Este lunes El Picadero celebrará 10 años, una de las más importantes salas porteñas que supo sobrevivir a los años de la dictadura militar y que siempre ofrece al espectador originales propuestas.

El lugar, que primero fue una fábrica de bujías, se convirtió a fines de los 70 en una sala impulsada por Guadalupe Noble junto a Antonio Mónaco que apuntaba a romper con el modelo clásico y que abrió sus puertas en julio de 1980. Un año después fue seleccionado para representar el ciclo Teatro Abierto, pero la respuesta del gobierno de facto fueron bombas de magnesio que lo destruyeron por completo.

Treinta años después, en los que funcionó como depósito, volvió a abrir como teatro en 2001 pero por la crisis volvió a cerrar un año después.

El productor teatral, empresario y propietario del mítico lugar, Sebastián Blutrach, destacó en AM750 a El Picadero como “un lugar de encuentro de artistas y de gente de la comunidad teatral”, lo que lo transforma en “un éxito” según sus palabras.

Blutrach recordó el atentado del lugar que ocurrió en la dictadura cívico militar y sostuvo que fue “para acallar la primera resistencia cultural” que fue Teatro Abierto.

Asimismo afirmó que “es la primera vez que El Picadero está abierto tanto tiempo” y recordó que hubo dos reaperturas del lugar, ésta sería la tercera (la primera fue luego del atentado y luego en el 2001, en ambas estuvo abierto solo un año).

Su acercamiento a El Picadero.

El empresario contó que en el año 1986 se va a vivir a España con su madre que estaba allí, y se dedicaba al deporte. Luego, el equipo de voley en dónde jugaba se queda sin sponsors, por lo que en ese momento arranca a trabajar en el teatro.

En 1996 llega a Argentina y desde el 2000 al 2011 maneja el Teatro Del Nudo. Luego, el Metropolitan. Cuando surge la venta del Metropolitan, se pone en la búsqueda de espacios independientes con Daniel Veronese y llega a El Picadero. Veronese dijo que “era muy grande” para él y Blutrach “se mandó solo”, como señaló.

De nuevo insistió en que “El Picadero es un lugar de encuentro” y contó cómo fue esto de poner un restaurante en el lugar: “Cuando viajaba con Veronese, vi que todos los teatros nacionales franceses tenían su bar o su restaurante y para mí era tan genial no solo encontrarse con la gente antes de la función, tomando un vino, como terminar la función y cenar en el teatro. Eso me parecía una genialidad y dije tengo que armar un restaurante”.