Depredador: La presa  -  8 PUNTOS 

Predator: Prey, Estados Unidos, 2022

Dirección: Dan Trachtenberg

Guión: Jim Thomas y Dan Trachtenberg

Duración: 99 minutos

Intérpretes: Amber Midthunter, Dakota Beavers, Dane Diligiero, Stormee Kipp, Michelle Thrush.

Estreno: Disponible en Star+.

Las mejores sorpresas son aquellas que surgen de forma inesperada de lo que ya había sido dado por perdido. Y hace rato que la saga Depredador no era más que una franquicia reducida a fórmulas, cuya máxima aspiración era la de tratar de mantener con vida a una gallina que alguna vez supo poner un huevo de oro. Desde el estreno en 1987 del original, protagonizado por Arnold Schwarzenegger y Carl Weathers y dirigido con mano experta por ese gran obrero del cine de acción que es John McTiernan, son seis las películas en las que este sádico extraterrestre viene a cazar a la Tierra, incluyendo dos spin off en los que se cruzaba en feroces luchas con Alien, la amenaza cósmica más grande que haya dado el cine. Ninguna de las cinco secuelas había conseguido dar la talla de aquella, que sin dudas se encuentra entre las películas más icónicas de una década plagada de íconos. Pero de la nada y, por desgracia, sin pasar por los cines, aparece Depredador: La presa y esta saga que parecía condenada a ser un zombie, un muerto vivo cinematográfico, vuelve a la vida. Parece que la séptima fue la vencida.

El responsable del milagro de esta resurrección se llama Dan Trachtenberg y sus antecedentes, pocos pero notables, a priori le hacían lugar a la esperanza. Aunque solo tiene un trabajo previo en el cine, se trata nada menos que de Avenida Cloverfield 10 (2016), otra secuela a la que conseguía darle una serie de vueltas de tuerca suficientemente interesantes como para honrar al original. Pero además este director pasó por series más que interesantes, como Black Mirror o The Boys, que completan un currículum de peso. Aunque la premisa es la misma que en el resto de la saga, La presa de algún modo puede pensarse casi como una remake ambientada en un período histórico bien distinto. Si en el original de 1987 este cazador furtivo de origen desconocido emboscaba a un escuadrón de marines durante una misión en un selvático país centroamericano (quizás Nicaragua, dado el contexto geopolítico de la época), acá se trata de un grupo de cazadores comanches en los bosques de América del Norte, en algún momento del siglo XVIII.

La película remarca la idea de selección natural, sistema en el que las especies más fuertes depredan a las más débiles en busca de asegurar su supervivencia. Ciclo vital del cual la raza humana todavía formaba parte por entonces. Por eso, así como se ve a una serpiente devorar un ratón, también se la ve a Naru, la protagonista, ocupar el doble rol de depredadora y presa, ya sea cazando liebres o ciervos, o siendo perseguida por un enorme oso pardo o un puma. Un orden natural que será contaminado por dos agentes externos. Por un lado el extraterrestre, cuya actividad de caza no tiene nada que ver con la supervivencia, sino con el goce de matar, pasatiempo que comparte con muchos humanos, incluido cierto rey de España. Por el otro, los colonos europeos, también capaces de cometer atrocidades que la película, adoptando el punto de vista de Naru, con acierto pone en paralelo con las que lleva adelante el Depredador.

A pesar de ciertas decisiones cuestionables que tienen que ver con lo comercial, como hacer que los comanches dialoguen entre sí en un inglés bastante moderno, mechado de palabras sueltas de su propio idioma (cualquier cosa con tal de evitarle la tortura de los subtítulos al espectador estadounidense), La presa construye un efectivo relato de suspenso con varias escenas muy cercanas a la atmósfera del cine de terror. Incluido el concepto de Final Girl. Naru se suma así a las filas de heroínas que, con la teniente Ripley a la cabeza, no necesitan de la fuerza para derrotar a las bestias, sino que les alcanza con usar la inteligencia, el conocimiento y la determinación para salir airosas del desafío de simplemente habitar un mundo hostil. En ese sentido, La presa dialoga con su propio tiempo, pero también lo hace con inteligencia, sin subrayados groseros.