Treinta años y tres temas, dice Liliana Herrero que se iba a llamar la celebración del aniversario redondo de su carrera. Finalmente pensó en Territorio y tiempo, como las grandes “obsesiones” que la acompañaron a lo largo de Todos estos años. Eso es lo que sonó el viernes: un territorio y un tiempo que hacen pie en la historia –en la memoria musical, poética y política, insistirá la intérprete– para decir en el presente y lanzarse a un futuro que se augura venturoso, como quedó claro en el seleccionado de muy grandes jóvenes músicos que acompañaron a Herrero en el concierto. Fue en Caras y Caretas donde pudo palparse la alegría y la necesidad del festejo arriba y abajo del escenario, con esas formas ampliadas de la emoción que da la música. El viernes próximo volverá a suceder en la sala de Sarmiento 2037. 

Herrero buscó volver sobre estos Treinta años tomando algunos hitos representativos de la quincena de discos que editó en ese tiempo. Y así trajo a Raúl Carnota y Ramón Navarro, Juan Falú y Teresa Parodi, al Cuchi Leguizamón y a Yupanqui, a Violeta Parra y Leda Valladares, a Ramón Ayala y Jorge Fandermole, a Fernando Cabrera y Aledo Luis Meloni. Lo hizo con su banda actual, desde un presente musical más despojado, más directo al hueso que en los momentos en que grabó esos discos que fue mencionando en cada tema del repaso. También haciendo citas y alusiones a aquellos modos y sonidos que fueron transcurriendo para confluir en este presente, desde la primera grabación de 1987 que llevó su nombre, tanto más eléctrica y que su amigo Fito Páez la convenció que tenía que hacer. La parte de los tres temas también la contó, la cantó y la mostró la intérprete en un pequeño momento del concierto. Transcurrió antes de esto que terminó siendo para ella una carrera, en tiempos en que trabajaba en “la Vigil” de Rosario, una experiencia cooperativa de biblioteca, mutual, complejo educativo y cultural que en 1977 fue intervenida y desguasada por la dictadura, y que ahora se intenta recuperar. En 1973, contó Herrero, grabó tres temas para un disco que se rifaba reuniendo fondos para esa cooperativa en la que por entonces trabajaba. Citó un pedacito de uno, a capella: la hermosa “Zamba del lino”, que tiene la poesía de su primo, Juan José Manauta, y letra de Oscar Matus. Las tapas de aquel vinilo y del primero que grabó con su nombre, la acompañaron en el concierto. También de esa historia está hecha la que hoy canta, en una trayectoria que llegó al disco de manera atípica, ya “de grande”, cuando era profesora de Filosofía y también cantaba, pero no para luego pararse sobre un escenario. 

Si Territorio y tiempo fueron las obsesiones que cantó Herrero en Todos estos años, esas claves se fueron armando siempre de manera colectiva, como quedó claro en esta celebración. Está la banda con la que piensa los temas desde 2010: Pedro Rossi en guitarra, Ariel Naón en contrabajo, Mario Gusso en percusión, Martín Pantyrer en clarinete bajo (que, enfermo y todo, llegó para sumarse). Y están los autores y compositores que permanecen siempre muy presentes y en diálogo, aunque ella trabaje para “llevarlos a otro lugar”. 

Y también estuvieron “los que vienen viniendo”, algunos entre tantos de este “horizonte enorme”, como ella definió, de la música argentina: los cantantes Nadia Larcher, Araceli Matus y Abi González, el pianista Mariano Agustoni, el bandoneonista Federico Siksnys y el percusionista Agustín Lumerman, integrante del ensamble Chancho a Cuerda. Con ellos el concierto alcanzó grandes momentos, como en los aportes del bandoneón o en la soberbia interpretación de “La catamarqueña” con Nadia Larcher, una intérprete que única dentro de este panorama tan amplio y rico. En el final improvisado, Herrero invitó a cantar a todo el teatro “Oración del remanso”, el himno de Jorge Fandermole que ella supo hacer muy propio. Pronto se sumaron especialmente Teresa Parodi y Juan Falú, presentes entre el público.