La pasión que el italiano Pier Paolo Pasolini sentía por el deporte –y en especial por el fútbol– se entiende en profundidad con la lectura del libro Sobre el deporte, de la editorial española Contra. Reúne textos escritos entre 1957 y 1971, publicados en diversos medios. Son sobre fúbol, boxeo y ciclismo, pero también acerca de los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960. A la edición se le agrega una entrevista publicada días después de su asesinato, ocurrido el 2 de noviembre de 1975 “entre la playa de Ostia… y un campo de fútbol”, como se lee.

Pasolini, de quien se conmemoran cien años de su nacimiento (Bolonia, 5 de marzo de 1922), jugaba al fútbol de manera frecuente. Pero también le gustaba ver los partidos de su querido Bolonia y peleas de box y carreras de bicicletas.

Admiraba a Omar Sívori, integrante del Juventus, Nápoli y de la Selección italiana. “Te aconsejaría que no perdieras de vista a Sívori”, escribió en uno de sus textos. Pero su mirada va más allá del campo de juego: “Como es sabido, los futbolistas están viciados: durante unos años de su juventud, son divos como ningún otro divo”.

También se refiere al periodismo deportivo: “La literatura, como todo el mundo sabe, es una jerga, un código. Así pues, la practica una élite, aunque esta élite se esté ampliando hoy en día. Ahora bien, yo no veo una oposición entre lenguaje literario y lenguaje deportivo, porque el lenguaje deportivo es un subcódigo del código literario. Pero el lenguaje deportivo no es el lenguaje de los periodistas deportivos”.

Y agrega sobre el fútbol: “Es la última representación sagrada de nuestra época. En el fondo es un rito, aunque también es evasión. Mientras que otras representaciones sagradas, incluso la misa, están en declive, el fútbol es la única que nos queda. El fútbol es el espectáculo que ha sustituido al teatro. El cine no ha podido sustituir al teatro, pero el fútbol, sí. Porque el teatro es una relación entre, por una parte, un público en carne y hueso y, por otra parte, personajes en carne y hueso que actúan en la escena. Mientras que el cine es una relación entre una platea en carne y hueso y una pantalla, unas sombras. El fútbol, en cambio, vuelve a ser un espectáculo en que el mundo real, de carne, en las gradas del estadio, se mide con los protagonistas reales, los atletas en el campo, que se mueven y se comportan según un ritual preciso. Por ello considero que el fútbol es el único gran rito que queda en nuestra época”.

Cineasta y escritor, el italiano refiere que “en el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: son los momentos del gol. Cada gol es una invención, es siempre una subversión del código, cada gol tiene un carácter ineluctable, es fulguración, estupor, irreversibilidad. Como la misma palabra poética. El pichichi de la liga es siempre el mejor poeta del año”.

“Me gusta jugar al fútbol, y por eso siempre hay alguno que me llama. Voy solo a jugar. Para mí, el arte es juego, así como también, de algún modo, el juego es arte”, cuenta antes de explicar que uno de sus mayores gustos era juntarse a jugar con amigos. Y recuerda como las tardes más bellas de su vida aquellas en las que jugaba al fútbol seis o siete horas seguidas en los Prados de Caprara.

Elogia al fútbol brasileño (tengamos en cuenta el contexto: épocas de Garrincha, Pelé, etc.): “un fútbol poético: está basado totalmente en el regate y en el gol”. Lo del contexto se puede aplicar en otra de sus frases, desafortunada ayer y hoy: “Que las mujeres jueguen al fútbol es un desagradable mimetismo un tanto simiesco. Las mujeres son negadas para el fútbol como Benvenuti o Monzón”. Se define como “un pésimo espectador de pruebas atléticas” y califica como “desbordante” al Muhammad Ali olímpico en Roma, a quien llama Cassius Clay.

Sus visiones sobre el ambiente que rodeaba a los Juegos de 1960 son originales y, por momentos, irónicas. “Ya hace demasiado tiempo que el deporte es espectáculo, y toda la organización deportiva está a favor del espectáculo. El césped de los estadios y el ring son escenarios de teatro que, de hecho, han sustituido a los verdaderos escenarios”, agrega.

Pero hay una frase que tal vez sintetice más que otras su posición ante el fútbol: “Maldita sea que todos me consideren sólo un hombre de cultura. De mí tan sólo quieren justificaciones culturales, también porque la cultura es actualmente una óptima estrategia. Nunca me invitan para dar una conferencia sobre el fútbol, y eso que estoy puestísimo en el tema. Mira, los deportistas están poco cultivados, y los hombres cultivados son poco deportistas. Pero yo soy una excepción”.