El aumento del desempleo en Argentina ha envalentonado a los economistas ortodoxos o neoliberales a exponer, nuevamente, su teoría según la cual el salario es demasiado elevado lo cual explica el desempleo. Quien fuera ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, ilustró esto diciendo “cada sindicato sabrá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar salario a cambio de empleo”. 

La teoría ortodoxa explica que el salario lo fijan la demanda de trabajo de las empresas y la oferta de los trabajadores. Milton Friedman en 1957 (y sus epígonos vernáculos) sostienen que el Estado, con el seguro de desempleo (los planes), fomenta la haraganería ya que los trabajadores no tienen incentivos para ir a trabajar porque el Estado distribuye ingresos de substitución, de ahí el desempleo. 

Los neoliberales han tratado de limitar el debate sobre el salario a un problema microeconómico. La traslación de la invectiva de Friedman en los medios es que una empresa en particular no encuentra empleados, de lo cual se deduce que los trabajadores son holgazanes, o piden salarios superiores a su productividad.

La respuesta de los keynesianos fue sobria pero contundente y en los dos niveles, macroeconómico y microeconómico. Janet Yellen, la actual presidente de la Reserva Federal (la banca central estadounidense), en un artículo muy destacado expuso la teoría del salario de eficiencia y demostró que Friedman se equivocaba. Explicó que los costos de incorporar y formar nuevos trabajadores era superior la diferencia entre el hipotético e improbable salario que resultaría de la oferta y la demanda de trabajo y el salario más elevado de convenio. Demostró así mismo que los trabajadores ya empleados por una empresa son mucho más productivos que los desempleados que serían ocupados. Vale decir que los salarios elevados lo son porque la eficiencia de los trabajadores ocupados es superior. 

Poco tiempo después Robert Solow, premio Nobel de economía, explicó que el “mercado de trabajo” no es un mercado como otros sino que se trata de una institución social. No puede asimilarse el mercado trabajo al de los alcauciles puesto que una hora de trabajo perdida vale cero, ya que no se puede guardar en stock. El libro, publicado en castellano, “El mercado de trabajo es una institución social” es una joya. 

Desde el punto de vista macroeconómico el nivel del empleo no lo fija el salario sino la demanda de trabajo de las empresas, la cual depende de su cartera de pedidos vale decir de la demanda que reciben. Los empresarios, explicó Keynes perciben el salario como un costo al igual que el de los otros insumos necesarios para producir los bienes. El nivel del empleo y por ende el nivel del salario no se fija en el “mercado de trabajo”, sino por el nivel de la oferta y el gasto global, vale decir en el mercado de bienes. Estadísticamente nadie discute tampoco que existe una correlación positiva entre el crecimiento del empleo y el crecimiento del PIB. Más crecimiento igual más empleo e inversamente.

En términos macroeconómicos se sabe que en Argentina en los tres primeros trimestres del 2016 la riqueza creada disminuyó y que aumentaron los ingresos de sectores concentrados (complejo agroexportador y bancos). Si en una economía en recesión algunos sectores, muy minoritarios, incrementan sus ingresos, los del resto de la población deben disminuir aun más lo cual es el caso de los trabajadores, de los cuentapropistas y pymes tanto industriales como de los servicios. De esto se deduce que si los sectores favorecidos gastan lo mismo que antes el gasto, la demanda global, de la mayoría de la población debe disminuir. Dado que el nivel del empleo depende del gasto global entonces el empleo disminuirá. Como se puede observar el desempleo no tiene que ver con el incremento de los salarios.

* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.

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