a rajatabla. Otra vez, las discusiones entre salud pública y las libertades individuales cobran fuerza. En Europa son más permisivos, es cierto, pero los fallecidos son más.

Europa: más permisivos, con más problemas

“En Alemania no logran bajar la circulación del virus con 300 fallecidos por día. Aquí, a diferencia de China, la situación es distinta porque no hay restricciones y los movimientos antivacunas son mucho más fuertes”, subraya Hozbor. Siguiendo con su ejemplo, Alemania tiene un promedio de 154 mil casos por día durante la última semana; Reino Unido, 72 mil y 324 muertes; Francia, 131 mil y 104 defunciones; e Italia, 65 mil y 144. Aunque la escalada de infecciones modifica el paisaje epidemiológico en el viejo continente, no hay indicios de que esté asociado a la emergencia de variantes recombinantes (que surgen a partir de dos sublinajes).

La XE, un híbrido de las subvariantes del Ómicron BA.1 (inicial) y BA.2 (la que hoy predomina), fue detectada el 19 de enero en Reino Unido y, en la actualidad, está siendo estudiada por la OMS. Aunque todavía restan evaluaciones, se estima que podría ser un 10 por ciento más transmisible que la Ómicron BA.2, aunque aún no se conoce de qué manera podría eludir la inmunidad provista por las vacunas.

“Es aún muy pronto para saber qué va a ocurrir con XE, en algunos lugares parecería tener ventaja de transmisibilidad por sobre BA.2, pero en otros no. La suba de casos de casi todos los países de Europa fue por BA.2, no por ninguna de las recombinantes”, comenta Rodrigo Quiroga, doctor en Ciencias Químicas y bioinformático del Conicet. De hecho, continúa: “Ninguna de las recombinantes ha llegado a ser la variante dominante en ningún país, ya que siguen representando porcentajes pequeños de los casos totales”. Desde aquí, Humberto Debat, virólogo e investigador del INTA en Córdoba, especifica: “Aún no hay ninguna evidencia que indique una expansión o aumento de frecuencia de XE. Tampoco hay datos que sugieran mayor evasión, escape inmune o asociación con cambios a nivel de severidad. En Europa se avanza en su detección, para estandarizarla y estudiarla”.

La dificultad es bien conocida: en el continente europeo imponer nuevas restricciones se vuelve cada vez más difícil. La nueva normalidad, en esta línea, se traduce en acostumbrarse a un virus que irá mutando y que, con brotes más o menos frecuentes, provocará una cifra nada desdeñable de fallecidos. El foco estará en observar si las naciones están dispuestas a naturalizar la muerte de centenas o miles de personas al mes a causa del Sars CoV-2.

¿Qué pasará en Argentina?

De este lado del Atlántico, sin embargo, Argentina está con niveles de infecciones y fallecidos muy positivos si se compara con cualquier otro momento de la pandemia. Durante los últimos siete días, registró un promedio de 1.629 casos y 20 fallecidos en cada jornada. Del mismo modo, la ocupación de camas de terapia intensiva disminuyó por debajo de la línea de los 430, lo que equivale a un 39 por ciento. Sin embargo, en un mundo globalizado y con escasas restricciones en las fronteras, la nueva cepa llegará más temprano que tarde. Aún no fue detectada por las instituciones que se encargan de la vigilancia genómica del Sars CoV-2 (Instituto Malbrán en el Ministerio de Salud y Proyecto País en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación), pero los especialistas consultados por este diario invitan a mantener la guardia alta. Son momentos de relativa calma, que pueden aprovecharse para el aprendizaje.

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