Son Tango: entre el sueño y la vigilia

Argentina, 2022

Dirección y guión: Juan Pablo Tabbita, Leonel Capitano.

Producción Ejecutiva: Leonel Capitano.

Asistente de producción en Cuba: Francys Fuentes Nazco.

Color: Marcos Garfagnoli.

Sonido: Nicolás Vaiana.

Música: Agustín Guerrero, Leonel Capitano.

Protagonistas: Leonel Capitano, Agustín Guerrero, Sandra Ivette, Rodrigo García Ameneiro, Malena Díaz Calderín, Pepe Ordas, Guillermo Gonzales, Alexander Acosta Cobas.

Duración: 73 minutos.

Sala: El Cairo Cine Público.

8 (ocho) puntos

Sobre la promesa de esta película el músico Leonel Capitano hizo comentarios en varias oportunidades. Entre sus numerosos proyectos, giras y discos, un documental se anunciaba con fecha próxima. Consistía en un viaje de música por Cuba, entre cuyas motivaciones se señalaba el reencuentro con una persona querida, un canoero a quien el músico le compuso una canción. Había que buscarlo, reencontrarlo, para en vivo y en su ámbito cotidiano, hacerle escuchar letra y melodía. A partir de estas señas particulares, podía más o menos intuirse el curso narrativo del trabajo. Pero lo cierto es que la película que dirigen Leonel Capitano y Juan Pablo Tabbita es mucho más, es notable, y marca un paso de relieve en la trayectoria del músico, ahora también director de cine. Son Tango: entre el sueño y la vigilia tendrá su estreno el viernes próximo, a las 20.30, en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120), con entrada libre y gratuita.

Otras de las características fundamentales del proyecto se anunciaba en la colaboración con Agustín Guerrero, a quien Capitano no cansa de señalar como el Piazzolla del nuevo siglo. La admiración seguramente sea mutua. Como así también con el co-realizador, Juan Pablo Tabbita. Lo dicho se infiere del mundo de música que Capitano explora y comparte, y que las imágenes de Son Tango corroboran. Y atención: lo hace a la manera de un viaje entre narrativo y experimental, en donde las imágenes felizmente prosiguen un relato al que subvierten, a través de una yuxtaposición en donde la rítmica de las músicas cubana y tanguera oficia como la brújula mejor.

De esta manera, Son Tango es un viaje literal y metafórico, cuyo título ya sabe alertar: “sueño y vigilia” entre lo que pudo durar muchos días, de horas extendidas y noches largas, con soles de tardes que iluminan autos lustrosos, de épocas pretéritas y todavía actuales, para una isla cuya rebeldía –de paredes desgastadas, con grietas profundas– todavía resiste. Para llegar allí, primero hay un avión que desciende en La Habana. La sucesión de episodios bien pudieron suceder de la manera señalada, también no. No hay voces en off que digan qué es lo que debe entenderse, sino músicas que marcan el rumbo de los protagonistas y signan la rítmica del relato.

Bailarines en una escena de Son Tango.

Toda Son Tango es una indagación musical, pero sobre todo audiovisual; se trata de cine, y aquí la música oficia como un elemento más, y si bien es el más importante, será consecuente con la puesta en escena, dedicada al retrato de una experiencia tan vital como feliz. Es que el documental de Tabbita/Capitano abre un mundo a habitar, hermana melodías, conjuga historias de vida, y descubre la música en el cuerpo, las palabras y las paredes, esas paredes de La Habana que dicen tanto, tan descascaradas como estoicas.

La referencia a la canción dedicada al canoero, “Cayuquero del Yumurí”, tardará en surgir, la película la demora –sin haber advertido sobre esto al espectador, quien bien puede saberlo como también no, no hace falta– y se detiene en otras estaciones, otros episodios y otras paradas. Lo hace en tanto sucesión de acciones que desde el recuerdo surgen yuxtapuestas, como si todas fueran parte de un mismo día/noche largos. Hay grabaciones, mesas de diálogo, acordes en casas amigas, gente y banderas en la Plaza de la Revolución, barriadas populares y bailes en la calle. Toda Son Tango es una celebración. Justamente, el tango es la llave a través de la cual Capitano habla, con su voz o con el bandoneón. Al hacerlo, los diálogos con los demás surgen solos, la réplica musical está asegurada, y esto es algo que él evidentemente sabe, por intuición o sapiencia, como sea, pero con la certeza de que en la comunión rítmica se inscribe algo más profundo. Se trata de raíces históricas y políticas, que afloran candentes.

El devenir del viaje llevará finalmente al encuentro con el canoero querido. Allí, en la canoa y entre los relatos de tiempos de la conquista que el canoero rememora, será donde Capitano hará oír la canción que prometió. Si el montaje, hasta ese momento, había propiciado una profusión de situaciones que funcionaban por ensamble, a la manera de un gran rompecabezas, aquí es donde se retira y permite al músico y la canción ocurrir ante la mirada del canoero. El tiempo reposa, la canción habla. Pero sobre todo y también, los gestos y la mirada de aquél a quien está dirigida.

Son Tango es una grata sorpresa, tiene una potencia visual y narrativa relevantes. Funciona como un gran fresco, un fresco que sabe cómo sintetizar la experiencia musical y vivencial de sus protagonistas. Al mismo tiempo, invita a un recorrido plural. Está quien mira a través de la cámara. Está quien vive lo que sucede. Y está quien observa lo sucedido, ante la pantalla. La relación se complementa notable en este film, porque felizmente no hay intención de didactismo, sino una invitación al encuentro y la explosión entre las imágenes y músicas que contiene. Músicas hermanadas, mixturadas y felices, de memorias que traen consigo historias ancestrales, que habitan en los mismos cuerpos de quienes bailan en las calles. Imágenes que dan cuenta de una mirada perspicaz, atenta a la geografía verde del paisaje y a las grietas de ciudad, a los colores saturados y al blanco y negro; en suma, imágenes entendidas como notas pasibles de componer esa otra melodía de rítmica propia y explosiva que el cine ofrece.

Como nota final, agregar que la película de Capitano y Tabbita fue seleccionada en el Festival de Cine Independiente de Italia, y que ya tiene proyecciones pactadas en Barcelona, París, Luxemburgo, Ámsterdam y Berlín. El viaje musical de sus imágenes apenas comienza.