No son  muchas las oportunidades de escucharlo en Buenos Aires. Como invitado especial en cada una de las ocasiones en que Tommy Gubitsch regresó a esta ciudad, o, esporádicamente, y casi en secreto, con alguno de los exquisitos grupos que integra y para los que compone gran parte del material. El guitarrista Carlos Casazza nació y vive en Rosario y, sin llegar a los extremos de Immanuel Kant, podría decirse que apenas salió de allí una vez, para viajar a Europa y convertirse en uno de los pocos discípulos que aceptó Ralph Towner, el fundador del grupo Oregon. Acaba de editar un CD notable, El Perro Buda, con un quinteto que incluye a Luciano Ruggieri en batería, Franco Di Renzo en contrabajo, Fede Riva en guitarra, Guillermo Copello en violín y Rocío Giménez López en sintetizador. Hoy a las 19, en el Centro Cultural Kirchner, actuará junto con un cuarteto estelar: Ernesto Jodos en piano, el contrabajista Mauricio Dawid y Carto Brandán en batería.

Integrante –y compositor y arreglador– de dos de los grupos más interesantes de la música de tradición popular reciente, el Trío de Guitarras de Rosario y el cuarteto Eppur Si Muove, que integraba al oboe como uno de sus instrumentos, Casazza ha participado en proyectos de Liliana Herrero, Ethel Koffman y Adrian Abonizzio, entre otros. “En general, una pieza empieza por sí sola pero muchas veces el saber quiénes son los que van a tocarla acaba por determinar cuestiones formales. Trato de generar un escenario compositivo pensando en la improvisación y también teniendo en cuenta los músicos con los que compartiremos ese proyecto”, afirma Casazza. “En el caso de este cuarteto, fue una derivación del dúo con Ernesto (Jodos, con quien registró La palabra kilómetros); siempre pensamos que sería interesante poner esa combinación tímbrica, de piano y guitarra, en juego con una base rítmica. Hubo un proceso con varios formatos en el medio y se decantó por este grupo con el que tocaremos hoy y próximamente grabaremos un disco”.

Casazza aúna dos virtudes infrecuentes y, por añadidura, difícilmente coincidentes. Por un lado, la de ser absolutamente original en cada uno de sus proyectos. Y por otro, la de tener, en cada uno de ellos, una voz absolutamente reconocible. La variedad de sus horizontes musicales abarca en este momento, también, un trío con el bandoneonista Martín Sued y el contrabajista Juan Pablo Navarro. Su discografía, con calidad y originalidad pareja, muestra tanto esa unidad estilística como esa heterogeneidad. A los casi incunables del Trío de Guitarras, de Eppur Si Muove y Retrato en blanco y negro, su dúo con Leonel Lúquez, y los ya mencionados La palabra kilómetros y El perro Buda se suma Dúos/ Tríos, con Lucho González, Rubén Goldín, Liliana Herrero y Juancho Perone. “La música escrita para el trío con bandoneón es totalmente distinta de la que está compuesta para el cuarteto –dice el guitarrista– y el repertorio de El perro Buda también es diferente. Uno espera despertar el interés y crear un espacio para las complejidades de los compañeros que tiene interés en participar de estas músicas”. En la música de Casazza aparece una relación virtuosa entre lo escrito y lo improvisado. “Me preocupa lo formal”, dice, y esa preocupación se hace presente en temas que están lejos de la mera exposición para que después lleguen los solos improvisados. En rigor, lo previsto y lo imprevisto se integran allí de manera absolutamente fluida. “El lenguaje está en gran medida ligado a mi decisión de elegir la guitarra de concierto como instrumento –afirma–. Es un instrumento que me obligó a pensar una técnica y una estética para él”.