Lectoriadis de mi tricúspide: quisiera comenzar esta columna evocando aquellos tiempos de la infancia feliz, o “única privilegiada”, al decir nacional y popular.

Cuando era pequeño, no jugaba a la guerra todo el día como el de la canción de Roberto Carlos, sino al “fútbol de botones”. Con mis primos y algunos amigos, armábamos “equipos” (con torneos, libro de pases, etc.) de botones que pateaban una bolita de algodón, y alguna ficha de dominó hacía de arquero. Así de artesanal, de simple y de complejo. Cada camisa que veíamos, nos la imaginábamos “descamisada” y nos preguntábamos si cada botón sería un buen wing derecho, un centroforward o un back. Un primo llegó a entrar en una mercería buscando refuerzos para sus equipos.

También miraba la tele: los viernes, Pepe Biondi; los sábados, Titanes en el Ring y, los domingos a la mañana, El Club de Anteojito y Antifaz. Allí había un personaje (encarnado por Patricia Scaliter) que era un hada, pero nena. Lejos de las “hadas madrinas” de los cuentos con los que aterrorizaban a los niños de aquel entonces, El Hada Patricia era una nena, parecida a cualquiera de tus compañeritas de escuela, pero que tenía una varita con la que hacía… magia.

Por esos mismos tiempos, había otra nena, que también se llamaba Patricia, con varias avenidas por apellido. Si fuera hoy, en vez de DNI le darían un Google Map. Avenidas porteñas o marplatenses, los apellidos de esta niña seguramente marcaron su destino, porque eran de doble mano. A veces iban hacia la izquierda, pero mayormente, hacia la derecha. Eran, por cierto, apellidos patricios, con lo cual su nombre tal vez haya sido algo redundante, pero no nos vamos a meter en ese tema tan delicado y sensible.

La cuestión es que la patricia Patricia quizás haya disfrutado en la infancia con su hada tocaya, y tal vez haya sido influida por ella, y hasta puede haber pensado: “Yo no tengo varita, pero voy a hacer todo lo que pueda para que el mundo sea mejor”. Cosas que pensaba alguna gente en los '70 (lo aclaro por si algún milenial, centenial o pequenial nacido en tiempos digitales leyera esta columna).

Así fue como, según se dice por ahí, incurrió en el lado nacional y popular de la vida. Supo ser peronista (“después se olvidó”, dirían Les Luthiers), tener un cuñado famoso (Rodolfo G.) y de allí en más, desde esa “juventud maravillosa” de aquel entonces, ha recorrido un largo camino, muchacha, para llegar a ser… esto.

¿Qué es "esto"? (“¡Qué cara, qué gesto!, ¿qué carajo es esto?”, se preguntaba Aloé en tiempos remotos del primer peronismo). Pueees, digamos que es “Helada Patricia” o “la Suma Patrífice”, que supo ser ministra de Inseguridad del Maurífice y se ganó el “Oscar a la mejor conspiración en lengua extranjera” al explicar que “la culpa de todo la tenían los mapuches-iranio-venezolanos-alfacentaurinos, seguramente bancados por la sinarquía internacional, el comunismo y CFK, cosa de no ser excluyentes”.

Por suerte, el 11 de agosto de 2019, que debería recordarse como el “Día Nacional de la Salud Mental”, el pueblo argentino no corroboró sus teorías ni los intentos maurificiales de llevarnos en barco al Aconcagua. Y, el 27 de octubre de ese mismo año, nuevamente se le agradecieron los servicios alquilados (“ya que no prestados”) y se le otorgó un “Gurbai, Siyuleiter, Addío, Dasvidaña, Yuarfaierd, Auvídersen, Chauchauchau” o como gustéis llamar al toque de retirada.

Pero bueno, ella tiene sus creencias y sus acreencias. Por unas o por otras, “no se da por vendida ni aun vendida”, y pretende no solo volver, sino hacerlo a lo grande, a lo patricia, desfilando por todas la avenidas que la apellidan, y por las que no, también, doblando siempre a la derecha y a la ultraderecha, viendo el semáforo siempre en verde y en verdes, prometiendo ser “la mano dura del mercado”, anulando tres mil leyes al grito de: “¡A la carga, mis gendarmes!”.

Su nuevo personaje sería más digno de llamarse Morticia, por sus fúnebres intenciones respecto de derechos y avances populares; aunque he de deciros que ese personaje de Los locos Addams, interpretado por Carolyn Jones en la serie y por Anjelica Houston en las películas, era dulce, amoroso, seductor y atractivo. Si la vieron a Patricia el pasado martes en su lanzamiento presidencial, coincidirán conmigo en que no le haría honor. Pero vamos, que el “Homero” que la acompañaba no le llega ni a la planta del pie a John Astin (en la serie) o Raúl Juliá (en las películas) . Pero sí podemos decir, de ambos, que, si no fueran trágicos, serían cómicos.

Y encima corremos el riesgo de que en el 2023 gané el Tío Cosa.

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video Pa-pa-pá… ¡Patricia! (el rap de la memoria), de RS Positivo (Rudy-Sanz).