La sorpresiva visita a Taiwán por parte de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi no sólo impacta la relación bilateral entre China y Estados Unidos sino que genera una variedad de consecuencias políticas a nivel global en el contexto del conflicto entre Rusia, Ucrania y la OTAN.

Los efectos en China

La inteligencia estadounidense imagina que, en el mejor de los casos, y aun teniendo en cuenta la amenaza militar, el gobierno chino no responderá frente a una acción de la que tenían conocimiento previo y que desde Washington (aunque no necesariamente desde Beijing) interpretan como simbólica y sin efectos políticos concretos a corto plazo.

Por otra parte, asume que, en última instancia, la falta de respuesta del gobierno de Xi Jinping podría contribuir a debilitarlo, en un momento delicado en el que afloran críticas internas a la conducción económica de China y, especialmente, a las políticas santarias aplicadas al control de la pandemia del Covid.

Sin embargo, y justo cuando se prepara para asumir un inédito tercer mandato al frente del Partido Comunista Chino en el XX Congreso que se realizaría en los próximos meses, la ola nacionalista podría contribuir a afianzar el poder de Xi y acallar toda crítica interna. En Washington calculan que, si no hay respuesta oficial a la medida de humillación sufrida, su legitimidad podría ser esmerilada provocando una creciente debilidad en la superpotencia asiática.

Cooperación militar

Por otra parte, y en lo que podría considerarse como una política de Estado, desde el gobierno de Donald Trump, y todavía más el de Joe Biden, fue notorio el apoyo político Taiwán, que no sólo se expresó de manera política y discursiva.

En efecto, la cooperación se tradujo en términos militares a través del envío de armamentos y de unidades especiales de entrenamiento, sin contar a las delegaciones de ex funcionarios de EE.UU. que visitaban Taipei con discursos y proclamas contrarias al gobierno chino.

Al respecto, fueron especialmente incendiarias las declaraciones de Biden en su gira asiática de mayo de 2022 cuando aseguró que, a diferencia de lo ocurrido en Ucrania, sí preveía la participación activa de tropas norteamericanas frente a cualquier ataque a Taiwán. El rechazo del gobierno chino no se hizo esperar ante al desdibujamiento de la “ambigüedad estratégica” con la que hasta entonces se había manejado la diplomacia de Estados Unidos en torno a este conflicto.

Frente al desconcierto generado por la iniciativa de Pelosi en el seno del gobierno demócrata, resultó llamativo que un amplio grupo de senadores republicanos saludaron a viva voz la llegada de la delegación estadounidense a Taiwán. Incluso celebraron legisladores que se asumían como fuertes opositores de la veterana dirigente parlamentaria.

Derivaciones

Asimismo, las implicaciones del arribo de Pelosi a Taiwán impactaron de lleno en el conflicto que hoy centra la atención de todo el mundo. En el mismo tono que el gobierno chino, también desde el Kremlin calificaron la visita como una provocación que sólo podía aumentar las tensiones en Asia y el Extremo Oriente.

La ventaja que hasta el momento tenían Estados Unidos y la Unión Europea es que, respecto al conflicto en Ucrania, Beijing había mantenido una postura de respaldo económico frente a Moscú, aunque sin comprometer apoyo de tipo bélico

Sin embargo, en junio de este año,  como reacción a la cumbre de la OTAN en Madrid, Xi dijo que había sido esa misma alianza atlántica la que había forzado a Rusia a intervenir en su vecino del sur, frase que cobra un renovado sentido con la irrupción de la dirigente estadounidense en territorio taiwanés. 

A punto tal que dicha visita podría incidir en una política de sustento más activa entre dos gobiernos que asumen su presente a partir del asedio y la hostilidad por parte de las principales potencias militares de Occidente.

No en vano en el encuentro de la OTAN en Madrid se calificó a China por primera vez como un “desafío sistémico para la seguridad euroatlántica”.

Argumentos y justificaciones

Por estas horas, la llegada de Pelosi a Taiwán es evaluada de manera ambigua en los círculos de poder de Washington.

Quienes defienden la iniciativa argumentan que, a diferencia de la mayoría de los políticos, ella sí fue capaz de llevar a la práctica el discurso por la defensa de la democracia y los derechos humanos. De este modo, el gobierno estadounidense, y particularmente la actual administración demócrata, cumplían con luchar por sus propios ideales incluso frente a amenazantes potencias bélicas y económicas.

Por otra parte, los críticos argumentan que, justamente, faltó claridad en la justificación de una medida de tan alto impacto político y mediático. Además, resultó evidente la falta de coordinación interna y, sobre todo, las diferencias manifiestas entre Pelosi y Biden, una figura crecientemente debilitada en la ponderación social frente a las próximas elecciones de noviembre y que directamente desaconsejó el viaje a Taiwán.

Pero más allá de quienes apoyan o critican el despliegue estadounidense en una de las zonas más conflictivas del planeta, hay coincidencias en cuanto la peligrosidad de la escalada en un conflicto que, hasta el momento, se sostenía en el terreno comercial, sin mayores implicaciones políticas.

Así, en Estados Unidos no son pocos los funcionarios que temen una respuesta decisiva por parte de China, así como también un alineamiento mayor con Rusia frente a lo que se considera una ofensiva intromisión en su problemática interna.  

*Investigador Conicet-Universidad Torcuato Di Tella