Hay etapas en la vida de los creadores donde se hace imperiosa la necesidad de dialogar con los fantasmas de su bitácora artística, deshojando antiguas historias personales que alguna vez supieron transformarse en la escritura dramática que los abarca, los contiene y casi siempre interroga. Rody Bertol, al frente de su nave insignia Rosario Imagina --un navío teatral que ha surcado la diversidad de los mares teatrales, cruzando la furia de las olas de ¿Quién quiere patear el tacho?, buceando las profundidades de el mundo chejoviano en Artificio Casamiento, bordeando las grutas del grotesco discepoleano con Mateo, acompañando la marea alta de Los días de Julián Bisbal, por citar sólo algunas de sus producciones más fecundas--, revisa su libro de viajes con la mirada fija en algo rojo que lo embriaga desde un horizonte donde la metáfora deviene en árbol.

Como quien invita a su casa a una reunión familiar, Bertol nos recibe en la puerta del cálido estudio de la calle Salta donde se desarrolla esta ceremonia de encuentro entre allegados y el elenco, una previa donde aguarda el tradicional vasito de vino para encender los ánimos y preparar los sentidos para disfrutar de El arbolito rojo (La vida civil de los actores), un ensayo que nunca llegará a estrenarse.

En esta original propuesta, el colectivo Rosario Imagina vuelve, según su director, "a desafiar las formas de sus propias búsquedas, al invertir de algún modo el proceso de ensayo‑estreno, de la prueba a la obra, del lugar cerrado al espacio público".

Detrás de esta iniciativa sobrevolaba el legado de uno de los grandes maestros del teatro argentino y alguien que colaboró de cerca con Bertol, entablando una amistad profunda y creativa: el recientemente fallecido Alberto Ure, que destacaba la fuerza transgresora de los ensayos, done los actores se transformaban, según sus palabras, en "una tribu perdida, cruzando un territorio ajeno" (Sacáte la careta).

Con el entusiasmo de quien convoca a compartir los caminos de una vida dedicada a espantar los espectros de la desolación, con el disco de Spinetta bajo el brazo, Rody vuelve a convocarnos como en aquellos años de juventud donde la palabra utopía era un pacto amoroso entre la imaginación y la acción.

El elenco nos recibe en el patio. Los que hace años recorremos las salas teatrales de esta ciudad conocemos de cerca a esos actores, a esas actrices, sentimos algo parecido a aquella ceremonia teatral que fue Lo mismo que el café, donde los protagonistas se instalaban en esas mitológicas "mesas que nunca preguntan", susurrando increíbles historias de seres como tantos de nosotros.

A medida que transcurre el ingreso al espacio sagrado --una habitación restaurada, con flamantes pisos parquet--, la empatía entre los espectadores y el elenco crece con la misma intensidad con la que las conocidas luces del artificio‑Bertol se apoderan de ese espacio que mutará hasta transportarnos a esos "viejos sitios donde amó la vida".

Podríamos desandar uno a uno los filamentos de esas lámparas, los recovecos de esas luminosidades, y a partir de esas miguitas deslumbrantes ir armando una partitura que incluya las tantas miradas que del espacio tiene la estética de este iluminador de historias que es el director de Rosario Imagina.

Rody Bertol le puso luces a la escena rosarina y la hizo bailar al son de su música, dramática, festiva, estridente, ochentosa, nostálgica: El arbolito rojo aparecerá cuando la última de esas luces deje un espacio vacío, en penumbras, y los actores con esas manos de sol de noche vuelvan a pintar el espacio de estrellas como aquel paisaje de Bajo un cielo de verano.

En el marco de este Ciclo de Ensayos Generales, Rosario Imagina (reconocido este año como Grupo de Teatro Distinguido de Rosario) continúa con El arbolito rojo el próximo jueves 22 a las 19, los sábados de junio a las 20 y los domingos a las 19, en Salta 3035, departamento 3. El grupo está integrado por Juan Nemirovsky, Germán Capomassi, Ignacio Almeyda, María Eugenia Ledesma, Natalia Trejo y Mariana Pevi.