La vulgar expresión de más arriba, es de otra época. Ya no la oímos con frecuencia, y en general se usaba en conversaciones rústicas entre conocidos y casi con certeza su significado -usado como una advertencia- equivale a las expresiones “¡ojo!”, “cuidado con lo que vas a hacer”…  El origen de la expresión está atribuido al acto de cavar un pozo en profundidad con una pala de punta: las primeras capas de tierra suelen ser permeables y blandas, pero si seguimos podemos encontrar “la tosca”: una especie de piedra semidura que cambia por completo el panorama de la excavación. Resumen: un aviso de precaución.

La palabra “tosca” también se utiliza en personas poco o nada refinadas, definición bastante cercana a este caso donde escribí este texto sobre un tema que desconozco bastante: la lírica. Mi relación con la ópera fue siempre esquiva, de niño escuchaba grabaciones de sopranos, tenores en la radio y sentía que eso no era natural. No era el canto que escuchaba a mi abuela en casa y tampoco el de los cantantes populares de la época. Para decirlo más precisamente, me interesaba mucho la música instrumental pero no así los cantantes. Sólo Gardel a veces y aquel día, la primera vez que escuché en la radio ¡la voz de Louis Armstrong! Aún me pregunto cómo siendo tan chico me puede haber cautivado algo tan diferente. Pero esa es otra historia.

En la década del 70, tuve la oportunidad de conocer la ópera desde adentro. “Madame Butterfly” de Giacomo Puccini, dirigida por Jorge Rotter, con Electra Giró en el rol principal y muchos escalones abajo, el mío como integrante de la Sinfónica en el foso con el clarinete bajo. No vi nada aquella vez de lo que pasó en el escenario, pero la música de Puccini me encantó y eso no lo olvidé. Pero nunca tuve un sólo disco del género, tampoco videos.

Una mañana del 2003 en una de mis escasas asistencias al Teatro Colón en Buenos Aires, asistí al estreno de “Maldoror” una ópera del querido amigo Leo Maslíah basada “Los Cantos de Maldoror”, del poeta Isidore Ducasse, conocido como el Conde de Lautreamont. Recuerdo que me divertí bastante además de corroborar el extraordinario talento de Leo (¡también en ese género!). Hubo una o dos ocasiones más en el teatro El Círculo, pero ninguna de ellas que modificara mi muy escasa predisposición al género operístico. Hasta esa noche. Te hiciste rogar ópera pero lo lograste. 

Ante la insistencia de mis hijas, allá fuimos con tickets de invitados. Temprano, casi media hora antes el control de entradas nos da la primer buena noticia: nos pasaban de “turista” a “business”, léase de la tercer o cuarta bandeja alta a la platea en las últimas filas. Buen lugar. Una rápida excursión hacia adelante antes del comienzo me permitió ver el foso totalmente ampliado con una prolija reforma e intercambiar algún chascarrillo con jóvenes músicos amigos ya ubicándose para la extensa labor por delante.

Telón cerrado, situación ésta casi única en mis asistencias al teatro donde la pesada cortina siempre está elevada (una vez más ¡qué hermoso teatro!). Las luces que se difuminan, aplausos ya que entra al foso el director a quien no veo… Suena la orquesta con tutti, bronces adelante, golpe de timbal y gran cassa (tambor bajo ¡y grande!). Se abre el telón… ¡ah bueno! Hermosa escenografía y excelente iluminación. La orquesta suena muy bien desde el foso y aprecio las texturas orquestales de Puccini que son bellísimas. ¡Epa! Unos compases después aparecen los primeros personajes. Se mueven y cantan con soltura. Esto me está gustando. Entra el personaje principal Floria Tosca, que clava unos agudos con potencia y una afinación impecable. Puccini, el director y la orquesta no le pierden pisada a la historia que se va desarrollando ¿en qué época?, no lo sé. Hay un conflicto, un fugado de la cárcel, un pintor que realiza un cuadro de una bella mujer en una iglesia, una cantante (Tosca) amante del pintor, celos. Luego aparece “el malo”, Scarpia, muy malo y lujurioso con pretensiones sobre Tosca y obstinación en encontrar al fugado. 

Todo eso pasa, pero yo sigo escuchando a la orquesta, no puedo con ello, primero disfruto el background mientras pienso ¿qué es eso que me gusta mucho y está sonando? ¡Grande Puccini! Sigo la historia, pero primero la música. La orquesta cada vez suena mejor y el final del primer acto con cantantes, coros y orquesta a full me impacta mucho. Si bien a esta altura de la soirée, tengo la lágrima fácil, no me avergüenza decir que en ese momento los párpados inferiores acusaron un desborde acuoso. Emocionante. Fin del primer acto. Descanso. Me ha gustado mucho.

El segundo acto muestra en escena un espacio donde conviven un escritorio con una mesa servida donde “el malo” está cenando. Y un gran cuadro de… ¡“Il Duce”! colgado en la pared. Entonces estamos ambientados en los 40 del siglo pasado, presunción coincidente con el vestuario. Gran actividad y actuación del “malo” que recibe la visita de la protagonista que reclama por su amado que ha sido detenido junto al fugado, al mismo tiempo que sus avances sobre la dama ya serían fuerte motivo de una buena denuncia de acoso sexual. Pero andá a denunciar ahí… Como sea, llegan noticias de una batalla perdida, hay un principio de acuerdo entre la acosada y el malo… Esto lo cuento rápido porque mi principal concentración seguía siendo escuchar la música cada vez más intensa. Claro, también las magníficas voces del malo, de Tosca y del pintor que estaba siendo torturado fuera de escena y aparece luego de un hecho de sangre que no quiero anticipar, pero digamos al pasar que aparece una puñalada para el lado de la justicia. Sí, hay sangre. 

Producto de mi escaso conocimiento del género es donde no recuerdo muy bien si en este acto es la parte donde el coro suena lejano, fuera de escena, otro momento muy bello, creo que sí, segundo acto. No voy a seguir contando la historia, pero luego del segundo intervalo el tercer y último acto muestra una escenografía situada en un cuartel o algo por el estilo con una representación del cielo espectacular (¡bravo escenógrafo!). Aquí está la bellísima melodía que sí conocía muy bien: "E lucevan le stelle“, momento de gran lucimiento del pintor y del primer clarinete. Excelentes ambos.

Para que los voy a engañar, la cosa en el escenario termina muy mal, hay más sangre. Y bueno sí, lo digo (ahora lo llaman “spoilers”): cuando Tosca se suicida parece que Puccini estaba con el tiempo justo y la música no se anda con demasiadas vueltas y finaliza rápido de una manera trágica pero grandiosa. No era para menos. Habían pasado tres horas.

Este es un relato breve, con todo respeto pero con un poco de humor, de alguien que nunca se interesó por la ópera, de un “tosco” con el género, pero que disfrutó mucho. Volviendo a casa rumiaba el arduo trabajo que significa la realización de esto: director, cantantes, músicos, coro, escenógrafos, iluminadores et al y que se haga en nuestra ciudad con calidad es para sacarse el sombrero, aunque no uses sombrero. Mis felicitaciones para todos ellos: queda la funciones de hoy martes que auguro tenga la excelente performance de la noche que la vi. 

El título de este texto refiere a lo que de ahora en más me repetiré: “Guarda la tosca cuando opines ligeramente del género ópera”.