El relato es una de las tantas herramientas para disputar la interpretación de la realidad, lo que en términos gramscianos se llamaría “la concepción del mundo” dominante. Esa disputa se da en varios ámbitos (filosóficos, morales, políticos, económicos) y, a la vez, en varios planos distintos. El relato busca actuar sobre el sentido común de una sociedad, entendido como el conjunto de creencias y juicios que sirve de guía para comprender la realidad. A diferencia del plano ideológico, el sentido común es un tipo de conocimiento de carácter inmediato, intuitivo y poco articulado que permite que nos manejemos de un modo simple en la vida cotidiana.

 En ese plano es que el relato busca operar, con la intención de modificar creencias que, si bien tienen una base contrastable, no son tan rigurosas como por ejemplo puede ser una teoría (de allí la diferencia con la ideología). Eso no quita que el relato debe tener cierta coherencia y consistencia para que funcione, ya que sin esto, no hay forma de que penetre en el sentido común de una sociedad. Así, cuánto más simple y lógico sea un relato, mayor su potencia. 

De lo anterior se desprende que el relato es una herramienta política y, a la vez, que interviene en un terreno en disputa. Se podría definir como un elemento discursivo que busca modificar el sentido común, tratando de instalar ciertas ideas que, a priori, son puestas en duda ya que no tienen una correspondencia sólida con las bases materiales; es decir, no tienen un respaldo que las haga incuestionables.

Discurso 

El gobierno de Macri ya tiene dos candidatos que se van perfilando como base para la construcción de su relato: el empleo y las inversiones extranjeras. En relación al primero, el gobierno viene insistiendo hace un par de meses con que el empleo privado se está recuperando. Comenzó el propio Macri en un discurso a mediados de enero, y después siguió todo su gabinete, liderado por los ministros de Hacienda y de Trabajo. 

La justificación de que se está recuperando se basa en la serie de empleo privado registrado que no tiene en cuenta el componente estacional de las contrataciones, que justamente explica casi la totalidad de dicha recuperación. Si se utiliza la serie sin estacionalidad, que sería lo correcto si se quiere saber si verdaderamente el empleo está creciendo, lo que se observa es que está estancado: creció solo 0,2 por ciento en entre julio de 2016 y febrero de 2017 (momento supuesto de la recuperación). Es más, el dato de febrero muestra un quiebre, ya que el magro crecimiento que venía mostrando se frenó y el empleo volvió a contraerse.

Lo mismo aplica para la cantidad de puestos creados. El gobierno afirma que en los últimos siete meses se crearon 89.000 puestos de trabajo registrados mientras que en la realidad fueron menos del 15 por ciento (11.800, según la serie sin estacionalidad). Además, independientemente de esa cuestión, la economía está muy lejos de recuperar el nivel de empleo previo a que asumiera el gobierno de Cambiemos. Al analizar la evolución de los puestos de trabajo entre febrero de 2017 y noviembre de 2015, se observa una destrucción de 66.400 puestos de trabajo.

Los grandes perdedores fueron la industria (-52.800 puestos), la construcción (-20.200) y la actividad inmobiliaria (-24.000). Por otro lado, a pesar de los grandes beneficios otorgados al agro, este sector solo generó 5000 puestos de trabajo, dato que confirma la baja capacidad de creación que tiene este sector.

Al observar el empleo total registrado desde el cambio de gobierno, se ve una creación neta de 89.300 puestos de trabajo. Esto se debe a que la caída en el sector privado (-66.400 puestos) fue más que compensada por empleo público (+34.000), monotributistas (+79.300), monotributistas sociales (+26.000) y empleados/as de casas particulares (+21.200). 

Al respecto, hay dos puntos importantes a destacar: por un lado, no está claro que el aumento de los monotributistas y de empleados/as de casas particulares signifique mayores puestos de trabajo. Es probable que una parte sean trabajadores que ya tenían el empleo y que ahora pasaron a estar registrados. Resulta evidente que a pesar del crecimiento del empleo total, la calidad de los puestos generados no es la misma. Se destruyen empleos en la industria y se reemplazan por monotributistas.

Lluvia

El otro relato está vinculado con la famosa “lluvia de inversiones”. En este caso, lo que el gobierno trató de instalar desde el inicio de su gestión fue que uno de los pilares de su política económico sería la capacidad de atraer inversiones extranjeras, no solo por su aporte al crecimiento sino fundamentalmente por el ingreso de divisas.

Hasta ahora lo que no se puede negar es que los dólares sobran. Las reservas internacionales aumentaron 24.300 millones de dólares desde el cambio de gobierno y actualmente se ubican en 48.600 millones, el máximo de los últimos años. El problema es que nada de esto estuvo explicado por el ingreso de inversiones extranjeras. Según el Balance de Pagos, durante 2016 la Inversión Extranjera Directa (IED) fue de 5745 millones de dólares, lo que representa prácticamente la mitad de la IED observada durante el último gobierno del kirchnerismo, que fue de 10.490 millones de dólares en  promedio para 2012-2015.

El ingreso masivo de divisas no provino de otro lado que del endeudamiento externo. Según el Observatorio de la Deuda del ITE, en los primeros tres meses del año el Gobierno Nacional emitió deuda por un total de 25.114 millones de dólares. Si se suman las emisiones netas de 2016, es decir, descontadas las que vencen en ese año y en éste, lo que se observa es que el gobierno lleva acumulado aproximadamente 65.700 millones dólares de deuda.

Modelo 

En definitiva, los problemas de empleo y las inversiones son dos caras de la misma moneda, o en este caso, del mismo modelo. La apertura al resto del mundo y la liberalización del mercado cambiario implica un mayor flujo de divisas ingresando y saliendo de la economía. Esto, a la vez, implica mayores necesidades de financiamiento, que por ahora son cubiertas por medio del endeudamiento externo, ya que la fuente “genuina” para el gobierno, es decir las inversiones extranjeras, brillan por su ausencia. La contrapartida son las crecientes importaciones y la menor protección a la industria local, que lleva a la destrucción de puestos de trabajo, principalmente en ese rubro.

Es evidente que esta dinámica no es sostenible en el tiempo, que no es lo mismo que afirmar que no puede mantenerse algunos años más (para confirmarlo, basta con analizar los primeros años de la Convertibilidad). Mientras no haya cambio de rumbo y se siga observando el incremento de la deuda externa acompañado por la destrucción de puestos de trabajo, es muy probable que el relato de Cambiemos se consolide alrededor de los componentes mencionados, con el objetivo de disimular lo que en realidad está sucediendo.

* Economista del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) y docente (UNAJ).